Tu rostro mañana, de Javier Marías: la mente humana en acción

Norma Lydia Vázquez Alanís

La Biblioteca de Arcadia

Tu rostro mañana, de Javier Marías: la mente humana en acción

Tu rostro mañana, de Javier Marías: la mente humana en acción
Cultura
Diciembre 29, 2015 10:00 hrs.
Cultura Nacional › México Ciudad de México
Norma Lydia Vázquez Alanís › diarioalmomento.com

Un viaje a las profundidades de la mente humana y las reacciones tan diferentes de cada persona ante situaciones similares, son el leitmotiv de la última parte de la novela ‘Tu rostro mañana’, del escritor y académico español Javier Marías, siempre ocupado en penetrar en la esencia del pensamiento para dar al lector una cátedra sobre las inmensas posibilidades del cerebro.

En ‘Veneno y sombra y adiós’, la tercera entrega de esta interesante novela sobre el comportamiento de nuestra especie, Marías profundiza su indagación por el nexo entre conocimiento y poder para crear un asombroso mural sobre la maldad y la crueldad en el pasado, el presente y el futuro.

La mente aguda, turbadora y siempre inteligente del columnista Marías, convierte la lectura de este volumen (Editorial Debolsillo, Random House Mondadori, colección Contemporánea, 600 páginas, 2010, España) en una experiencia impar e irrepetible que lleva a meditar respecto a la conducta humana en ciertas situaciones.

El autor plantea que lo peor no es que individuo sea incapaz de ‘ver’ claramente a quienes lo rodean, sino que no sepa hasta dónde puede llegar él mismo en un momento dado pero, sobre todo, qué pasará después y de qué manera podrá vivir con el conocimiento de quiénes o cómo somos.

Una de las conclusiones fundamentales de esta novela es que, no obstante todos los esfuerzos por interpretar a las personas, en el fondo estamos destinados al fracaso: los otros, incluso los más cercanos, son desconocidos para nosotros.

Se trata de un texto, como todos los de Marías, donde el hilo narrativo se suspende o se pierde, y se retoma entre continuas digresiones que muchas veces se convierten en pequeños pero sustanciosos ensayos.

De manera que los lectores no encontrarán acción, sino largas disertaciones que reproducen los pensamientos y vacilaciones combinadas con las acotaciones y recuerdos del protagonista-narrador, Jaime o Jacobo o Jacques Deza, cuya cabeza no deja de pensar y su mirada no descansa.

Y es que la mente hiperactiva de Deza, un español educado en la universidad de Oxford, Inglaterra, y, por tanto, bilingüe, regala al lector largos monólogos sobre la traición, la separación, el amor y desamor, el dolor, la violencia, el castigo, la responsabilidad, la culpa, el paso del tiempo, la vejez y la muerte, además del estilo ‘maleducado’ del mundo -que tanto disgusta a Marías.

El extenso volumen logra seducir y atrapar desde el principio porque Javier Marías, quien a juicio muy atinado de la periodista y escritora Janet Malcolm “crea para pensar mejor; su mente es profunda, aguda, a veces turbadora, otras hilarante y siempre inteligente”, aborda -en su cuidada prosa- asuntos que conciernen a todos sus congéneres.

Un punto central de la obra es la disyuntiva entre la imperiosidad del silencio y la urgencia de contar los hechos, de conseguir que las experiencias destacables perduren; con las formas en que relatar hechos puede liberar a alguien del pasado o anclarlo a él. Nadie está libre de la tentación de contar o de la curiosidad u obligación de escuchar, sugiere el autor, quien sostiene que con sólo existir ya entramos en la telaraña de narraciones fatídicas, y en ese sentido no hay día en que de alguna manera no hayamos contribuido al horror, ya sea narrando o atendiendo un relato.

Marías, siempre interesado por lo que sucede con lo que cada quien sabe, ha escuchado o ha visto, profundiza su escudriñamiento para determinar que esos datos no se circunscriben a la esfera de lo privado, pues lo que hacen ciertos individuos en su vida particular es un conocimiento esencial para el Estado, que usa y abusa de esa información; es el nexo entre conocimiento y poder.

Así, relata la manera en que una organización clandestina de ‘inteligencia’ del gobierno británico graba conversaciones y filma escenas comprometedoras, a fin de utilizarlas a su favor para conseguir más información de otras personas de su interés o bien obtener prebendas.

El trabajo de los empleados de esa corporación -creada durante la Segunda Guerra Mundial para espionaje- consiste en analizar los rostros y el comportamiento de sujetos bajo ‘investigación’ observándolos a través de un cristal doble, y pasar un reporte al jefe de su grupo sobre el futuro comportamiento de cada persona, así como una valoración de su personalidad.

En ‘Veneno, sombra y adiós’ son fundamentales no sólo quienes relatan las historias, sino quienes los escuchan, es decir, los testigos de lo narrado; contar algo es un oficio peligroso sobre todo cuando la narración se convierte en un veneno para el receptor. El protagonista de la novela sostiene que su instructor y jefe Bertrand Tupra (uno de sus múltiples nombres) lleva a cabo un proceso de ‘inoculación’ del deseo de violencia y de infundir pavor en el prójimo al mostrar a sus subalternos videos en que se tortura o golpea a la gente.

El análisis que hace Marías del papel que la imagen tiene en este contagio de la violencia es notablemente lúcido y acertado, pero hoy más que nunca un triste reflejo dela vida misma, opina el crítico español Antonio Iriarte.

Pero el lenguaje tiene un rol primordial en esta obra de Marías (y en general en todos sus textos) por su singularidad, su capacidad analítica, su densidad moral, pues se interesa en explorar el lenguaje, materia principal de la narración literaria. Es por ello que Deza se pregunta constantemente por el sentido de algunas expresiones, el significado y etimología de algunas palabras, así como la relación del español con el inglés, el francés, el italiano y el latín; el resultado es una prosa consciente de sí misma, que no asume nada, que lo cuestiona todo y nada da por sentado, lo cual supone por parte del autor un profundo extrañamiento de la lengua.

La prosa de Marías es densa porque es creativa, señala Félix de Azúa, otro crítico español, quien apunta que en ningún momento apela al lugar común, a la frase hecha, al tópico para facilitar las cosas; por el contrario, dedica bastantes páginas a desentrañar expresiones, a mirar con lupa una palabra, una frase, a obsesionarse con las equivalencias lingüísticas entre idiomas.

Pero el verdadero fondo de la larguísima novela ‘Tu rostro mañana’ es el tiempo como apelativo abstracto de una destrucción imperceptible y repetitiva; es un tiempo unidireccional, que no tiene regreso, es irrecuperable; ese tiempo se secciona en varias dimensiones en las que destruye sistemáticamente hasta hacer desaparecer al individuo.

El escritor Javier Marías se inclina por llevar su narrativa con una extrema lentitud casi cercana a la parálisis, lo que le permite hacer que las percepciones, pensamientos y recuerdos de su protagonista se expandan y proliferen a voluntad, por lo que la textura de la obra parece una corriente densa y meditativa, y sin embargo, vacilante e irresistible.

Esta extensa novela de Marías podría considerarse como el adiós melancólico a una Europa ilustrada.

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