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Renunció el presidente (de Hungría) por plagios en su tesis

Renunció el presidente (de Hungría) por plagios en su tesis
Política
Agosto 26, 2016 11:17 hrs.
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José Antonio Aspiros Villagómez › diarioalmomento.com

El plagio y la piratería son temas recurrentes, que cobran notoriedad en la medida que sus protagonistas son conocidos. Por eso, el caso de la tesis del presidente Enrique Peña Nieto ha recorrido las redes y los medios de comunicación, si bien en éstos con poco énfasis.
En síntesis, se debe recordar que, el 21 de este agosto, en el programa de la periodista Carmen Aristegui se dio a conocer que, en su tesis para titularse como licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana en 1991, el hoy presidente habría plagiado ’al menos 197 párrafos de los 682 que integran el texto’ titulado ‘El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón’.
No hubo respuesta de parte del inculpado, pero sí de su vocero Eduardo Sánchez, para quien ’por lo visto, errores de estilo como citas sin entrecomillar o falta de referencia a autores que incluyó en la bibliografía son, dos décadas y media después, materia de interés periodístico’.
El caso tiene varias facetas. Se pueden juzgar el oportunismo de la denuncia periodística en vísperas del informe presidencial, en el contexto de la constante victimización de Aristegui, el principio ético de no robar textos ajenos para presentarlos como propios, y las implicaciones jurídicas que pudieran derivarse de la legislación sobre derechos de autor.
O, incluso, la disculpa del señor Sánchez a nombre de su jefe -’errores de estilo’­­­­-, que mereció este fin de semana una respuesta por parte de la Asociación Mexicana de Profesionales de la Edición, AC (PEAC): ’los profesionales de la edición abajo firmantes preguntamos: ¿a qué estilo se refiere?, ¿al estilo de la Universidad Panamericana?, ¿al estilo del autor de la tesis? ¿O está diciendo que fueron errores del trabajo de corrección de estilo?’
En esa carta, que circula por las redes sociales, PEAC puntualiza que ’verificar la originalidad y pertinencia de los contenidos no es, ni nunca ha sido, parte del proceso de corrección de estilo; por lo que tampoco es responsabilidad del corrector poner comillas o marcar citas no indicadas por el autor’.
Y aclara que, corregir el estilo, consiste en cuidar de manera integral un texto ajeno, ’tanto en su aspecto formal como en su contenido’. O sea que, ’además de detectar erratas y deficiencias gramaticales u ortográficas, un corrector cuida que los documentos que trabaja cumplan con la función comunicativa para la que están destinados’.

Para los miembros de PEAC, el problema en la tesis del presidente no es la ausencia de comillas, como trató de minimizar el vocero, ya que ’con palabras también se indica cuando se retoman ideas de otras personas’, sino que ’la cohesión y coherencia de un documento estarían seriamente comprometidas si éste se conforma de citas textuales (entrecomilladas o no) sin que el autor las justifique’.
Entre las informaciones y comentarios que generó el caso, hubo una entrevista de Enrique Hernández Alcázar (W Radio, 22 de agosto) al magistrado del Poder Judicial de la Ciudad de México, Eduardo Alfonso Guerrero Martínez, quien fue asesor de la tesis del hoy presidente, y sugirió que la culpa habría sido, no del autor, sino de los que transcribieron la tesis, porque en ese tiempo no era, como ahora, en que ’tú llevas el disco o la USB y te la imprimen tal como viene’.
El entrevistador le preguntó entonces: ’¿pero a poco en la máquina de escribir no se podían poner comillas?’. Y la respuesta fue: ’A ver, sí se pueden poner comillas, pero imagínate, se pasan uno, dos, tres párrafos y eventualmente se pudieran haber saltado, la persona que transcribió, esas comillas’.
Ante ese argumento, PEAC consideró que ’no es posible lo dicho por el magistrado (…) quien afirma a manera de desagravio que las comillas desaparecieron en la imprenta, durante la transcripción’. Y explicó dicha asociación que, ’ni ahora ni en el siglo XVI, las imprentas han tenido la facultad de alterar contenidos en los textos que se les entregan; desde entonces a la fecha, hay un control de calidad que busca cubrir los naturales errores humanos: nuevamente, es responsabilidad de quien firma (y quien respalda) revisar lo que habrá de publicarse’.
Termina la carta de PEAC, con la sentencia de que ’no sólo es falto de ética publicar como propias ideas y redacciones de otras personas; también lo es pretender delegar la responsabilidad de ello en los procesos editoriales’.
Renuncias por plagios

