Ya no se trata de un descontrolado grupo de rijosos que pretenden el poder en los estados de Guerrero, Oaxaca y Michoacán. Ahora debemos considerar si los gobernadores de tales entidades son o no partícipes en las desmedidas ambiciones de los cetegos, centistas o simples ladrones de cuotas en carreteras federales.
Porque resulta sospechoso a estas alturas del partido que los dos académicos, Ortega y Jara, con toda su teórica preparación y con el tiempo más que suficiente, no hayan encontrado el hilo de la madeja. Por decirlo en palabras simples, no hayan asumido la responsabilidad que aceptaron cuando el dedo de Dios los entronizó.
De Gabino Cue nada hay qué se pueda decir en su favor. Cobarde o, lo peor, cómplice de quienes están destruyendo Oaxaca habría que suponer que es beneficiario de altos rendimientos del dinero que sin control se aplica al aplacamiento de los neardentales escondidos tras una organización magisterial “disidente”.
Sea como sea, lo real es que los tres mencionados, más otros como el tamaulipeco Egidio Torre Cantú, al que la edad ya no le ayuda, presentan un frente común en contra de los deseos aparentes o reales del presidente Enrique Peña Nieto para pacificar al país. El enemigo en casa, sin duda.
Los gobernadores han encontrado una fórmula simple. De acuerdo con la versión de un mandatario de estado cercano, vecino pues, el problema no es combatir el delito organizado mientras cuentan con la protección y el amparo de su poder como mandatarios, sino después, cuando los narcos estén en mejor posición para tomar venganza de lo que consideren agravios.
Y hay razón para temerlo. Dice la sabiduría popular que se puede perdonar a quien te quitó un padre, una madre, un hijo, pero jamás olvidarás a quien te quitó tu fortuna, a quien te regresó a las filas de la necesidad más inmediata y elemental. Y debe ser cierto, tanto, que los mandatarios estatales manejan esta cuestión con sumo cuidado.
Se reportan detenciones sin parar. Pero casi nunca se reportan los decomisos de las grandes fortunas que luego los hijos de los narcos presumen en sus viajes, sus mansiones y automóviles, sus joyas y las piernudas de lujo con que se hacen acompañar. Y claro, a la santa madrecita del narco nunca la tocan, por lo que lo acumulado en su beneficio y para una vejez tranquila, queda fuera de todo alcance legal.
Los sucesos en Acapulco, la muerte del profesor lisiado, el atropellamiento –que no es el primero—de policías federales con camiones robados a comerciantes o transportistas, reflejan franca enemistad entre gobierno y gobernados. No hay el mínimo respeto por la autoridad, a la que se ha perdido todo temor gracias a la repetida cantaleta de que los uniformados será enviados con escudo y macana. Y nada más.
Para mayor inri, la seguridad de que tras desmanes y saqueos, habrá perdón total. Con un muerto, quince lesionados de diversa gravedad, un centenar de detenidos durante los disturbios y antes de 24 horas, todos en libertad. Ni un solo consignado, salvo que alguien por allí reclame su derecho a romperles la madre a los policías y se queje porque se torció un dedo mientras intentaba sacarle un ojo a un policía. El agente será el consignado.
Doce desaparecidos, ¿quiénes? Se reservan los nombres para evitar represalias. Violaron a varias maestras cuyos nombres también se reservan para evitarles represalias. Tienen grabaciones de cuando el maestro es asesinado por policías, pero no muestran para evitar que las autoridades las manipulen.
Es ahora o nunca. Las autoridades tienen la palabra, pero hablamos de instancias estatales, municipales y federales.todos juntos. O los gobernadores seguirán siendo cómplices, por voluntad o por imbecilidad del crimen organizado. Que eso es la CETEG y sus paniaguados.
