Plazas tomadas

Sin duda la segunda plaza más importante en la ciudad de México y probablemente del país es el Ángel de la Independencia, después del Zócalo.
Ambos espacios son raptados por dos partidos políticos de manera constante. Y como estos lugares hay cientos a lo largo y ancho del país, en nombre de la democracia, porque erróneamente se considera que donde hay partidos políticos competitivos hay democracia.
El primero por el PRI, que con su acarreo desde el estado de México la noche del 15 de septiembre es declarada una plaza de armas del tricolor.
El otro espacio que debe ser de los capitalinos y del resto de los habitantes del país, es el Ángel de la Independencia, tomado por el Partido Acción Nacional, desde tiempos en los que Manuel J. Clouthier tomó de escenario de su breve huelga de hambre.
En un momento en el cual los partidos políticos no representan a nadie en México, ahora estas organizaciones roban espacios a la población, que es la propietaria única. Porque los partidos políticos tienen sus propios espacios, otorgados con presupuesto producto de las contribuciones; sin embargo, los espacios propios de los partidos a los que no tiene acceso la población.
Para tener derecho a ingresar al auditorio Plutarco Elías Calles del PRI, en sus instalaciones en Insurgentes norte, se requiere algo más que se militante, de otra manera es imposible ingresar.
Lo mismo sucede con los espacios del PAN; sin embargo, el PRI, el PAN y el PRD han tomado los espacios públicos por asalto para hacer de ellos bastiones que, como territorio liberados de una guerrilla estéril, tratan de mostrar como propios.
Los partidos políticos consideran que todavía representan a los mexicanos cuando no se han dado a la tarea de conocer lo que sus propios militantes quieren hacer de su organización. Son asociaciones donde la cúpula decide, sin consultar a nadie, previo acuerdo con el resto de las direcciones del resto de partidos que convienen decidir por sus militantes, por sus simpatizantes y por sus votantes.
Ahí están las reformas estructurales como ejemplo de lo anterior.
Cuando las manifestaciones de inconformidad contra el gobierno, partidos políticos y autoridades quieren rescatar las plazas que le son propias históricamente, la fuerza policiaca lo impide en nombre de la salvaguarda del orden, cuando en realidad lo que preserva la milicia en este país son los privilegios de una élite añeja en el poder, que tiene que ver con los partidos políticos estrechamente.
Entonces no podemos pensar otra cosa más que en el despojo de los espacios propios de la población, porque hay varias voces dentro de los segmentos más conservadores de la ciudad de México y del país, que quieren implantar algo que llaman la regulación de marchas, cuando las marchas están reguladas en la constitución, que ellos mismos violentan al tratar de reformar legislaciones que afectan a personas extrañas a la clase privilegiada.
La guerra contra las manifestaciones callejeras corre paralelamente a la del secuestro de las plazas públicas donde la población ni se expresa ni se manifiesta, están reservadas para actos oficiales.
Ahí podemos ver a los panistas la noche del 15 de septiembre celebrar con el grito de independencia su aniversario como partido político, lo cual se expresa como una aberración y muestra de la degeneración de la política mexicana, cuyos actores actúan cotidianamente en la impunidad no sólo por los delitos cometidos a través de práctica consuetudinaria de corruptelas sino porque roban los espacios a una población mal informada y poco proclive a expresar su inconformidad.
Las plazas son propiedad de todos, sin embargo, son resguardadas por uniformados que se han dedicado a descuidar la seguridad de la población y concentrado en la preservación de privilegios de una clase cada día más lejana la gente. Tan lejana que no quieren ver al pueblo ni en las proximidades de las plazas públicas, cuyo derecho a ellas ha ganado el pueblo de México a través de la historia.