’ «Effetá», esto es: «Ábrete.» ’



Se escondieron de la vista del señor Dios

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’ «Effetá», esto es: «Ábrete.» ’
Religión
Febrero 11, 2021 21:53 hrs.
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La Palabra de Dios

Viernes 12 febrero 2021

Primera Lectura
Gn 3, 1-8
De todos los animales salvajes creados por el Señor Dios, la serpiente era el más astuto. Un día le dijo a la mujer: ’¿Es cierto que Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín?’ La mujer respondió a la serpiente: ’No. Sí podemos comer los frutos de los árboles del jardín, pero de los frutos del árbol que está en el centro, Dios nos ha prohibido comer y nos ha dicho que no lo toquemos, porque, de lo contrario, moriremos’.

La serpiente le dijo a la mujer: ’Eso de que ustedes van a morir no es cierto. Al contrario, Dios sabe muy bien que, si comen eso frutos, se les abrirán los ojos y serán como dioses, pues conocerán el bien y el mal’.

Entonces los frutos de aquel árbol le parecieron a la mujer apetitosos, de hermoso aspecto y excelentes para adquirir sabiduría. Tomó de los frutos y comió; y después le dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Al momento se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entrelazaron unas hojas de higuera y se cubrieron con ellas.

Oyeron luego los pasos del Señor Dios, que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y se ocultaron de su vista entre los árboles del jardín.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor

Salmo Responsorial
Salmo 31, 1-2. 5. 6. 7
R. (1a) Perdona, Señor, nuestras pecados.
Dichoso aquel que ha sido absuelto
de su culpa a su pecado.
Dichoso aquel en el que Dios no encuentra
ni delito ni engaño.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.
Ante el Señor reconocí mi culpa,
no oculté mi pecado.
Te confesé, Señor, mu gran delito
y tú me has perdonado.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.
Por eso, en el momento de la angustia,
que todo fiel te invoque,
y no lo alcanzarán las grandes aguas,
aunque éstas se desborden.
R. Perdona, Señor, nuestras pecados.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Hechos 16, 14
R. Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones,
para que aceptemos las palabras de tu Hijo.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 7, 31-37
En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: ’¡Effetá!’ (que quiere decir ’¡Ábrete!’). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: ’¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Se escondieron de la vista del señor Dios
Un árbol apetitoso, atrayente porque daba inteligencia del que estaba prohibido comer. Una forma de inducir al pecado: ’Seréis como dioses’. Una consecuencia del pecado: el ocultamiento ante la presencia de Dios.

En muchas ocasiones, no apreciamos lo que tenemos, la gracia de la que disfrutamos, la felicidad que se nos ha otorgado. Siempre buscamos más, buscamos la oportunidad de la eternidad, pero frustramos los proyectos de armonía y salvación que Dios tiene para con nosotros. Adán y Eva eran conscientes de haber desobedecido a Dios, por eso se ocultaron ante su presencia.

Callaron y disfrazaron la verdad, se cubrieron en su naturaleza porque se dieron cuenta de que estaban desnudos. Tenían en frente el universo entero para permanecer en estado de gracia, pero se obstinaron en sobrepasar el límite que Dios le había trazado.

No soportamos que nuestra libertad esté cercada por un límite, cuando éste es necesario para comprender hasta dónde podemos llegar desde la amplitud de la libertad con la que se me ha propuesto vivir. Fijamos la mirada más en lo que no falta que en lo que tenemos y podemos disfrutar. Buscamos traspasar esos límites que nos cercan, incluso lo ponemos como una meta a conseguir; y cuando transgredimos la norma, lo que era una pretensión de convertirnos en dioses, nos resulta una vergüenza por la que ocultamos lo que nos es natural a la vida. Estar desnudo era una gracia de Dios, hoy puede ser hasta un delito.

Si no somos capaces de vivir la felicidad con lo que tenemos, menos podremos atisbar la felicidad de lo que nos falta. Muchos tienen poco, pero muestran felicidad, saben sonreír y contagiar esa sonrisa. Sin embargo, hay gente que disfruta de la vida mediante lo material, pero son incapaces de sonreír y les cuesta compartir un buen guiño. La insatisfacción ante el ser libres y el tener, requiere una revisión, situándonos desde un mundo precario que nos cuestiona de manera constante sobre nuestra felicidad.

Adán y Eva adquirieron inteligencia, era lo que deseaban; pero la adquirieron no como un don sino de forma engañosa, desobedeciendo. No eran conscientes de cuánto perdían con esa transgresión. Su pretensión de llegar a ser como Dios, empobreció el estado de gracia en el que se encontraba. ¿La pregunta resonará con fuerza? ¿Dónde estás? ¿Dónde te encuentras? Será el momento de presentarte, de volver del ocultamiento, y reconocer el miedo que nace de la desobediencia.

Effetá – «ábrete»
Jesús, mientras caminaba hacia el lago de Galilea, se encuentra con un hombre sordo y que apenas podía hablar, condenado a la incomunicación: nada de la vida podría entrar en él, nada de la vida podía desprenderse de él. Su problema era la incomunicación.

Hay una súplica de la gente: ’que le impusiera las manos’ (gesto presente en muchos sacramentos para otorgar algún don, autoridad, o como método de sanación). Jesús toca sus oídos y su lengua; suspira al cielo y da una orden: ’EFFETÁ’ = ÁBRETE. Y al momento hablaba sin dificultad alguna

Nos incomunicamos cuando la vida se llena de oscuridad, cuando la tristeza nos invade, cuando nos vemos abocados a la soledad. Es el momento en que la incomunicación nos conduce al ostracismo, al exilio, al confinamiento; todo por la incapacidad que mostramos ante una vida que requiere de nuestra responsabilidad y respeto, donde todo se vuelve una frontera infranqueable. Nos separamos de la vida, nos separamos de los hermanos, de la familia y de Dios.

Se hace necesario que alguien nos diga una palabra de autoridad que rompa nuestro silencio e incomunicación. ’Ábrete al mundo’, ’Ábrete a Dios’, ’Ábrete a la fraternidad’. Es una palabra de autoridad que viene de Dios mismo, viene como ’un suspiro del cielo’, como una nueva creación.

San Juan Pablo II, lo repetía constantemente: ’Abre de par en par tus puertas a Cristo’, así inició también su pontificado.

La fe es la apertura a Cristo, a Dios, romper las barreras de la incomunicación con Dios y los hermanos, salir de la marginación que la soledad provoca, superar la separación que provoca la incomprensión de los pueblos, de las religiones, de los hombres. La fe necesita de una mano creadora que abra nuestro entendimiento para poder escuchar la Palabra de Dios, y poderla proclamar sin descanso.

’Ábrete’ es la gran lección del evangelio de hoy, que nos presenta a Jesús como el Mesías esperado, que hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Fray Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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