’ Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo ’


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Diciembre 09, 2019 23:37 hrs.
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Domingo 8 de diciembre 2019

II Domingo de Adviento
Primera lectura
Is 11, 1-10
En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
un vástago florecerá de su raíz.
Sobre él se posará el espíritu del Señor,
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de piedad y temor de Dios.

No juzgará por apariencias,
ni sentenciará de oídas;
defenderá con justicia al desamparado
y con equidad dará sentencia al pobre;
herirá al violento con el látigo de su boca,
con el soplo de sus labios matará al impío.
Será la justicia su ceñidor,
la fidelidad apretará su cintura.

Habitará el lobo con el cordero,
la pantera se echará con el cabrito,
el novillo y el león pacerán juntos
y un muchachito los apacentará.
La vaca pastará con la osa
y sus crías vivirán juntas.
El león comerá paja con el buey.

El niño jugará sobre el agujero de la víbora;
la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.
No harán daño ni estrago por todo mi monte santo,
porque así como las aguas colman el mar,
así está lleno el país de la ciencia del Señor.
Aquel día la raíz de Jesé se alzará
como bandera de los pueblos,
la buscarán todas las naciones
y será gloriosa su morada.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor Jesús

Salmo Responsorial
Salmo 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17
R. (cf. 7) Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Comunica, Señor, al rey tu juicio
y tu justicia, al que es hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regirá a tu pueblo justamente.
R. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Florecerá en sus días la justicia
y reinará la paz, era tras era.
De mar a mar se extenderá su reino
y de un extremo al otro de la tierra.
R. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Al débil librará del poderoso
y ayudará al que se encuentra sin amparo;
se apiadará del desvalido y pobre
y salvará la vida al desdichado.
R. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Que bendigan al Señor eternamente
y tanto como el sol, viva su nombre.
Que sea la bendición del mundo entero
y lo aclamen dichoso las naciones.
R. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.

Segunda lectura
Rom 15, 4-9
Hermanos: Todo lo que en el pasado ha sido escrito en los libros santos, se escribió para instrucción nuestra, a fin de que, por la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza.

Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, les conceda a ustedes vivir en perfecta armonía unos con otros, conforme al espíritu de Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz alaben a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Por lo tanto, acójanse los unos a los otros como Cristo los acogió a ustedes, para gloria de Dios. Quiero decir con esto, que Cristo se puso al servicio del pueblo judío, para demostrar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas y que por su misericordia los paganos alaban a Dios, según aquello que dice la Escritura: Por eso te alabaré y cantaré himnos a tu nombre.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor Jesús

Aclamación antes del Evangelio
Lc 3, 4. 6
R. Aleluya, aleluya.
Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos,
y todos los hombres verán al Salvador.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 3, 1-12
En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: ’Arrepiéntanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos’. Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.

Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.

Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: ’Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego.

Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han convertido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. Él tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Introducción
Celebramos el día 8 de diciembre la solemnidad de Santa María, en su Concepción Inmaculada -porque sería Madre de Dios-, recordando la declaración dogmática del papa Pio XI ese mismo día del año 1854. Contemplamos a María en el misterio de la Salvación, unida a Cristo, hija del Padre y en plenitud de gracia con el Espíritu Santo. Decía San Ambrosio que María es modelo para nosotros, tipo de la iglesia, en el orden de la caridad y de la unión perfecta con Cristo. Hoy cabe preguntarnos ¿Qué lugar ocupa en nuestra vida (individual y comunitaria) como discípulos de Jesús, hijos adoptivos de Dios?

Fray Manuel González de la Fuente
Valladolid

Fernando Torres cmf


Homilía para el 2º domingo de Adviento:



¿Habrá justicia en este mundo?

A veces la experiencia de la vida nos dice que no hay justicia y que nunca la habrá. Podríamos hacer aquí multitud de preguntas para las que probablemente no tendríamos más respuesta que un movimiento de cabeza manifestando una cierta desesperanza. ¿Por qué tantos jóvenes terminan envueltos en la violencia, las drogas y la delincuencia? ¿Por qué las bandas existen en nuestras calles? ¿Por qué a veces la justicia no se aplica del mismo modo en los barrios de la gente bien que en los barrios pobres? ¿Por qué en unos casos la ley se aplica con toda su dureza y en otros con una enorme comprensión? ¿Por qué hay hombres que no saben tratar a las mujeres, incluso a la suya, con el respeto que se merecen? ¿Por qué a unos –muy pocos– les toca una ración tan grande en la tarta de este mundo, a otros una ración tan miserable y a otros muchos no les toca nada? ¿Por qué? ¿Por qué? Algunos nos hablarían de los problemas sociales y políticos, culturales y humanos que son la causa de todos esos problemas, nos envolverían con palabras y largos discursos. Pero al final nos quedaría todavía ese último ’¿por qué?’ rondando por la cabeza.

