Besos

Octavio Raziel

La vida como es…

Besos

Besos
Cultura
Abril 15, 2015 15:11 hrs.
Cultura Estados › México Ciudad de México
Octavio Raziel › diarioalmomento.com


Tus bichos se
Llegaron a recrear
Aquí en mi boca (*)

Esta semana se celebra el Día Internacional del Beso. Desde los inocentes hasta los robados; desde el de Judas al famoso del marino a la enfermera celebrando el término de la II Guerra.
No soy muy afecto a dar o recibir besos de cortesía, según las costumbres aparecidas los últimos años en nuestro país, aunque reconozco que es en la boca donde se dan maravillosas formas de expresar el amor.
Cuántas reacciones hormonales se desencadenan cuando los labios tocan otros labios o la piel de alguien. Los besos entre enamorados del mismo sexo han sido aceptados por una sociedad que está dejando el puritanismo en el pasado.
Varias instituciones de salud han advertido sobre la peligrosa “enfermedad del beso”, que no es sino la mononucleosis infecciosa que afecta a un altísimo porcentaje de jóvenes de México, Argentina y Brasil. La incubación del virus llamado Epstein-Barr es de 3 y 7 semanas y su eliminación tarda cerca de dos años, después de afectar a las amígdalas y ganglios.
Pero no paran ahí los riesgos por dar besos en la boca; también pueden contagiar la gripa, escarlatina, herpes, varicela, sarampión, hepatitis tipo B y parotiditis (paperas) y en un tiempo se habló de que el Sida pudiera contagiarse por este medio.
Ante este apuro propongo el uso de condones para lengua y labios; claro que habrá quienes argumenten que –como es de suponer— no es lo mismo.
Lectura obligada en la juventud era “La Divina Comedia” de Dante, que nos llevaba, con Caronte como guía, a un viaje por los inescrutables caminos hacia el Infierno a través de sus círculos de castigo según la sentencia dictada por el Supremo. Especial fijación nos dejaba Francesca da Rímini que sufría el eterno fuego que abrazaba a su escultural cuerpo y su femenina belleza. El Infierno se lo había ganado después de haberse enamorado de Paolo –su cuñado— que a la vez estaba casado con una parientilla. Los amantes leían bajo la sombra de las parras la historia de Lanzarote y Ginebra, y entre párrafo y párrafo se daban apasionados besos. En uno de esos ardientes ósculos, que llega el marido de Panchita, y que creen: pues los mató. A ambos, como era de esperarse.
Con los años, en una de las visitas a París tuve la oportunidad de observar a esos amantes plasmados en un monolito de mármol que el cincel de Augusto Rodin esculpió con gran maestría. Si se aprecia con cuidado, el libro que leía la amorosa pareja está integrado a la piedra entre sus manos. La obra, originalmente llevaba el nombre de la casquivana Francesca da Rímini, pero fue cambiado por uno más sencillo: “El Beso” (Le Baiser), título que sigue ostentando.
Los primeros besos que nos dan los hijos, si bien no son recordados por ellos, si quedan grabados para siempre en nuestro disco duro.
Cuántos besos conocemos: desde los apasionados, los robados, los fraternales o paternales, los que fueron colocados en la palma de la mano y enviados con un soplo o los que con los labios fruncidos y un suave tronido lleva el mensaje a la amada.
A quienes agradan las zarzuelas, seguramente recuerden “La leyenda del Beso”. Antes de alzarse el telón se escucha una canción cíngara en la que el cantor expresa amarguras de un constante caminar que alegra sólo el amor de la mujer querida.
El grupo musical Los Churumbeles de España, con Juan Legido, realizaron arreglos a la música de la leyenda del beso, a la que recientemente le pusieron letra con el título de “Amor de hombre”. También ellos hicieron famosa la canción “el Beso” que en la década de los 50 tuvo gran éxito.
El gobierno panista de Guanajuato alborotó el avispero con la prohibición de que las parejas se besaran en público, y en especial en el Callejón del Beso de la capital guanajuatense.
En la estación de ferrocarriles inglesa de Warrington fueron colocadas señales que prohíben a las parejas besarse para despedirse pues crean caos vial en la zona y provocan el retraso en algunas corridas. La señal muestra la silueta de una pareja besándose rodeados del tradicional círculo rojo con una línea transversal.
Los besos apasionados son comunes en la vida de las parejas y, en ocasiones, los llamados de lengüita hacen sonar la campanilla de tal forma que pareciera la Santa María de catedral movida por ese músculo sin hueso que penetra hasta lo más profundo de la caverna bucal.
Con el beso a mi alma gemela se moldearon nuestros destinos en una boda celestial. Hierogamos, matrimonio sagrado que fundió hasta la eternidad esa unión.

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