Violette, retrato de una escritora maldita


“Cuando una es guapa, por la calle admiran su belleza; cuando es fea, en la calle miran su fealdad”

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Violette, retrato de una escritora maldita
Espectáculos
Junio 11, 2014 09:55 hrs.
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Mercedes Arancibia › diarioalmomento.com

En su loable empeño de rescatar para la historia algunas artistas femeninas a las que la vida trató injustamente y los manuales apenas reconocen, el realizador francés Martin Provost, quien se dio a conocer con el largometraje Séraphine (retrato de una pintora naif que no supo retener sus cinco minutos de gloria), estrena en las salas españolas, el 13 de junio de 2014, Violette, producción franco-belga interpretado por Emmanuelle Devos y Sandrine Kiberlain, sobre la atormentada peripecia vital y literaria de Violette Leduc, una mujer que consiguió interesar nada menos que a Simone de Beauvoir con su primera novela, titulada La asfixia, relato de la complicada relación que tuvo con su madre.

A finales de la segunda guerra mundial Violette, huyendo de la violencia pero sobre todo del hambre se encontraba en algún lugar de Normandía compartiendo una habitación alquilada con el escritor homosexual Maurice Sachs, escondido para evitar ser deportado y haciéndose pasar por matrimonio. Comienza a escribir una especie de memorias para expulsar toda la rabia que ha acumulado con los años, cuyo origen hay que buscar en su condición de “bastarda” (La bastarda es el título de la obra con la que finalmente le llegó el reconocimiento como autora de vanguardia, alguien que se atrevió a escribir sobre un tema tan tabú como la sexualidad femenina), de la que naturalmente culpa a su madre.

Traumatizada por su infancia (La asfixia comienza diciendo “Cuando era pequeña mi madre nunca me cogió de la mano”), convencida de su fealdad, cuando Violette conoce a Simone de Beauvoir, profesora en la universidad parisina, escritora ya consagrada y compañera del filósofo Jean-Paul Sartre, entre las dos mujeres se inicia una relación con muchos matices (ambas son bisexuales aunque, según este relato, nunca tuvieron ningún tipo de encuentro sexual), en la que Violette lucha consigo misma para conseguir liberarse de sus demonios a través de la escritura y De Beauvoir se convierte en mecenas clandestina (le pasa una ayuda mensual a través de la editorial Gallimard) convencida de haber descubierto a una escritora fuera de lo común.

Bien recreado el sombrío ambiente de la posguerra, bien interpretada por dos actrices más que meritorias, Violette es sobre todo un retrato de la soledad, de las distintas soledades, en el París del estraperlo, el jazz y los clubs de Saint-Germain-dès-Prés, de dos mujeres totalmente distintas: Violette, patética, sabedora de su fealdad, escribiendo en una minúscula habitación alquilada en un sótano, soportando las irrupciones de una madre por la que siente amor y odio a partes iguales; Simone, la intelectual atractiva en su austeridad y respetada, mirando por la balcón de un apartamento burgués, viajando a América para dar conferencias y escribiendo sus dos grandes obras: el ensayo El segundo sexo (1949) y la novela Los mandarines (Premio Goncourt 1954). Dos mujeres distintas que, sin embargo, se parecen en muchos aspectos y cuya relación no deja de ser “extraña”: Violette se enamora de Simone con un amor no correspondido.

En 1964, Simone de Beauvoir firma el prólogo de La bastarda de Viollette Leduc -que la crítica definió como “panfleto feminista”- y en ese punto Violette encuentra el amor de un hombre joven y termina una película narrada en capítulos, cuyo mayor defecto es ser excesivamente larga, y quien sabe si también la relación entre ambas mujeres.

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