La tradición dice que los mexicanos somos un pueblo sin memoria; yo afirmo que se trata de un pueblo con memoria selectiva, con memoria convenenciera y especialmente reciente.

Viene a cuento porque los capitalinos eligieron como gobernador a un señor sin antecedentes políticos, un leguleyo sin méritos y un figurín de catálogo de tienda de ropa, pero sólo porque alguien dijo que era un señor de excepción, funcionario ejemplar y sujeto de honestidad reconocida. Ojo: reconocida, no comprobada.

Se trata de Miguel Ángel Mancera Espinosa (MAME, por sus siglas) conocido como “ternurita” por sus aficiones a los colores pastel, especialmente el rosa mexicano que tanto celebraba doña Dolores del Río.

Si somos justos, creo que nadie podría mencionar un solo hecho que como procurador capitalino haya llevado a cabo no nada más con éxito, sino como acto de reparación de algún daño a favor, claro, del perjudicado.

Encubrió las raterías y deshonestidades de la pandilla perredista, con lo que se ganó la simpatía y un apoyo que lo proyectó hasta alturas que nunca esperaba, tal así, que ha estado maquiavelando la posibilidad de ser candidato presidencial de las izquierdas, a las que se uniría, en su imaginación, el PRI.

Mancera tiene ahora la oportunidad de hacernos saber su calidad como funcionario, como ser humano y como varón. Relato lo siguiente: el 19 de enero la joven Ti Kip Fernández Vilchis murió atropellada por el Metrobús en Insurgentes casi esquina con Encanto.

La narración corresponde a la madre de Ti Kip, pero la descripción de quién era la joven asesinada hasta ahora en forma absolutamente impune, es de quienes la conocieron. La joven trabajaba en la Editorial McMillan Castillo y cuando la atropelló el convoy 059 iba a CU para recoger el certificado que le permitiría obtener una beca para un posgrado en Suecia.

Dice la madre de la víctima: “corrompieron el expediente en la Fiscalía de Álvaro Obregón. El dictamen inicial de SEMEFO que describía que mi hija no tenía restos de drogas ni alcohol, fue sustituido por un documento en el que se afirma que conservaron un fragmento de su hígado para informe posterior en el cual dicen que el órgano revela un porcentaje de 85/100 de alcohol.

“Al expediente le han añadido fotografías y pruebas absurdas. Las huellas de frenado del Metrobús fueron cubiertas con tierra, no hay peritaje del estado de frenos del carro que la atropelló (el cual se encontraba circulando una semana después) y la descripción de la velocidad a la que circulaba no cuenta con fundamentos coherentes. “Los cinco videos con pruebas fundamentales para entender lo sucedido ‘se echaron a perder’; surgió de la nada una testigo y una serie de inconsistencias han vuelto el expediente un nudo de corrupción y mentira encaminado al cruel y engañoso dictamen en el cual mi hija aparece como alcohólica y suicida. Es obvio que tanto la empresa Metrobús como sus concesionarios están empeñados en ocultar la verdad y protegerse de cualquier reclamación”.

La joven “accidentada” en la versión oficial o suicida en la extra oficial, no consumía alcohol por una incapacidad física: tuvo hepatitis años atrás y cuenta con el testimonio de los médicos que la atendían. Como consecuencia de las mentiras, las falsedades y las falsificaciones que la empresa del Metrobús ha ideado en complicidad con las autoridades judiciales del DF, sólo para evitar demandas y la indemnización por daños, la familia de Ti Kip no ha podido cobrar el seguro de vida de la empresa en la que trabajaba.

Pero sobre eso, a la madre de la joven muerta le lastiman las enormes cantidades de lodo que se han lanzado contra su recuerdo, las manchas contra su reputación. “Aunque ella ya no esté, mi tarea es defenderla y lograr que sea reivindicada su persona y su prestigio que siempre le valió la consideración y el respeto de innumerables personas que a la fecha demuestran el gran cariño que le profesaron”.

Cierra su denuncia pidiendo que el caso sea supervisado por profesionales que estén fuera de la cadena de corrupción de la justicia capitalina y nuevas pruebas para el hígado y un pedazo de tela de la víctima, así como la reconstrucción de los hechos y la declaración pública del operador del transporte.