Carta presentación al recibir el premio del primer lugar en el 7° Concurso Nacional Literario “Memorias del Viejo y la Mar” 2015, organizado por la Secretaría de Marina-Armada de México.

Deseo expresar mi admiración a la heroica labor que realizan nuestros marinos a todo lo ancho y largo de nuestra patria. Son las salvaguardas de nuestra vida y bienes.
Al enterarme de la decisión de otorgarme el primer lugar en el certamen Memorias del viejo y la mar me preguntaron sobre los motivos que me llevaron a escribir el texto enviado.
Antes que nada quiero confesar que alguna vez fui joven.
Mientras cursaba el tercer año de secundaria el sindicato ferrocarrilero me otorgó una beca que incluía una pequeña ayuda económica y un pase para viajar en tren una vez por mes.
Fue entonces cuando me nació la inquietud de conocer el mar. Para esas fechas había leído ya varias de las obras de Julio Verne (20,000 leguas de viaje submarino o La isla del fin del mundo) los libros de aventuras de Emilio Salgari, la historia del Titanic y muchas otras más.
Así, una mañana arribé en el ferrocarril El Mexicano al puerto de Veracruz. Mientras me orientaba para llegar a la casa de la tía que vivía en ese puerto quería beberme todo el mar que abarcaba mi vista.
Quedaron impregnados en mi mente los barcos anclados en la rada, el olor a café de La Parroquia, los mariscos del Vuelve a la vida recién inventados en La Sirena, el mondongo que preparaba Don Cayetano; las picaditas que hacían en la esquina de la calle donde vivía la tía. Luego, en las visitas posteriores, caminar por el malecón escuchando la melodía Marea Baja mientras admiraba a las jarochitas sonreírle a la vida.
Fue en ese malecón donde decidí escribir breves novelas, cuentos o poesías dedicadas al mar y a todo lo que le rodea. Inventar historias salidas de las experiencias que me platicaban viejos marinos. Imaginar el fragor de los cañones de los marinos que han defendido nuestro territorio a través de la historia. El espíritu de los cadetes, especialmente Virgilio Uribe o de José Azueta que rechazó la atención del médico invasor: Del enemigo ni la vida, dijo, antes de entregar su último aliento a la patria.
Nuestra tradición de navegantes (ríos, lagos o mares) viene de hace más de mil años, 1,015 para ser precisos. (Tira del Museo) Las crónicas nos cuentan que las primeras acals de los amerindios iniciaron una navegación por los ríos Colorado y Gila hasta llegar a Huey Culhuacan, el actual Culiacán y en 1,186 los náhuatl o aztecas partieron de Aztlán hacia el sur, a la meseta de Anáhuac, (Alfonso Toro) en el lago de Tenochtitlán, donde se llevó a cabo la primera batalla naval a 2,240 sobre el nivel del mar que duró 105 días y en la que participaron 13 bergantines y 17 mil canoas.
En los viejos códices mexicanos aparecen con regularidad acales o canoas de hasta diez metros de eslora que, además de comerciar, transportaban a los guerreros en sus expediciones que, se dice, llegaron hasta Cuba y otras islas del Caribe.
El resto de la historia todos la conocemos. Los europeos, después de navegar por el llamado “mar tenebroso” arribaron a las costas de un nuevo mundo, enorme, bello, rico en todo; pero que abandonaron las ceibas costeras que se enredaban en antiguas capillas para cambiarlas por lujosas basílicas y catedrales tierra adentro.
Los mexicanos no hemos sabido convivir con el mar, ni vivir de él. La comodidad de los europeos y la avaricia por el oro, la plata y otras riquezas del altiplano les hizo olvidar los litorales. Costumbre que se hizo permanente. Es hora de voltear los ojos hacia el mar.
El trabajo que presenté habla del valor de nuestros marinos, de sus anhelos y tradiciones: vitalidad de nuestra patria.
Mi agradecimiento a la Armada de México por este honor.
Octavio Raziel García A.