Justicia ciega El Adviento, el tiempo que estamos celebrando ahora en la liturgia y que nos invita a prepararnos para la venida del Señor, nos ofrece una respuesta. De alguna forma, comienza reconociendo la situación. La primera lectura, del profeta Isaías, nos habla de uno que va a venir. Es una rama del tronco de Jesé, un descendiente de David. Tendrá el espíritu del Señor para gobernar conforme a sus preceptos. No juzgará por las apariencias sino que hará justicia a los débiles y dictará sentencias justas. Decir todo eso es reconocer claramente que la justicia que ahora hay en nuestra sociedad no es buena. No llega a todos por igual. Pero, la lectura del profeta Isaías, reconociendo que la situación actual no es buena, nos invita a vivir en la esperanza. Porque va a haber un día en que sí va a haber justicia para todos. Un día en que termine la violencia y todos nos volveremos hacia el que tiene el espíritu del Señor. En él encontraremos la justicia que necesitamos.

Pero es necesario un paso intermedio. Juan Bautista en el Evangelio nos lo recuerda. Es necesaria la conversión. Si esperamos al Señor, hay que empezar a preparar los caminos para su venida. Es decir, hay que vivir ya, aquí y ahora, como si Él estuviera ya aquí. Esa es la mejor preparación. Juan Bautista nos lo dice claramente: ’Cambien su vida y su corazón’. Porque estaría muy mal quejarse de que no hay justicia al tiempo que practicamos la injusticia entre nosotros. Si no empezamos ya ahora a practicar la justicia, quizá es que, ¡ay!, en el fondo no la deseamos.



Para la reflexión

¿Creo que este mundo es injusto? ¿En dónde veo la injusticia? ¿Contribuyo de alguna manera con mis actitudes y mi comportamiento a que siga habiendo injusticia? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué puedo hacer para promover la justicia en mi barrio, en mi familia, con mis amigos, en mi trabajo, en mi país?



Homilía para la solemnidad de la Inmaculada Concepción



De Eva a María

La primera lectura y el Evangelio de esta fiesta ponen en relación a María con Adán y Eva, nuestros primeros padres, el símbolo primero de la humanidad. En ellos se ve cómo somos capaces de eludir la responsabilidad. Queremos ser libres pero no queremos rendir cuentas de lo que hacemos. Es como si prefiriésemos vivir toda la vida como niños o adolescentes inmaduros. Cuando en el relato del Génesis Dios pregunta a Adán y Eva qué ha sucedido, la respuesta de los dos es muy parecida. Los dos echan a la culpa a otro. ’No sabían lo que hacían’, ’fue la mujer que me diste por compañera’ (y así, muy finamente, Adán le echa la culpa a Dios mismo de lo sucedido), ’fue la serpiente’. Se trata de liberarse de la culpa. Y con la culpa se va la responsabilidad también. Y, de paso, la libertad. Porque la libertad es nada sin responsabilidad.

La actitud de María en el Evangelio de Lucas es muy diferente. Ante el saludo del ángel, María se siente perturbada. Pero eso no la lleva a decir que posiblemente el ángel estaba buscando a otra persona y que ella no era la elegida. María escucha, asume el desafío que la presencia del ángel presenta y responde (responder tiene mucho que ver con ’responsabilidad’ y, por tanto, con ’libertad’) afirmativamente a su propuesta. En el momento del ’sí’ no es plenamente consciente de las consecuencias que comportará en el futuro su respuesta, pero el resto del Evangelio nos muestra a una mujer que sabe estar en los momentos más fundamentales de la vida de su hijo, que escucha su palabra y la guarda en el corazón, que le acompaña hasta en el momento de la cruz y que, más tarde, aparece, como una más, en medio de la comunidad cristiana. Todo un ejemplo de madurez, de responsabilidad, y, por tanto, de libertad.

María, al responder positivamente al anuncio del ángel, rompe una tendencia que todavía está presente en el corazón de muchos de nosotros: la de echar la culpa a otro, la de no querer asumir la responsabilidad que está inseparablemente unida al inmenso don que es la libertad. Al renunciar a la responsabilidad, renunciamos también a la libertad. Y nos quedamos reducidos a ser unos perpetuos niños.

María representa a la nueva humanidad, hecha de hombres y mujeres libres y responsables, conscientes de que Dios ha puesto este mundo en nuestras manos y de que tenemos que cuidarlo y mejorarlo, que compartirlo con nuestros hermanos y hermanas. María es, así, fuente de esperanza. Es posible una humanidad nueva, es posible un mundo diferente, si acogemos, como ella lo hizo, el anuncio del Reino en nuestros corazones, si asumimos nuestra libertad con responsabilidad y madurez.



Para la reflexión

¿Cómo vivo mi libertad? ¿Significa que puedo hacer lo que me dé la gana sin que me importen las consecuencias? ¿O asumo de forma responsable las consecuencias de mis decisiones?

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