Cargar el venado

Guillermo Farber

Buhedera

Cargar el venado

Cargar el venado
Entretenimiento
Agosto 25, 2015 15:16 hrs.
Entretenimiento Nacional › México Ciudad de México
Guillermo Farber › diarioalmomento.com

Me llega otra vez esta aleccionadora fabulita: “Estaba un hombre a la orilla del camino sentado en una piedra, bajo la sombra de un frondoso árbol; se le miraba triste y meditando cabizbajo. Así lo encontró su compadre, quien al verlo tan abatido le preguntó cuál era la causa de su desazón.

“Compadre, es que mi mujer es muy desconsiderada. Pero esta misma noche la desaparezco; de que se muere, se muere.” “No diga eso, compadre, mejor dígame por qué la quiere matar; a lo mejor yo puedo ayudar a encontrar una mejor solución al problema.”

El compadre respiró profundo y relató: “Mire compadre, usted sabe que somos muy pobres y la única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo de carne que consigo en el monte cuando salgo de cacería. Me voy con mi escopeta, paso varios días de penalidades, arriesgándome con los peligros del monte, esquivando víboras y animales salvajes, soportando la terrible comezón que me producen las garrapatas y los piquetes de mosquitos, aguantando el frío de las noches que se mete hasta los huesos. Por fin, si la suerte me socorre, logro cazar un venado; pero luego tengo que cargarlo a mis espaldas todo el largo camino de regreso al pueblo y subir la cuesta de la loma hasta llegar a mi casa. Todavía no termino de llegar, cuando aparece mi señora con el cuchillo en la mano e inmediatamente empieza a repartir el venado entre los vecinos y sus familiares. Que una pierna pa'doña Juana, que otra para doña Cleo, que este lomito pa'mi mamá, que las costillitas pa'mi hermana, que esto pa'ca que esto pa'llá y a los dos o tres días de nuevo sin nada que comer. Y el tonto, otra vez de cacería. Pero ya me cansé y esta noche la desaparezco.”

El compadre después de meditar un momento, le dio la solución: “Invite a su mujer a cargar el venado.” “¡¿Que qué?!” “Sí llévese a la comadre de cacería, pero no le diga las penurias que pasa para llevar el venado a casa. Invítela para que disfruten juntos de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que cobijan la noche, de los manantiales cristalinos que reflejan sus imágenes, de la graciosa manera en que caminan los venados; del canto de los grillos y pájaros silvestres. En fin, píntele bonita la cosa.”

El compadre siguió el consejo. Ella, entusiasmada, fue con falda larga hasta el tobillo, que poco a poco se le fue desgarrando con las púas en el camino; la blusa le quedó toda dañada, los zapatos se le rompieron por las piedras y las espinas la hicieron sangrar. El cabello se le maltrató. Se le clavaron por todo el cuerpo garrapatas y bichos. Las manos se le llenaron de ampollas y llagas que se le hicieron al abrirse paso entre el espeso monte, y estuvo a punto de sufrir un infarto al toparse con una enorme víbora. Por fin, después de tantos martirios, encontraron un venado. El hombre se acercó sigilosamente a su escurridiza, con agilidad pasmosa disparó y el venado cayó muerto. La mujer no cabía de júbilo pensando en que su sufrimiento había terminado, pero no era así.

“Ahora, mi amor, quiero que cargues el venado para que veas lo bonito que se siente”, le dijo el hombre. La mujer casi se desmaya ante la mirada asesina de su marido, pero ante su urgencia por regresar a sus casa, ni para protestar tuvo alientos. Cargó el venado en su espalda hasta su casa, casi muerta, con las piernas temblando, jadeando y a punto de reventársele el corazón; al llegar tiró el animal en la sala de su casa. Sus hijos y vecinos salieron a recibir a la pareja de cazadores. Acostumbrados a la repartición, gritaron con alegría: “¡¡¡Vamos a repartir el venado!!!”

La mujer, tirada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con los ojos inyectados de sangre volteó a los vecinos y agarrando aire hasta por las orejas, les gritó: “¡¡¡Al que me toque ese venado, lo mato!!!”



MORALEJA

Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar la real dimensión del trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar el venado". Hay quienes tienen riquezas, empresas y comodidades porque durante años cargaron muchos venados para llegar donde están ahora. Pero muchos otros, como la comadre del cuento, son parásitos. Esperan a que llegue el familiar, el vecino, el amigo, el conocido o hasta el desconocido con el venado a cuestas, para caerle y desgarrarlo, sin considerar lo que les ha costado conseguirlo. Sólo se valora aquello que se ha adquirido con el empeño personal, como resultado de nuestro arduo trabajo; que sólo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor, sacrificio y hasta lágrimas.”



OOOOOOMMMMMM
Recuerda meditar cuanto puedas, cuando puedas.



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