Amante del café, siempre me he preguntado si hay alguien a quien no le guste esta aromática y exquisita bebida… y en mi condición de adicta a la cafeína he pensado que eso sería algo imposible, pero siempre hay gente que se cree los mitos de la leyenda urbana respecto a que el café quita el sueño, altera la presión arterial o provoca taquicardia. Allá ellos.

Lo cierto es que cada vez hay más bebedores de esta infusión, sin la cual muchos no concebirían un desayuno, una sobremesa, una plática con amigos o un buen final del día; datos internacionales revelan que el café es el segundo liquido más bebido en el mundo después del agua, con más de 400 billones de tazas al año y tal vez ya superó la venta de ‘las aguas negras del imperialismo yanqui’ (coca-cola). México ocupa el sexto lugar mundial en producción del grano y el consumo per cápita al año es de 1.2 kilogramos.

Una encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica puso de manifiesto que dos tercios de los mexicanos toman café, mientras que la Procuraduría Federal de Defensa al Consumidor (Profeco) recién informó que la ingesta promedio del aromático es de dos tazas al día.

En septiembre pasado, durante la XVIII edición de la Expo Café en la Ciudad de México, Marcos Gottfried, vicepresidente de Tradex Exposiciones, dio a conocer que el mercado de cafeterías especializadas duplicó sus tiendas en la última década, pasando de mil 100 en 2004 a más de dos mil 300 en 2014, lo cual significa que en promedio, durante ese periodo se abrió una cafetería especializada cada 3 días en el país.

Y si tomamos en cuenta que cada vez se le descubren más beneficios al grano, el número de aficionados a esta reconfortante infusión podría aumentar considerablemente.

Entre sus propiedades está la de ser un gran antioxidante cuya absorción es más fácil para el organismo que los contenidos en frutas y verduras; un estudio efectuado en 2005 en Estados Unidos mostró que los habitantes de ese país recibían la gran mayoría de sus antioxidantes del café; sin embargo, la licenciada en nutrición y ciencia de los alimentos por la Universidad Iberoamericana, Esther Schiffman, sostiene que la dosis máxima de cafeína recomendada al día es de 300 miligramos, es decir, dos o tres tazas de café, dependiendo del tipo de infusión que se tome.

La también maestra en nutrición aplicada apunta que el consumo de café en diabéticos podría ayudarles a controlar su enfermedad, pues una investigación de la Sociedad Química Americana (American Chemical Society) evidenció que los consumidores de más de cuatro tazas de café al día reducían en 50 por ciento su riesgo de padecer diabetes tipo dos.

Pero además el café es un protector del hígado, pues a partir de distintas investigaciones epidemiológicas se sugiere que hay una menor incidencia de tumores hepáticos en los bebedores de café, lo que reduce el riesgo de tener cáncer de hígado.

Un informe publicado en marzo de este año por la Fundación Mundial para la Investigación del Cáncer, constató que la ingesta de al menos una taza de café al día puede reducir hasta en un 14 por ciento el riesgo de cáncer de hígado, pero verificó que quienes bebían dos o más tazas del aromático tuvieron 40 por ciento menos riesgo de muerte por cirrosis que los no consumidores, y aunque un equipo de expertos del Colegio Imperial de Londres, Inglaterra, que forma parte del proyecto, no está plenamente seguro de la razón por la cual el café podría proteger contra esta enfermedad, su hipótesis es que ciertos compuestos contenidos en la infusión ayudarían a combatir las toxinas.

Por su parte la doctora Ruth Pedroza, coordinadora de ingeniería de alimentos en la Universidad Iberoamericana, explica que el café descafeinado tiene mayor efecto en la reducción del riesgo de diabetes tipo 2, cáncer de hígado y en la regulación de glucosa en la sangre y resistencia en la insulina, debido a su alto nivel de antioxidantes, pues al no tener cafeína entran en acción otros ácidos poderosos como clorogénico, caféico, ferúlico y cumárico para cuidar la salud, en virtud de que no se descomponen, no se desactivan y permanecen intactos aun cuando pasen más de ocho horas después de su preparación o se mezcle con alguna leche o crema.

Además, especialistas de la Universidad de Georgia, en Estados Unidos, encontraron que la cafeína puede influir en el gasto de energía y el consumo de la misma, pues por tener un efecto termogénico estimulante del sistema nervioso central genera calor en el organismo, de manera que si en el desayuno se incluye una taza regular de esta bebida se promueve un mayor efecto térmico durante alrededor de tres horas y el gasto de energía se incrementa en 16 por ciento en un periodo de 120 minutos, en comparación con la ingesta de té u otro líquido.

Asimismo, una investigación realizada a lo largo de 12 años y publicada por el American Journal of Clinical Nutrition encontró una relación positiva entre el consumo regular de café y la saciedad en aquellas personas que incrementaron la ingesta de cafeína, que dio como resultado una menor ganancia de peso comparadas con aquellas que la disminuyeron, en virtud de que esta sustancia influye en el gasto de energía y su consumo.

Otra información aparecida en la misma publicación puso de manifiesto que también se puede perder peso tomando café, porque se incrementa el metabolismo de las grasas y el ácido clorogénico que contiene inhibe el crecimiento de preadipositos, precursores de las células que almacenan grasa y que a su vez ayuda al intestino delgado no absorber tanta glucosa, de manera que el café puede convertirse en un aliado en el control de peso.

Si todas estas maravillas no lo convencen de aficionarse al aromático… de todas formas beberé una tasa de exprés ¡a su salud!