’ ¡Ay de vosotros! ’


Tú, Señor, pagas a cada uno según sus obras

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’ ¡Ay de vosotros! ’
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Octubre 12, 2021 19:48 hrs.
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La Palabra de Dios

Miércoles 13 octubre 2021

Primera Lectura
Rom 2, 1-11
No tienes disculpa tú, quienquiera que seas, que te constituyes en juez de los demás, pues al condenarlos, te condenas a ti mismo, ya que tú haces las mismas cosas que condenas; y ya sabemos que Dios condena justamente a los que hacen tales cosas.

Tú, que condenas a los que hacen las mismas cosas que haces tú, ¿piensas que vas a escapar del juicio de Dios? ¿Por qué desprecias la bondad inagotable de Dios, su paciencia y su comprensión, y no te das cuenta de que esa misma bondad es la que te impulsa al arrepentimiento?

Pues por la dureza de tu corazón empedernido, vas acumulando castigos para el día del castigo, en el que Dios se manifestará como justo juez y pagará a cada uno según sus obras. A los que buscaron la gloria y el honor que no se acaban, y perseveraron en hacer el bien, les dará la vida eterna; en cambio, a los que por egoísmo se rebelaron contra la verdad y cometieron injusticias, les dará un castigo terrible.

Todo aquel que haga el mal, el judío primeramente, pero también el no judío, tendrá tribulación y angustia; en cambio, todo aquel que haga el bien, el judío primeramente, pero también el no judío, tendrá gloria, honor y paz, porque en Dios no hay favoritismos.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 61, 2-3. 6-7. 9
R. (13b) Sólo en Dios he puesto mi confianza.
Sólo en Dios he puesto mi confianza,
porque de él vendrá el bien que espero.
El es mi refugio y mi defensa,
ya nada me inquietará. R.
R. Sólo en Dios he puesto mi confianza.
Sólo Dios es mi esperanza,
mi confianza es el Señor;
es mi baluarte y firmeza,
es mi Dios y salvador. R.
R. Sólo en Dios he puesto mi confianza.
De Dios viene mi salvación y mi gloria;
él es mi roca firme y mi refugio.
Confía siempre en él, pueblo mío,
y desahoga tu corazón en su presencia,
porque sólo en Dios está nuestro refugio. R.
R. Sólo en Dios he puesto mi confianza.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 11, 42-46
En aquel tiempo, Jesús dijo: ’¡Ay de ustedes, fariseos, porque pagan diezmos hasta de la hierbabuena, de la ruda y de todas las verduras, pero se olvidan de la justicia y del amor de Dios! Esto debían practicar sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar los lugares de honor en las sinagogas y que les hagan reverencias en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven, sobre los cuales pasa la gente sin darse cuenta!’

Entonces tomó la palabra un doctor de la ley y le dijo: ’Maestro, al hablar así, nos insultas también a nosotros’. Entonces Jesús le respondió: ’¡Ay de ustedes también, doctores de la ley, porque abruman a la gente con cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni con la punta del dedo!’
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús


Reflexión del Evangelio de hoy
Dios siempre es la mejor compañía
Con la oración colecta del domingo XXVIII del tiempo ordinario, en la que pedimos que su ’gracia continuamente nos preceda y acompañe’, nos acercamos a profundizar en la Palabra que nos ofrece hoy el Señor, como un regalo y una muestra de su cercanía. Confesar que Dios, que es la Gracia, nos precede, es decir, va por delante de nosotros, como el Buen Pastor que guía su rebaño, nos ayuda a considerar que no vamos caminando solos en medio de las dificultades de la vida. No somos solitarios. ¡No! Nadie va solo y tampoco está solo. A todos se muestra el Camino, pues el que lo es en sí mismo, se ha puesto delante para ser quien orienta, señala, muestra y él mismo recorre. No caminamos por un sendero que no haya recorrido el Señor. Pero además, se añade que nos acompaña, va a nuestro lado. El camino lo recorremos juntos, Dios y nosotros. Esto siempre es consolador. Solamente así estaremos en condiciones de obrar siempre bien.

