Que bonito es escuchar la palabra te quiero, pero que inútil cuando carece de resultados, en hechos o entregas que le dan forma al amor.

Que bonito es tener en casa a alguien con quien, se pueda compartir lo que pasó en el día, llegada la noche. Pero que inútil cuando la entrega se mantiene en promesa, llegado el amanecer.

Que bonito suena el Mexican Moment, pero que inútil cuando no existe en qué sustentarlo.

Que bonito es ver panfletos anunciando beneficios gracias a las reformas, pero que inútil son la reformas, ¡y los panfletos!, cuando los beneficios no llegan, no se integran, ni siquiera pudieran ser suficientes.

Que bonito suenan las palabras de año nuevo de nuestro presidente, pero que inútiles.

Que bonito suena todo lo que plantea el gobierno, pero que inútil.

Que bonito, pero que inútil resulta el amor cuando no tiene sentido y así se nos va la vida.

Hoy las realidades difícilmente son sustentables en en símbolos, que se hacen palabras, que se hacen ayeres, incapaces de darle rumbo a nuestro país. Un especie de espejismo para ganar tiempo para seguir robando, para seguir aprovechando, para seguir corrompiendo, porque a pesar de ser conscientes del precio que habremos de pagar, seguimos adelante intentando ver hasta donde podemos llegar… las penas, con pan son menos, diría cualquier idiota generador de penas. Así, México despierta cada mañana con infinidad de realidades en las que tenemos alguien que habla bonito de amor aprovechando el anhelo del otro; con una desvergonzada sonrisa llena de cinísmo e incluso de gozo, porque es fácil hablar de amor con el estómago lleno; como lo es hablar de justicia con la impunidad a nuestro favor; como lo es hablar de futuro siendo dueño de tierras que habrán de convertirse en desarrollos patromonio de hijos que no se sabrán huérfanos de patria, porque quien los hereda es el propio asesino de millones de anhelos que se llaman nación.

El fin de semana encontré artículos que hablaban sobre las diferencias entre los hechos y los símbolos, entre el territorio y los mapas (representación del territorio), entre tener el poder y ejercerlo, e incluso en medio de éste cocktail encontré una frase que dedicó el diario inglés The Economist, que vale la pena citarla: “El presidente de México no entiende que no entiende”.

Hoy el presidente no entiende que no entiende, como tampoco sus hijos, su esposa, el gobierno y los políticos. Hoy, ellos, no entienden que no entienden que todas la realidades en las que se encuentra sumido nuestro país responden a solamente un mismo fenómeno: “La ruptura del contrato social en nuestro país”. La no cooperación de la sociedad está presente en todas las realidades del país y abarcan desde la forma de conducirnos en el auto, hasta la forma de cooperar en la solución de problemas nacionales, pasando por la forma de cómo decimos querer a nuestro país, trabajo, pareja, hijos e incluso a nosotros mismos y entonces, hemos pasado al modo de navegación “ganar tiempo” a través de las formas, las palabras y los símbolos, éstos son sin duda, el último botín que podrán llevarse pero sin duda será el despojo que mayor daño hará.

Que difícil resulta dirigir una puñado de letras que aporten, de ideas que guíen, que frases que consuelen. Han desaparecido los días durante los cuales podíamos dedicar el tiempo en escribir un artículo bajo la sombra de un árbol en Michoacán, sobre anécdotas simpáticos de las tías, la señora del mercado que te daba un taco de sal, o de los sueños sobre un México vigoroso.

Hoy, en cambio, llevamos las columnas de los diarios y llenamos los espacios públicos, con un grito ahogado, hueco, sordo, que parece no llegar a ningún lado.

Solo queda seguir caminando, entendiendo mejor, con esa sabiduría popular, el tema de los ciclos.