Los hechos ocurridos la noche del 26 y 27 de septiembre del 2014 en Iguala, Guerrero, y durante los cuales fueron secuestrados y desaparecidos 43 estudiantes de la escuela Normal Rural Manuel Isidro Burgos que se encuentra ubicada en el municipio de Tixtla, deben ser esclarecidos y no deben quedar relegados en el olvido y al amparo de la impunidad, tal y como ha ocurrido con tantos crímenes que se han cometido aquí en México. Es un hecho que, desde que Felipe Calderón llegó a la presidencia de la República, los asesinatos, los secuestros, la tortura, los asaltos y las desapariciones forzadas se han incrementado en forma alarmante.
Resulta lamentable y hasta vergonzoso, el hecho de que las autoridades federales pudieran estar ocultando lo que realmente sucedió con los 43 normalistas aquella trágica noche, lo cual evoca inevitablemente a lo ocurrido en Tlatelolco la tarde del 2 de octubre de 1968. Es decir, que tanto la policía federal como el ejército, también pudieron haber estado involucrados con un alto grado de responsabilidad, respecto a la masacre y desaparición de cientos de estudiantes. Pruebas evidentes, en relación a lo que realmente ocurrió con los 43 normalistas de Ayotzinapa, y, que difieren de la versión oficial, fueron aportadas en un artículo publicado en la revista Proceso, el cual es el resultado de una investigación periodística realizada por Anabel Hernández y Steven Fisher.
Sin embargo, esta clase de sucesos tan horrendos, van a seguir ocurriendo mientras la sociedad no haga nada por impedirlo. Debe asimilar y tomar conciencia de la magnitud del problema, y actuar en consecuencia. Desafortunadamente, al menos en un país como México, es poco probable que algo así llegue a suceder; debido a que tanto la Iglesia Católica, como “los poderes fácticos”- principalmente el duopolio televisivo conformado por Televisa y T.V. Azteca-, se han encargado de domesticar a un amplio sector de la sociedad desde hace ya mucho tiempo.
Año tras año, día tras día y sexenio tras sexenio, la corrupción, la impunidad, los conflictos de interés, la pobreza, la desigualdad social y la violación a los derechos humanos en genera, han sido un problema constante que lacera y afecta profundamente a la sociedad. Mientras que los gobiernos de todos los niveles y todos o casi todos los partidos, se han dedicado a robar y a mentirle al pueblo de la manera más vil y descarada, y pensando únicamente en sus propios intereses. Ellos no gobiernan para beneficiar a un pueblo que ha sufrido bastante desde hace siglos; sino para beneficiar a unos cuantos empresarios que representan a la “Casta Divina” de la oligarquía mexicana.
Es increíble que tras de haber lesionado y corrompido al país durante tanto tiempo, un partido tan desacreditado como es el PRI, haya regresado a “Los Pinos” en la persona de un discípulo de Carlos Salinas como Peña Nieto. Gobernantes como Ernesto Zedillo, Vicente Fox o Felipe Calderón, nunca debieron haber llegado a la presidencia de la República; puesto que al parecer, ellos han gobernado siguiendo los lineamientos de Washington, de Wall Streets o del Fondo Monetario Internacional que preside Christine Largard, - a quien paradójicamente se le quiso iniciar un juicio en Francia, por haber beneficiado a una empresa en particular, mediante una licitación fraudulenta durante la presidencia de Nicolás Zarcozi-.
Fueron muchos los factores que, desde mi punto de vista, contribuyeron al regreso del PRI a los “Pinos”: compra de votos; desviación de recursos públicos; manipulación de la información con la complicidad de la mayoría de los medios de comunicación; aportación de votos por parte de sindicatos corporativistas tal y como es el caso del Sindicato de Trabajadores dela Educación, etc. Sin embargo, es necesario tomar en cuenta que, hasta para votar se requiere un cierto grado de madurez; la cual al menos en las pasadas elecciones del 2012, brilló por su ausencia, pues tanto las televisoras, como la apabullante campaña electoral priísta, ejercieron una decisiva influencia sobre un amplio sector del electorado.
México, bien podría estar considerado entre los países que conforman a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que dirige irónicamente José Ángel Gurría, como una de los estados con mayor índice de corrupción, inseguridad, desigualdad social, atentados contra la libertad de expresión, -un caso paradigmático al respecto es el de la periodista Carmen Aristegui-, y contra los derechos humanos en general, lo cual resulta sumamente lamentable. De tal suerte que, casos tan dolorosos como los ocurridos en Ayotzinapa, Tlatlaya, la guardería “ABC”, o “Pasta de Conchos” en Coahuila, los cuales son un vivo reflejo de la descomposición social que prevalece en nuestro país, van a seguir ocurriendo mientras la sociedad no reaccione y haga algo por evitarlo. Sin embargo, tal parece como si esta misma sociedad se encontrara perdida entre la bruma de un marasmo, que la hace cada vez más indiferente e insensible con respecto a todas esas desgracias que están sucediendo en México.
Desgraciadamente, todo indica que es muy poco probable que algo así pueda llegar a suceder, dada la manera tan evidente en que tanto el poder legislativo como el judicial, se han subordinado ante los designios del presidente de la República. Partidos políticos como el PRI, el PAN, el Verde Ecologista o el PRD, le cuestan mucho a los mexicanos, y han resultado ser un verdadero lastre. En otros tiempos al menos, un individuo como Emilio Azcárraga Milmo, se jactaba de ser “el más fiel de todos los soldados del presidente”, pero hoy, tal parece como si Enrique Peña Nieto fuera “el más fiel de todos los soldados de Televisa”, por decirlo de una manera eufemística.