La vida como es…

Pobres

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Periodismo
Septiembre 25, 2013 11:52 hrs.
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Octavio Raziel › diarioalmomento.com

Bien aventurados los pobres…
Jesús, qué buen sentido del humor tienes.
En México hay 53.3 millones de habitantes en pobreza absoluta y otros 40 están a punto de caer al precipicio de la inopia. Adiós clase media, adiós.
¿Cómo son los pobres de mi patria?
Suelen ser silenciosos; y cuando hablan, lo hacen sobre su pobreza. Sus ojos son los de la pobreza que no llora, que no tiene voz. La pobreza -se les ha enseñado- fue enviada por Dios para sufrirla por el mártir del Calvario. Abnegación que será premiada por la Guadalupana: “No estoy yo aquí que soy tu madre”. Pobreza y religiosidad entre mis compatriotas es, como diría André Bretón, “un surrealismo en estado puro”.
Los pobres de mi patria sufren en silencio; la pobreza no se rebela. Van desfilando con una indiferencia de piedra tallada, todos serenos, todos inmutables, con ese entrecejo de austeridad que tanto los identifica. No hay asombro, no hay alegría, no hay tristeza, no hay nada.
Son mugrosos porque antes que gastar en un jabón de pasta compran una tortilla; son desarrapados porque las garras que traen puestas les han servido para cubrirles del frio; son sombrerudos porque así han atajado el sol y las mentadas que les envían los de arriba (¿Qué favor le debo al Sol por haberme calentado, si de chico fui a la escuela, si de grande fui soldado, si de casado fui cab… y a muerte condenado? ¿Qué le debo al Sol por haberme calentado?) Son borrachos de rones porque el alcohol del 96 lo prohibieron las empresas vinateras; son cotonudos porque su viejo cotón es más caliente que el periódico de ayer.
Los compran con un una copa de alcohol pero nadie les ofrece una pieza de pan.
Pobres de mis pobres.
Cuando estudiante universitario Alberto escuchó: utiliza tu oratoria para combatir la pobreza, la injusticia. Joven jilguero de los vallejistas vio caer a sus compañeros de lucha: A unos los suicidaron, otros murieron en Lecumberri; algunos salieron al sol a rumiar su aventura y otros se hundieron en lo más profundo de su idealista cueva.
El hombre, como muchos animales marca su territorio. Tiene, como la araña, su coto de caza. Hilos cruzados de un capullo. Los pocos ricos evitan contaminarse de los muchos pobres. Un pobre no tiene miedo de caer pues está pisando el fondo, mientras que el poderoso tiene terror a conocer la profundidad del infierno donde habita la prole. El pobre espera sentado, soñando regresar algún día a su pueblo, triunfante; el rico que cae se enfrentará al abandono de los amigos. No habrá compañeros de la banca que mitiguen su pena, ni hermanos que le defiendan de los golpes que le tiran para acabar de hundirlo.
La pobreza no es tanto no tener, sino estar desprendido de todo. Miseria, carencia, penuria, escasez, necesidad, sinónimos que no les dicen nada; sólo conocen la palabra pobreza.
Calificados por los de arriba como ignorantes, tontos, son consecuencia de una educación manejada por la cúpula del poder. Si no, cómo explotarlos.
Abandonados a su suerte, su conciencia vacila, tiembla, mientras el crimen pretende aturdirle frente a un suicidio que le zumba en sus oídos.
Alberto se pregunta si sus pobres son los mismos de otras latitudes; si sufren las mismas penurias y carecen de las mismas capacidades. Pobres, iguales a los ojos de Dios; “todos somos iguales, pero algunos más iguales que otros” diría George Orwell.
Mientras tanto, el 1 por ciento de la población mexicana que gana más de 58 mil pesos mensuales rumia contra el proyecto de reforma hacendaria.
Pobrecito mi patrón que piensa que el pobre soy yo, cantaría Facundo Cabral.

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