La Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, Fapermex, ha registrado 182 periodistas asesinados del año 2000 a la fecha. La lista lúgubre contabiliza 40, tan sólo en los últimos tres años. Cuando muere violentamente un profesional de los medios informativos se le arrebata a la nación algo más que una vida.
¿Cuándo el periodista llegó a convertirse en una amenaza para que se le mate con semejante impunidad? ¿Qué ha sucedido para que se menosprecie tanto al obrero de la información, simplemente por cumplir con su labor? ¿Acaso se ha olvidado que sin el periodismo no se construyen sociedades fuertes?
No hace muchas décadas al periodista en México se le trataba diferente, se le respetaba, se le apreciaba por su sapiencia, por su trascendencia, por su fuerza, por su integridad. Claro que había prietitos en el arroz, pero imperaba entonces el amor a la profesión, al compromiso de informar con veracidad.
Los gobernantes sabían lo que significaba para su carrera política una nota informativa positiva o negativa en los diarios de mayor circulación nacional y local, o una columna de opinión de una personalidad del periodismo.
Los empresarios reconocían la trascendencia de un medio de comunicación para colocar sus productos en el gusto de una potencial clientela.
El mexicano le respetaba. Los niños admiraban al periodista y hasta querían ser como él.
El mismo reportero se hacía valer con su buen decir, con su capacidad para interpretar las situaciones y oler una nota importante. El profesional de la información se comportaba a la altura, sabía delimitar su amistad con la gente del poder pues en ocasiones esta línea fraternal es conflictiva. La ética estaba por encima de cualquier cosa. El reportero, el editor, el columnista no cuestionaba la necesidad de mantenerse al día no sólo de los sucesos noticiosos, sino con su propio aprendizaje, pues su trabajo para ser de calidad requería basarse en su amplio bagaje cultural, su perspicacia, su infalible memoria y sobre todo el cuidado de sus “fuentes”.
La unión entre profesionales era vital, cuando los periodistas eran tratados irrespetuosamente reaccionaban de inmediato y se tomaban simbólicamente de la mano con un “vámonos”, así imponían su poder ante cualquiera.
Mario Andrés Campa Landeros, quien ha trabajado como reportero y Jefe de Redacción de los tres medios impresos más importantes del país (Excélsior, El Universal y Novedades) reflexiona si en verdad el periodismo es el “cuarto poder” o si se ha convertido en un “poder de cuarta”.
Ahora los gobernantes creen que pueden manipular la información, empresas de comunicación y reporteros a su antojo. Muchos medios han dejado de priorizar la noticia cuando hay pugna entre la información y la comercialización. Nueve de cada diez periodistas en nuestro país desempeña su oficio sin contar con un contrato laboral. Los reporteros han dejado de capacitarse. Así poco a poco al periodismo se le ha ido demeritando y el obrero informativo ha quedado vulnerable ante los poderosos. Sin que el país se percate la corrupción y la impunidad han ido ganando terreno. Hoy matar a un periodista sin pagar las consecuencias ha dejado de ser la novedad y, al parecer, nadie levanta la voz. Es lamentable. Hoy en las redes sociales se hace más escándalo de un perro maltratado que de un reportero o fotógrafo asesinado.
Sin embargo, es tiempo de que México y el mismo profesional se den cuenta de su valor y su trascendencia para cambiar al país. El periodista tiene que respetar la profesión, sentirse orgulloso, capacitarse y contar con la unión gremial. Esa es la misión que se ha echado a los hombros la Fapermex. Este fin de semana quedó instalado formalmente el Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo (Conalipe) en Puebla al congregarse alrededor de 150 periodistas de todo el país en representación de las asociaciones que congregan a los profesionales de la información, y su propósito es el renacimiento y fortalecimiento de un gremio que es vital para la democracia de México. Y por el bien de todos, a poner manos a la obra.
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