¡Qué conste... los olvidados!

Todo el día los chinga

Todo el día los chinga
Política
Mayo 26, 2017 20:46 hrs.
Política ›
Sócrates A. Campos Lemus › diarioalmomento.com

La cigarra anuncia la lluvia y el llanto, comienza despacito como queriendo tocar y después su ruido es enorme, llega seguro a las alturas y Dios sabe que no hay agua en la tierra y pronto juntará algunas gotas por gotas y en las nubes recién hechas sacará los truenos y las gotas, el animalito de la cigarra es pequeño, su voz de protesta es enorme, grande, pero en ello deja una parte de su ser, se cambia la coraza y nosotros solo lloramos, protestamos, nos encabronamos, nos molestamos nos atendemos unos a los otros y nos quedamos en silencio y no hacemos nada, no tenemos valor ni de cambiar nuestra coraza para liberarnos del dolor y de la tristeza y ser mejores y más… por eso en cada surco todo va derecho, se va el animal que opera con los bueyes que jalan esperando que el barzón no se rompa y el arado resista, se va pisando tierra reseca esperando la lluvia para ser algo y dar algo, todo en el campo es espera, espera para nacer y morir, espera para crecer y ser, espera para cobrar o trabajar, espera con la pobreza y la explotación y la nada… tenemos que saber esperar pero de tanto esperar nos hemos paralizado y solamente vemos a los políticos ser más ricos y llegar de vez en vez apurando a sus escoltas para dejar a los mugrosos y apestosos. En un mitin de Don Fernando Gutiérrez Barrios cuando andaba en la contienda por Veracruz, me tocó escuchar a un líder de la pequeña propiedad muy molesto porque los que llegaron del corte de la caña venían mugrosos y apestosos, entonces enojado, alguien le dijo: Pues si amigo, ellos apestan y están mugrosos porque todo el día le chingan y usted está bañado y limpiecito porque todo el día los chinga, esa es la diferencia… y es cierto. Pero todos se callaron… nada cambió.
Hoy sigue igual todo, unos están muy ricos y son perseguidos porque perdieron y se apendejaron, sino estarían igual que antes, los que llegan están chingando porque pueden culpar de lo que se chingan a los que se fueron, total, nadie sabe cuánto en realidad se repartieron entre los jefes de jefes y con cuánto se quedaron, cualquier cantidad es enorme para los que cobramos apenas, cuando hay jale, setenta pesos por jornada y podemos morir quemados, por mordedura de víbora, por alacrán, por volcadura de troca, por enfermedad, y entonces viene el otro viacrucis y aunque diga el curita que hay que tener resignación, nos vamos encabronados, los jefes no nos pagaron porque nos vamos, no nos ayudan porque no son familia y nosotros tenemos que envolver a los muertos en petates y cargar con ellos y sus llantos y resentimientos, mientras, los políticos, están fiestando…
Llegando a la tierra, después de no sé cuántos atascos y chingas para dar dinero a los polis que nos paran a cada rato, pues va llegando la gente, traen el cabo de cera, las flores, el arroz o la manteca, el pan y el chocolate, el pedazo de carne, la gallina, el huevo, el frijol, todo para que los vivos comemos mientras lloramos por el que se va, por el muerto. Allá se juntan las señoras para tortear y chismear si eran buenos o andaban de canijillos, acá se juntan los hombres para tomar café y piquete, para contar chistes o simplemente estar callados, los pobres ya no tienen ni palabras, se van terminando. Me pregunto para qué darle esta fiesta al muertito si en verdad los que lo sienten son los suyos y nosotros solamente vamos porque queremos un trato igual, pero no es cierto. él se muere en el surco, de pronto, arriando a la yunta, pues comienza a gritar y le duele el brazo y después se toma el corazón y se cae, se comienza a revolcar, nadie sabe que sucede, solo se ve a lo lejos porque los otros andamos en el corte de tomate, en la fresa o la recolección de calabaza, los niños son los que más ven porque ellos voltean a cada rato para aprender lo que hay, que no es más que trabajo y llanto y pobreza y son los que avisan: ’Don Pancracio se cayó, se revuelca en el surco, se revuelca en la tierra’ cumpliendo aquello de que polvo somos y en polvo nos convertiremos con nuestra alma en pena…
Hay veces que vienen los alumnos y me dicen que les cuente de dónde venimos y ¿qué les cuento? Todos los pueblos de donde salimos los jodidos son iguales, no hay nada, todo seco, lejos de todo, escuchando los vientos y esperando los tiempos, escuchando a las cigarras y es cuando sabemos que hay que emigrar. Vamos encargando los animalitos y la casa a los que se quedan y prometemos darles unos pesos cuando regresemos para que ellos la pasen, nadie vive en esos pueblos, se pasa, se medio vive. Los otros se fueron antes, de vez en vez llega el aviso de que mandaron dólares, y otro cantar, hay va la viejita como puede hasta el pueblo y con la esperanza de poder llamar al hijo o al nieto y más que hablar es llorar, no dicen mucho, solamente lloran, en cada lágrima se sabe cuánto los extrañan y cuánto los quieren y cuánto tiempo falta para que la entierren, y después, el del banco los chinga porque pone muchos peros, que si no sabe firmar, que si la tarjeta está vencida, si en verdad es ella, si en la mica de votar ya no se parece, en fin, pretexto para chingar y para terminar pagando menos… y no hay nadie con quién quejarse y si estuviera entonces no sería uno sino dos los que jodieran y así, en el surco se deja la vida, el alma y la pena, mientras tanto, políticos se llevan el dinero que es para el campo… pocos se enteran y pocos se pueden quejar, están muy lejos de todo, hasta de los chismes y de los dineros… mientras, las cigarras cantan o lloran nadie sabe ni se sabrá…solamente se escucha llorar y el olor a copal… así es la muerte en el surco.
socrates_campos8@yahoo.com.mx

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