El plagio de tesis ha hecho rodar cabezas de funcionarios en otros países, porque con ello perjudican la imagen nacional. En abril de 2012, el presidente de Hungría, Pal Schmitt, de 69 años, dimitió del cargo y fue despojado de su doctorado en deportes, debido a que la Universidad descubrió ’que había copiado parte de su tesis sin citar a los autores originales, una acusación que él niega’, según informó la agencia Reuters.
Al año siguiente hubo un hecho parecido en Alemania, donde la ministra de Educación, Annette Schavan, 56 años, renunció luego que la Universidad de Düsseldorf le retirara el título de doctora, obtenido 33 años atrás, porque -informó el diario español ABC- ’incluyó ‘de forma sistemática y premeditada’ en su tesis doctoral un trabajo intelectual que no es suyo’. La ministra reconoció ’posibles descuidos’, pero negó las acusaciones de plagio.
Otros episodios que mencionó la misma fuente, tuvieron que ver con el ministro de Defensa Karl Theodor zu Guttenberg, quien renuncio, y con los eurodiputados Silvana Koch-Mehrin que debió dejar la vicepresidencia del Parlamento Europeo, y Jorgo Chazimar-Kakis, al que se retiró el doctorado, siempre por razones de plagios.
Y si miramos puertas adentro, según el diario Unión de Jalisco (17-05-2013) el diputado local y académico de la Universidad de Guadalajara, Jaime Prieto, ’aparentemente copió de la enciclopedia Wikidedia parte de una iniciativa para tipificar como delito la desaparición forzada de personas, además de no citar la fuente’. El legislador por el PRI alegó ’que no fue plagio, simplemente los datos de Wikipedia se tomaron en cuenta para justificar y motivar la iniciativa’.
Pero no pasó de que fuera atacado en las redes sociales. En cambio, cuando al escritor Sealtiel Alatriste, sus enemigos del medio literario lo acusaron de plagio tras saberse que recibiría el Premio Xavier Villaurrutia 2012, declinó el galardón y presentó su renuncia como coordinador de Difusión Cultural de la UNAM. El doctor en Historia Boris Berenzon Gorn (2013), también de la misma casa de estudios, fue asimismo denunciado por una falta similar.
Y cuando lo de Alatriste, la escritora Guadalupe Loaeza escribió que, ’el que no haya plagiado en su vida, que tire la primera piedra, estoy con Sealtiel’, según datos de la periodista Carmen García Bermejo (El Financiero, 11-04-2012).
Son muchos los casos así. Existe un blog de ’cazadores de plagios’, una página (copyscape.com) para que los interesados los busquen, y un ’nuevo método de detección de textos plagiados que compara criterios de estilo y de contenido para ver si un documento escrito en un idioma ha sido copiado en otra lengua’ (Efe, 04-05-2011), desarrollado por el mexicano Alberto Barrón-Cedeño. Pero los plagios continúan.
Entre muchos otros a través de la historia, han sido acusados también, con o sin razón, o porque sus ayudantes (‘negros’, en el argot editorial) no los previnieron, personajes tan conocidos como José Saramago, Camilo José Cela, Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Carmen Boullosa, la periodista mexicana que firmaba como ‘Bambi’, Arturo Pérez Reverte (indemnizó al demandante), Héctor Aguilar Camín, Guillermo Samperio y, dos veces, Alfredo Bryce Echenique, a quien tuvieron que llevarle el premio de la FIL Guadalajara a su casa, en 2012.
Según publicó la agencia Apro (16-02-2012) Ley Federal del Derecho de Autor no menciona el término ’plagio’ pero, sí, protege las ’obras literarias o artísticas (…) en lo que tengan de originales’, mientras que la ya citada García Bermejo escribió que, ’en México, la norma sanciona la reproducción indebida de obras, si el ilícito se logra demostrar en un tortuoso proceso. Además, quien denuncia el plagio vive un doble suplicio: ser relegado del mundo literario y ser tratado como si fuera el infractor’.
Para su extensa nota al respecto, García Bermejo entrevistó entre otros al escritor Víctor Velorio, al que Fuentes le habría plagiado su novela ‘El unicornio azul’ para escribir ‘Diana o la cazadora solitaria’, y quien dijo que su demanda legal había sido la primera de esa naturaleza en México, pero ’nadie, ni los empleados de las oficinas de Derechos de Autor, sabían cómo proceder’.
Y ’los problemas se multiplican -agregó- cuando hay que probar el plagio en los juzgados’. Acerca de su denuncia, el juez ’confundió las leyes aplicables y dictaminó que, aunque efectivamente las similitudes que yo señalaba eran ciertas, mi demanda no procedía porque yo no era dueño de las palabras’, por lo cual no ganó el juicio, además de que fue amenazado por el gerente de Alfaguara, Sealtiel Alatriste, de que, si insistía, sería boletinado para que nadie publicara sus obras.
Pero cuando se trata de ’errores de estilo’, no pasa nada con el autor. En México.

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José Antonio Aspiros Villagómez
Licenciado en Periodismo
Cédula profesional 8116108 SEP
antonio.aspiros@gmail.com

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