Retroceso electoral

La época de los partidos satélites regresó.
Recordar al PARM, al PPS, al PSD, PST, PDM, entre otros que mostraron la fragilidad de la democracia mexicana asentada en partidos y el poderío autoritario del mando partidista único. Ahora, ante la proliferación de partidos, pero no de ideas políticas, el PRI, muestra su debilidad ante lo que sabe será una de sus más dolorosas derrotas electorales.
La secuela de dos sexenios priístas en el Estado de México que se dedicaron a hacer negocios propios, manejar a la justicia a su antojo, a proteger la delincuencia organizada y la común, a evitar la transparencia a proliferar la violencia, entre otros muchos problemas que un gobierno digno de llamarse así puede evitar con un poco de voluntad política.
Ahora el PRI parece intentar adquirir juventud de su pasado y recordar los viejos tiempos en los que la democracia instalada en los partidos satélites, al igual que la democracia prendida de alfileres, engañaba a los mexicanos ya los extranjeros con un apoyo ficticio de membretes.
El sexenio de Enrique Peña Nieto y el de Eruviel Ávila Villegas son experiencias que los mexiquenses no desean ni a su peor enemigo.
Esta vez, en pleno siglo XXI se confirmó la coalición electoral entre el PRI y los partidos Verde Ecologista de México, Nueva Alianza y Encuentro Social, para competir en las elecciones del 4 de junio en el Estado de México.
Las autoridades federales han dado muestras de ser los dueños de las conciencias de los líderes de los diferentes partidos, es de las primeras horas de haber tomado posesión. Ahí está el Pacto por México, que se crea a partir de la necesidad de comprar las conciencias de las cúpulas partidistas para que se legislara favorablemente el bodrio que resultaron todas y cada una de las reformas estructurales, que todavía no se consolidan ni se echan a andar como esperaban los inexpertos impulsores de un proyecto cuyas repercusiones no desconocían.
La oposición en el Estado de México está conformada por una fuerza superior en número de votantes y raíces sociales, porque la coalición electoral PAN-PRD, podrá recibir las críticas que sea sobre el hecho de ser un partido híbrido que crea un gobierno híbrido, pero les ha funcionado en Puebla, Oaxaca, Sinaloa, entre otros. Han ganado elecciones, los excesos y omisiones extremos que caracterizan a los malos gobiernos, son las que han derrotado a esas coaliciones en su intento por preservarse en un espacio definido. Este tipo de alternancia tiene a desaparecer, ante los estrambóticos gobiernos del PRI, ahí está el caso de Chihuahua y Veracruz con los Duarte, o de Quintana Roo y Nuevo león, con Borge y Medina.
En el Estado de México, último bastión del PRI, aunque no sea el candidato Alejandro Encinas, quien podría atraer a Morena en un alarde de capacidad de negociación. Y Morena podría dar una cara nueva con la certeza de que ganaría su primera gubernatura, luego de que le arrebataron Zacatecas.
La soberbia que caracterizó en algún momento a Andrés Manuel López Obrador, debe transformarse si quiere atraer simpatizantes, militantes y electores. Por su parte, definirse ante la agonía de la añeja geometría ideológica que intentó equilibrar el mundo, entre izquierdas y derechas.
El hecho es que desde ahora y hasta la derrota del PRI en el Edomex, lo que suceda en la lucha por el poder de la entidad será una gran clase de política, de una clase política que tendrá la oportunidad de demostrar que está a la vanguardia, no sólo para arrebatar el poder vía las urnas sino también en quienes intentan preservarlo, con el derecho que le dan no sólo las leyes electorales sino un poderío extrademocrático que muchas veces es relegado por el triunfo electoral dudoso.
Sin embargo, es inevitable que la vanguardia se haga a un lado y podamos ver una lucha por el poder entre lo nuevo y lo viejo, o lo que es peor de lo viejo contra lo más viejo.