Texcoco, Edoméx.- Con 32 años como techo vivencial Miguel Hernández fue capaz de devolverle el sentido a eso que algunos denominan las cosas de lo cotidiano, pero que contienen alta densidad en su significado vivencial.
Murió derrotado por la tuberculosis el 24 de marzo de 1942.
Intenso, vigoroso, aleccionador:
Otra línea que abre brecha: "Vengo a saber qué hazaña/ vibra en la luz, qué rebelión oscura/ nos arrasa hoy la vida".
Una más: Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío...
Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda,
limpidez cuya entraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.
¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.
No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.
Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.
Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.
Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es el día.