700 años de Tenochtitlan

Héctor Anaya/almomento.mx

700 años de Tenochtitlan


México, deriva de metztli, la luna y de xictli, ombligo o centro

700 años de Tenochtitlan
Cultura
Marzo 09, 2015 11:00 hrs.
Cultura Estados › México Ciudad de México
Héctor Anaya/almomento.mx › todotexcoco.com

El 13 de marzo de 2025, cumplirá 7 siglos esta ciudad, creada a partir de un islote del lago de Texcoco, donde un águila asentada en el nopal que crecía entre piedras, ‘devoraba’ una serpiente, según les había profetizado su dios Huitzilopochtli a los peregrinos que partieron de Aztlán.

Faltan muchos años, se dirá, una década entera, pero si se quieren festejar digna y creativamente las siete centurias de una legendaria ciudad que asombró a los conquistadores españoles (y dejaron constancia escrita), no solamente por la extensión y la abundante población, tal vez unos 650 mil habitantes, contra los 450 mil que había en una avanzada metrópoli del Viejo Mundo, sino por sus construcciones, sus bien trazadas calles y plazas y la soberbia arquitectura de sus casas principales.

A fin de no terminar celebrando (como ocurrió con el bicentenario y el centenario) de una forma pedestre con improvisados, se podría comenzar desde ahora a buscar financiamiento, crear comisiones de gente talentosa, creativa, erudita, profesional, que se haga cargo de los festejos desde ahora, y se programe debidamente el festejo y no se eche mano a última hora de la mediocridad, tan sólo para cubrir el expediente y terminar haciendo sólo espectáculos vistosos, al estilo joligudesco.

Y merece algo más que numeritos para la televisión, una ciudad que obligó a Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, a escribir: «nos quedamos admirados, y decíamos que parecía a las casas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro del agua, y todos de calicanto, y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escriba así de esta manera, porque hay mucho que ponderar en ello, que no sé cómo lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni aun soñadas, como veíamos».

Otro que se expresó elogiosamente, de un barrio de Tenochtitlan, el de Iztapalapa, donde pernoctó antes de llegar propiamente a lo que llamó Temixtitán (el Maestro Salvador Novo ironizaba sobre los cambios que le daban los conquistadores a los términos del náhuatl, al indicar: «con esta facilidad que tienen los españoles para los idiomas»), fue Hernán Cortés, que en su Segunda carta de relación, enviada al rey Carlos V, le informaba: «Tiene el señor de ella (Iztapalapa) unas casas nuevas que aún no están acabadas, que son tan buenas como las mejores de España, digo de grandes y bien labradas, así de obra de cantería como de carpintería y suelos y cumplimientos para todo género de servicios de casa […] Tiene muchos cuartos altos y bajos, jardines muy frescos de muchos árboles y rosas olorosas; así mismo albercas de agua dulce muy bien labradas, con sus escaleras hasta lo hondo…»

Una ciudad heptacentenaria que motivó Visión de Anáhuac, sin duda la mejor obra creativa de Alfonso Reyes, que recreó así a México-Tenochtitlan: «Dos lagunas ocupan casi todo el valle: la una salada, la otra dulce. Sus aguas se mezclan con ritmos de marea, en el estrecho formado por las sierras circundantes y un espinazo de montañas que parte del centro. En mitad de la laguna salada se asienta la metrópoli, como una inmensa flor de piedra, comunicada a tierra firme por cuatro puertas y tres calzadas, anchas de dos lanzas jinetas […] Las casas de los señores tienen vergeles en los pisos altos y bajos, y un terrado por donde pudieran correr cañas hasta treinta hombres a caballo. Las calles resultan cortadas, a trechos, por canales. Sobre los canales saltan unos puentes, unas vigas y madera labrada capaces de diez caballeros».

Esta metrópoli, que podría haber figurado entre las maravillas del mundo antiguo, merece en su séptimo centenario una serie de festejos memorables, pues como escribiera su cronista Chimalpahin: «En tanto que dure el mundo, así durará la gloria y la fama de México-Tenochtitlan».

Su doble nombre refleja por una parte la grandeza que se atribuyeron los nobles pueblos y por otra da cuenta del sitio que le profetizó Huitzilopochtli. México, deriva de metztli, la luna y de xictli, ombligo o centro, para subrayar en su megalomanía, como otras culturas, que es el centro o el ombligo de la luna (o del mundo). Y Tenochtitlan, proviene de tenochtli, nopal de tuna dura y de tlan, lugar, o sea el lugar donde está el nopal de tuna dura.

El peregrinar de los aztecas, que parten de Aztlán en busca de la ‘tierra prometida’, es digno de ser recordado, porque se integra a las grandes leyendas y a la mitología universal, y da idea del esfuerzo y lucha de un pueblo, comparables a la hazaña de los judíos, pues los aztecas tienen que sobreponerse al rechazo y la persecución de los pueblos donde quieren asentarse y son expulsados y sólo se les permite ocupar el islote dentro del lago, porque el sitio era despreciable para los demás, aunque para los aztecas representó alcanzar el suelo y el cielo prometidos.

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