El problema de México no es Donald Trump

Jesús Tolentino Román Bojórquez

Sino el modelo económico

El problema de México no es Donald Trump

 El problema de México no es Donald Trump
Economía
Septiembre 02, 2015 16:19 hrs.
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Jesús Tolentino Román Bojórquez › diarioalmomento.com

Casi todos los días y todos los medios informativos, dan cuenta de las declaraciones racistas y xenofóbicas de Donald Trump, precandidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, quien ha declarado a todos los inmigrantes del mundo en general, a los latinoamericanos en particular y a los mexicanos en singular, como los culpables directos de los males económicos de esa nación, puesto que, dice Trump, la mano de obra extranjera le arrebata los empleos a los oriundos anglosajones y, lo que es peor aún, los llamados “mojados” son los únicos culpables de las conductas antisociales que continuamente golpean a nuestros vecinos del norte: los asesinatos, las violaciones, el tráfico de drogas, los secuestros, etc., son responsabilidad de los fuereños, y especialmente de los fuereños mexicanos; por tanto, dice Trump, si él toma el poder presidencial, inmediatamente procederá a expatriar a los extranjeros y, a renglón seguido, construirá una barda inexpugnable a la largo de los más de tres mil kilómetros de la frontera que divide a los Estados Unidos con México.

Como siempre, la condena no se ha hecho esperar en nuestros medios de comunicación: han declarado politólogos, analistas y sobre todo funcionarios del gobierno federal, quienes se han referido a Trump en todos los tonos y con los peores epítetos, calificándolo desde fascista, estúpido y hasta loco.

Muy bien. A manera de respuesta y defensa de nuestra dignidad como mexicanos, esos adjetivos y otros peores se merece el señor Trump; sin embargo, lo que no me parece correcto ni honesto, es que los declarantes y los comentaristas de los medios dejen el problema hasta ahí, al nivel de un simple desahogo verbal, y que se queden tan campantes y ufanos porque ya ganaron el torneo de epítetos ofensivos y, con ello, “ya lavaron la honra del pueblo mexicano”.

Esa postura, que no es de hoy sino muy añeja, que data cuando menos desde que Estados Unidos nos arrebató poco más de la mitad de nuestro territorio, es la misma que ha adoptado el gobierno mexicano (salvo honrosas excepciones como la expropiación petrolera) toda la vida, cada vez que los gringos maltratan, apalean y hasta asesinan a un mexicano por quítame esas pajas. Siempre sale a responder un cónsul, un embajador, el canciller mexicano y a veces el propio jefe del ejecutivo nacional, para “condenar el hecho”, para manifestar un “extrañamiento” al gobierno estadounidense, con la clara intención de calmar la irritación nacional y asunto que se acabó.

Pero el problema racista contra los mexicanos nunca termina y, más temprano que tarde, aparece recurrentemente y cada vez más agravado, justo porque se trata en extremo superficialmente, atacando el efecto más no la causa que ha originado el fenómeno y su desarrollo ulterior.
SD

¿Y cuál es esa causa? La respuesta es tan obvia que salta a la vista: la injusta distribución de la riqueza en México, lo que provoca, a su vez, una gigantesca masa de pobres en nuestra patria, que oscila entre los 56 millones y los 100 millones de seres (según la metodología empleada para medirla), de una población estimada en los 121 millones de mexicanos y que, aun en el mejor de los escenarios, o sea, que fueran 56 millones los pobres, de todas maneras se trata de un océano de precaristas y, como lo ha dicho Antorcha a lo largo de sus 41 años, este mar de pobres es la causa madre de todos los males que padece la nación: ignorancia, insalubridad, desnutrición, inseguridad, pocilgas en vez de viviendas, bolsones de marginación urbana y rural, etc., males que a su vez se deben, mediante un encadenamiento de causas y efectos, donde la causa se convierte en efecto y el efecto en causa, a cuatro causas principales: el desempleo, los bajos salarios, la poquísima inversión en obras y servicios (gasto social) que beneficien al pueblo por parte de los tres niveles de gobierno (municipal, estatal y federal), y al inequitativo pago de impuestos; o sea, el mal de fondo, como reiteradamente lo ha sostenido Antorcha, es el modelo económico que nos rige, que en vez de distribuir la riqueza social y natural del país, más bien la concentra en unas cuantas manos de multimillonarios que crece y crece inconteniblemente hasta alcanzar cifras fabulosas.

¿Por qué se van, entonces, nuestros paisanos a Norteamérica? ¿Acaso por apátridas congénitos, por el simple deseo compulsivo de turistear o porque de pronto apareció entre los mexicanos un gen recesivo que nos remonta a la comunidad primitiva, al salvajismo, cuando la población era errante? Nada de eso. Si la gente migra es por necesidad, porque se está muriendo literalmente de hambre, porque no encuentra trabajo y, si lo tiene, porque le pagan una miseria. Según datos oficiales del CONEVAL, hay en México hoy 52.5 millones de hombres y mujeres que componen la Población Económicamente Activa (PEA), de la cual 2.5 millones son desempleados (el 4.7%), ¡30 millones son empleados informales! (el 57%) que se autoemplean en cualquier cosa o trabajan para alguien sin ningún contrato y sin seguridad social, o sea, en la más absoluta indefensión y, del resto de la PEA, 20 millones de mexicanos que sí cuentan con un trabajo formal, resulta que las dos terceras partes, es decir, 12 millones 666 mil mexicanos, ganan tan sólo tres salarios mínimos o menos al día (200 pesos o menos) que no cubren la canasta básica, cuyo costo oscila entre los 400 y los 600 pesos diarios.

Volviendo al tema queda claro, pues, que la gente huye de México (esto pasa en México y en el mundo entero, como lo estamos mirando hoy con los países de África del Norte donde miles prefieren ahogarse en el Mediterráneo en su intento por arribar a Europa, antes que morirse de inanición en su patria), porque no encuentra trabajo o, porque si lo tiene, es de carácter informal (manera de disfrazar el desempleo), o bien, porque cuenta con un empleo formal pero mal pagado. De otra manera, sería de locos dejar familia, amigos, costumbres y todavía arriesgarse a morir deshidratado en el desierto o ahogado en el río Bravo, o venadeado por los racistas gringos al cruzar la frontera, y encima de eso, sufrir todo tipo de vejaciones al estilo Trump.

¿Cuál es la salida verdadera, entonces, que eluden nuestros gobernantes y los más destacados comunicadores que se hacen una con ellos? Cambiar el modelo económico del país en el sentido que Antorcha plantea: 1) mediante el pleno empleo; 2) con salarios dignos; 3) con un gasto social que mejore sustancialmente la calidad de vida del pueblo trabajador; y, 4) aplicando una política fiscal equitativa que haga pagar más impuestos a quien más gana y menos al que obtenga menores ingresos.

Todo esto, como dijo León Felipe, para salvar a los pobres de su pobreza y también a los ricos de su riqueza; sin necesidad de otra revolución armada y en el marco legal de nuestra Constitución, que pronto cumplirá una centuria pero que, en lo esencial, es letra muerta. Sólo así desaparecerán los Donald Trump y tutti cuanti.

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