Taxco, entre la plata y la arquitectura colonial


*Uno de los centros mineros más antiguos del continente americano, cuenta con una gran diversidad de atractivos turísticos

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Taxco, entre la plata y la arquitectura colonial
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Mayo 19, 2019 15:57 hrs.
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Domingo, 19 de mayo de 2019

Situada en el estado de Guerrero, a cerca de dos horas por carretera de la Ciudad de México, la ciudad recibe el nombre de Taxco de Alarcón, porque el gran escritor y dramaturgo del Siglo de Oro nació en esta localidad que lo recuerda y conmemora con estatuas, leyendas callejeras y un festival literario cada año.

Pasear por Taxco exige buenas piernas y calzado resistente ya que todo es cuesta arriba (o abajo) con suelos empedrados de rústicos que conservan su belleza y diversidad original.

Al pisar sus adoquines, doblar cualquier esquina, descansar en las plazuelas sombreadas por el frescor de una fuente o enfilar callejones amurallados de piedras, se palpa una parte esencial de la historia de México.

El Templo de Santa Prisca, una iglesia de más de 260 años de antigüedad, de estilo barroco novohispano, es un icono de la ciudad.
El Templo de Santa Prisca, una iglesia de más de 250 años de antigüedad, de estilo barroco novohispano, es un icono de la ciudad.

El corazón de la ciudad

En 1821 se redactó en el Convento de San Bernardino de Siena el Plan de Iguala o de las Tres Garantías por Agustín de Iturbide, que posteriormente, el 24 de febrero de ese año, habría de firmar con Vicente Guerrero en la ciudad de Iguala, lo que aceleró la Independencia de México de España con la unificación de los ejércitos insurgente y realista.

Muchos de los edificios son de estilo virreinal. El Templo de Santa Prisca, una iglesia de más de 250 años de antigüedad, de estilo barroco novohispano, es el icono de la localidad. Sus dos enormes torres paralelas se vislumbran desde cualquier punto y constituyen el corazón de la ciudad de más de 100 mil habitantes.

Curiosamente, Taxco se fundó por casualidad. En 1521 Hernán Cortés mandó una patrulla a buscar estaño, mineral que necesitaba para mezclar con cobre, aleación necesaria para construir más cañones. La expedición regresó con muestras que contenían plata y Taxco comenzó su andadura. La antigua hacienda de Hernán Cortés es ahora un centro educativo.

Las minas de Taxco llegaron a ser el primer centro minero más antiguo de América y, aunque se explotó la plata hasta tiempos recientes, hace 11 años que las minas están cerradas.

Sin embargo, las centenarias artesanías plateras siguen su pujanza, dado que las piezas en plata de Taxco son mundialmente reconocidas. La localidad está regada de grandes y pequeñas platerías y de modestos artesanos que venden sus piezas en tianguis y grandes diseñadores con lujosos establecimientos.

El zócalo, frente a la iglesia de Santa Prisca, es el centro neurálgico de la ciudad donde se baila, se vende, se toma una nieve y se palpa la intensa vida social que llega por todas las cuestas tanto a pie como a bordo del auto favorito de la ciudad, el Volkswagen Beetle, al parecer el único vehículo, fuera del burro, que aguanta tanto desnivel.

Las centenarias artesanías plateras de Taxco son mundialmente reconocidas. La localidad está regada de grandes y pequeñas platerías y de modestos artesanos que venden sus piezas en la calle o de grandes diseñadores con lujosos establecimientos.

La iglesia de Santa Prisca, 1751-1758, una de las más relevantes de estilo churrigueresco del país, fue pagada en su integridad por el magnate de la plata de la época, José de la Borda, oficialmente aragonés.

Aunque cuentan las crónicas locales que no era aragonés sino francés, Joseph Gouax de la Borde, que cambió de nombre para integrarse mejor entre los españoles y evitar problemas con la Inquisición.

Esencia religiosa

Joseph se recicló en José y qué mejor manera de pasar por ’castellano viejo’ que pedir permiso al Papa para construir y pagar de su bolsillo un gran templo del que haría sacerdote a su único hijo varón.

Salvado este escollo, Juan de la Borda, ya casado con la hija de otro propietario minero, trajo a su hermano Francisco y lo casó con su cuñada, convirtiéndose así en el propietario minero más acaudalado de la zona tras heredar las minas de su suegro.

Un viaje en teleférico permite contemplar Taxco desde las alturas y más arriba aun desde el Cristo Monumental en el Cerro de Atachi, inaugurado el año 2002.

Mide más de 32 pies y la vista de la ciudad desde este cerro es inigualable. Hoy le falta una mano y la cabeza ha sido apuntalada debido a daños ocasionados por el terremoto que sacudió a México el 19 de septiembre de 2017.

Los edificios religiosos que visitar son innumerables, como el templo del exconvento de San Bernardino de Siena, construido en 1592, que alberga las imágenes del Cristo de los Plateros y el Señor del Santo Entierro, uno de los templos más antiguos de América.

