Agradecidos debemos estar

Gregorio Ortega Molina/almomento.mx

Agradecidos debemos estar


De los funcionarios que estoicos soportan el escarnio por su enriquecimiento indebido, pero legal

Agradecidos debemos estar
Periodismo
Diciembre 26, 2014 16:25 hrs.
Periodismo Estados › México Ciudad de México
Gregorio Ortega Molina/almomento.mx › todotexcoco.com

A punto de concluir los 365 días de 2014, caigo en la cuenta que los mexicanos, como raza, nación, patria, pueblo y sociedad, no tenemos remedio, somos una punta de desagradecidos, incapaces de aquilatar el sacrificio de nuestros gobernantes, expuestos al escarnio popular porque, para servir a sus electores, uno de ellos reunió el dinerito suficiente para adquirir una casa de descanso, de fin de semana, en conocido club de golf. ¡Ya ni siquiera tiene derecho a descansar!

Somos incapaces de captar, en nuestras minúsculas mentes tercermundistas, la dimensión del beneficio de las reformas estructurales, sobre todo de aquellas que atañen a las comunicaciones y a las fuentes de energía, porque este irredento pueblo de petimetres se complace en compartir su riqueza y se goza en que unos cuantos la disfruten y sean objeto del morbo de los lectores de Forbes.

México, como durante la exposición Esplendor de 30 siglos, se muestra orgulloso de que alguien como Carlos Slim se signifique en el mundo de los negocios, y lo mismo se codee con la realeza que con los tiburones que están a las puertas del presidio, como Adnán Khashoggi, ¿lo recuerdan?

De allí que a nadie con poder interese la reforma anti corrupción, porque de otra manera cómo puede explicarse el estado de ánimo efervescente de los mexicanos, que justifican, a plenitud, la existencia de contratistas consentidos de la diosa fortuna, lo mismo útiles para la construcción del trayecto del tren de alta velocidad México-Querétaro, que un acueducto en Nuevo León u hospitales y clínicas y escuelas.

Debemos gozar, disfrutar, auto complacernos en la alegría de tener líderes políticos y empresariales capaces de lidiar con su conciencia, y aguantar esa molesta impunidad que es motivo de envidia, que causa un rencor social injusto, montaraz, de analfabetas incapaces de comprender que deben existir nombres y familias que nos representen con la dignidad que da la riqueza mal habida, aunque legalmente obtenida.

Dejó anotado Simone Weil: “Los hombres creen despreciar el crimen y lo que en realidad desprecian es la debilidad de la desdicha. Un ser en el que se combinan lo uno y lo otro les permite abandonarse al desprecio de la desdicha con la excusa de despreciar el crimen. Ese ser es entonces objeto del mayor desprecio… pero a veces el crimen lleva unido un prestigio”…

De allí que en México siempre se respete al más chingón, aunque sea un criminal.

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