Te eriges en juez, no tienes disculpa
Cuando Pablo escribe a los de Roma, les advierte de una fea costumbre: constituirse en juez. El Señor mismo nos enseña: no juzguéis y no seréis juzgados. Una tentación muy frecuente para nosotros. Emitir juicios está mal y mucho más cuando no somos conocedores de por qué las personas obran de ésta o aquélla manera. ¿Qué ocurre en lo más profundo de cada uno para proceder en forma errada? La condena no surte efecto, pues en lugar de ayudar al otro a encontrar la luz, se le cierra toda posibilidad de salir de su error. No condenéis y no seréis condenados, insiste Jesús. La razón: él no ha venido al mundo para condenar sino para que todos se salven por él. Los discípulos de Jesús no estamos llamados a condenar a nadie, aunque sea muy común levantar el dedo para señalar, enjuiciar y condenar.

Apreciad, dice el Apóstol ’el tesoro de su bondad, tolerancia y paciencia...’ Consideremos ahora esto que nos dice: bondadoso, tolerante y paciente. Así se muestra Dios con todos los hombres. Y como tenemos que ser imitadores de Dios, como hijos queridos, se nos está pidiendo ser bondadosos, tolerantes y pacientes. Se consigue más con la paciencia que con la iracundia. Se alcanza más cuando nuestra disposición sobrelleva el modo de ser de cada uno, colaborando desde la bondad en la esperanza de que se puede cambiar, renovar y construir juntos, cuando hay disposición para ello.

Tú, Señor, pagas a cada uno según sus obras
Nuestras obras son hijas de las actitudes que tenemos en la vida. No se puede pretender un cambio en las actuaciones si antes no ha procedido y precedido una renovación en el modo de pensar y en las actitudes personales. Pretender cambiar las obras sin que se modifiquen las actitudes es un disparate y una pérdida de tiempo. Nada exterior se renueva si antes no ha habido una renovación interior. No se trata de cambiar las formas externas, sino de cambiar en lo más profundo de nosotros. Y esto no es consecuencia de nuestra determinación en primer lugar, sino de una experiencia de gracia, de encuentro con el Señor.

En el salmo repetiremos, porque es verdad, ’Tú, Señor, pagas a cada uno según sus obras’. Hay que reconocer que por el modo de actuar se conoce el modo de ser de cada uno. De un corazón bueno, no pueden proceder malos sentimientos y una mente iluminada por la luz de Cristo no puede generar malos pensamientos. De ahí la importancia de contrastarse permanentemente con Jesucristo, pues él, no solo abre el entendimiento para conocer el querer de Dios, sino que sostiene en el proceso de renovación interior.

¡Ay de vosotros...!
Estas exclamaciones de Jesús surgen ante la hipocresía de los grupos de perfectos, que se presentan como la medida y esquema válido al que todos se tienen que ajustar. Cumplen la letra de la ley, pero dejan de lado el sentir de la misma ley. Pasan por alto, dice Jesús: ’el derecho y el amor de Dios’. ¿De qué les sirve esa puntualidad legal si está hueca? No sirve de nada. Por eso el ¡Ay! Ya no significan nada. Tumbas sin señal pisoteadas por todos.

Y la queja del maestro de la ley: ’Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros’. Pues para ellos va la advertencia: ’abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo’. Apelan a la ley, pero burlan la ley. Un problema muy común que la sabiduría popular explica: el que hizo la ley, hizo la trampa. Son preceptos humanos que se interponen entre lo señalado por Dios y lo que realmente importa. Jesús destapa lo que se esconde en esa intolerancia e intransigencia: dejan de lado el derecho y el amor de Dios. Y si esto se desconoce, la ley ya no da vida, sino que genera muerte.

Él nos precede y acompaña para que estemos situados en la forma correcta y actuemos siempre correctamente.

¿Cómo nos situamos nosotros?

¿Somos jueces implacables para las realidades humanas?

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)


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