El Templo de Santa Prisca fue en su día el edificio más alto de México y la Parroquia de la Preciosa Sangre de Cristo, mejor conocida como Parroquia de Chavarrieta, tiene una plazoleta con mirador.


Además de la Parroquia de Santa María de Guadalupe, que celebra su fiesta el 12 de diciembre con un concurso de mole, quema de castillos y fuegos artificiales, el recorrido incluye la parroquia de San Miguel Arcángel que data del siglo XVI, el templo de San Nicolás, el Templo del Señor de la Santa Veracruz, la Capilla de la Santísima Trinidad y el Templo del Señor Ojeda, más humilde y sencillo.

El paseo pausado por la ciudad se hace entre casas encaladas de calles empedradas y balcones cuajados de flores hasta toparse con la Casa Borda, uno de los edificios coloniales más emblemáticos de Taxco, construida por el arquitecto Juan Joseph de Alva, autor también de la parroquia de Santa Prisca y que hoy es un centro cultural.

El Museo de Arte Virreinal (Casa Humboldt), data del siglo XVI y aunque tuvo varios usos como hospital, casa de huéspedes y sala de venta de artesanías, hoy es museo desde 1992.

El pequeño local Tacos de Roy que, aunque muy modesto, sirve los mejores tacos de chuleta, según los locales, con una salsa de chicharrones, producto secreto de la familia que pasa la receta de generación en generación.

Casa de las lágrimas

Merece una visita exhaustiva el Museo Casa de las Lágrimas y los lavaderos públicos del siglo XVIII, donde las mujeres se congregaban para hacer la colada, lugar de encuentro y de chismes donde se contaba de todo mientras se lavaba la ropa.

La Casa Museo de las Lágrimas, originalmente Casa Figueroa, fue construida en 1767 para el Conde de la Cadena, Magistrado Prefecto Político por el Distrito de Alarcón, amigo de José de la Borda.

Su historia ha dado origen a su nombre porque, entre sus muros, se derramaron muchas lágrimas, comenzando por su propia construcción. La casa fue erigida mayormente por miembros de la tribu tlahuica, quienes, cuando no eran capaces de pagar sus tributos, eran condenados a la construcción.

Al fallecer el Conde de la Cadena, la casa pasó a un descendiente que llegó acompañado de una hija, que se enamoró de un indígena. Para evitar los amoríos el padre mató a su hija.

La casa fue abandonada durante largos años, pero su leyenda y tragedias persisten. Sus paredes vieron castigos a prisioneros cuando fue cuartel general de José María Morelos y Pavón durante la Guerra de Independencia, o a los jóvenes cuando se convirtió en reformatorio.

Tuvo otros usos civiles pero la mayor leyenda repleta de lágrimas se produjo a finales del siglo XIX, cuando la Casa Figueroa llegó a manos de una última heredera, una anciana llamada Basilisa, que escondía su inmensa fortuna y joyas en huecos que hacía en los muros. Hoy se aprecian estos huecos en la visita al museo.

La anciana, enajenada, vivía sola, sin familiares y servidumbre y conocida popularmente la historia de su fortuna escondida en los muros de la casa, alguien la robó y asesinó cortándole la cabeza que quedó encima de su cama, mientras su cuerpo era arrastrado por la calle.

La casa cuenta también con un ’cuarto secreto’, accesible desde una escotilla en el techo, totalmente oscuro y solo con un respiradero escondido entre la maleza exterior, utilizado por las jóvenes para esconderse de los soldados en los tiempos de guerra para evitar ser ultrajadas.

Gastronomía y rutas

Los hoteles de todos los tamaños y precios riegan la ciudad. Desde los elegantes: La Misión, construido encima de una antigua mina prehispánica que se puede visitar desde el mismo establecimiento; o el Montetaxco, en una colina con la mejor vista de la ciudad desde sus elegantes instalaciones y gran piscina, pasando por los sofisticados Pueblo Lindo y Posada San Javier, con románticas terrazas para degustar los mejores platillos locales y las mejores vistas de Santa Prisca y las colinas.

Taxco ofrece dos excursiones obligatorias. La primera a las Grutas de Cacahuamilpa, regentada por la comunidad local, a 25 kilómetros. De impresionantes proporciones, algunas de sus salas alcanzan 68 pies de altura y 132 pies de ancho.

En una de ellas existe un anfiteatro en el que se celebra la música y la literatura durante las Jornadas Alarconianas (mayo) o La Feria de la Plata (noviembre) en las que han intervenido figuras como Miguel Bosé y Andrea Bocelli.

Fueron creadas hace 85 millones de años por el efecto erosionado del rio San Jerónimo que ahora corre por debajo de la gruta. Repletas de estalactitas y estalagmitas y de impresionantes formaciones de gran tamaño el recorrido es placentero. Dos kilómetros de ida y dos de vuelta por un camino de cemento bien acondicionado. Taxco tiene todo esto y mucho más.

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