’ El Reino de Dios requiere abrir mente y corazón ’


Aclamemos al Señor, nuestro Dios

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’ El Reino de Dios requiere abrir mente y corazón ’
Religión
Julio 29, 2021 20:22 hrs.
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La Palabra de Dios

Viernes 30 julio 2021

Lectura I
Lv 23, 1. 4-11. 15-16. 27. 34b-37
El Señor habló a Moisés y le dijo: ’Estas son las festividades del Señor, en las que convocarán a asambleas litúrgicas.

El día catorce del primer mes, al atardecer, es la fiesta de la Pascua del Señor. El día quince del mismo mes es la fiesta de los panes Ázimos, dedicada al Señor. Comerán panes sin levadura durante siete días. El primer día de éstos se reunirán en asamblea litúrgica y no harán trabajos serviles. Los siete días harán ofrendas al Señor. El séptimo día se volverán a reunir en asamblea litúrgica y no harán trabajos serviles’’.

El Señor volvió a hablar a Moisés y le dijo: ’Di a los hijos de Israel: ‘Cuando entren en la tierra que yo les voy a dar y recojan la cosecha, le llevarán la primera gavilla al sacerdote, quien la agitará ritualmente en presencia del Señor el día siguiente al sábado, para que sea aceptada.

Pasadas siete semanas completas, contando desde el día siguiente al sábado en que lleven la gavilla para la agitación ritual, hasta el día siguiente al séptimo sábado, es decir, a los cincuenta días, harán una nueva ofrenda al Señor.

El día diez del séptimo mes es el día de la Expiación. Se reunirán en asamblea litúrgica, harán penitencia y presentarán una ofrenda al Señor.

El día quince de este séptimo mes comienza la fiesta de los Campamentos, dedicada al Señor, y dura siete días. El primer día se reunirán en asamblea litúrgica. No harán trabajos serviles. Los siete días harán ofrendas al Señor. El octavo día volverán a reunirse en asamblea litúrgica y a hacer una ofrenda al Señor. Es día de reunión religiosa solemne. No harán trabajos serviles.

Estas son las festividades del Señor, en las que se reunirán en asamblea litúrgica y ofrecerán al Señor oblaciones, holocaustos y ofrendas, sacrificios de comunión y libaciones, según corresponde a cada día’ ’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial
Del Salmo 80
R. (2a) Aclamemos al Señor, nuestro Dios.
Entonemos un canto
al son de las guitarras y del arpa.
Que suene la trompeta en esta fiesta
que conmemora nuestra alianza.
R. Aclamemos al Señor, nuestro Dios.
Porque ésta es una ley en Israel,
es un precepto que el Dios de Jacob
estableció para su pueblo,
cuando lo rescató de Egipto.
R. Aclamemos al Señor, nuestro Dios.
’No tendrás otro Dios fuera de mí
ni adorarás a dioses extranjeros.
Pues yo, el Señor, soy el Dios tuyo,
el que te sacó de Egipto, tu destierro".
R. Aclamemos al Señor, nuestro Dios.

Aclamación antes del Evangelio
1 Pedro 1, 25
R. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios permanece para siempre.
Y ésa es la palabra que se les ha anunciado.
R. Aleluya.


Evangelio
Mt 13, 54-58
En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: ’¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Qué no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?’ Y se negaban a creer en él.

Entonces, Jesús les dijo: ’Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa’. Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Estas son las festividades del Señor
El levítico es un libro sacerdotal; es un manual destinado a los que se dedicaban a cuidar el templo; eran de la tribu de Leví. Y como tal manual está lleno de detalles y prescripciones para que el culto se celebrase con dignidad y el pueblo supiera bien a qué atenerse. Era la forma de no perderse en aspectos secundario.

Por eso, esta lectura de hoy va pautando lo que tienen que hacer en los días sucesivos y así mantener la fidelidad a Yavhé. Era importante celebrar las fechas dedicadas al Señor, las reuniones santas. Seis días de trabajo semanal y uno de descanso dedicado al Señor. Es lo más sencilla de recordar; después vendrían las grandes solemnidades, los hitos de la agricultura u otras intervenciones de Dios para con su pueblo y que no debían olvidar y darle gracias. De entre todos ellos sobresalían el día del perdón y el día de acción de gracias. En torno a estos días, giraban los demás.

Sin perdón y gracias, palabras fundamentales, no se podía mantener el espíritu de oración y reconocimiento de Dios. Son las palabras que dignifican al ser humano y las que abren todas las puertas. En el ámbito educativo enseñar a conjugar y utilizar las dos palabras es la clave de una educación con éxito. Quien no sabe pedir perdón o no sabe dar las gracias, no tendrá la acogida merecida.

Hoy se ha puesto de moda decir a todo ’disculpa’, pero no perdón. Disculpa es como una medio culpa, un reconocimiento tenue de que algo no se hace bien, peor que no llega a la categoría del perdón, reservado para las grandes ocasiones de daño o perjuicio. Pues no. Disculpa es un semi perdón ligth, que en el fondo se cree que justifica y demuestra el reconocimiento o arrepentimiento de la ’insignificante culpa’, pero que sirve para poco.

El hombree o la mujer creyente no debe quedarse por las ramas de las disculpas totas, y sí pedir perdón en los momentos en que le otro sale perjudicado por una acción negativa nuestra.

Aclamemos al Señor, nuestro Dios
No todos los salmos tienen el mismo tono exultante y de alabanza. El salmista escribe según las circunstancias y probablemente según el día que él tuviera: más apesadumbrado, más gozoso, más alegre o más triste. Como no sucede a cada uno nosotros: no todos los días tenemos el mismo humor.

Lo que importa es tener presente la bondad de Dios para con los suyos. Estar siempre dispuesto a aclamarlo y reconocerlo. A veces, cuesta.

El Reino de Dios requiere abrir la mente y el corazón
Venía de predicar y contar parábolas a troche y moche; de intentar explicar en otras tierras, que no eran la suya, la importancia del Reino de Dios. Llega a su tierra y no tiene mejor ocurrencia que entrar en la sinagoga y comenzar a explicarles a los suyos lo mismo o mejor que venía haciendo con otros.

La reacción, que en principio parece de admiración, reconocimiento y orgullo del vecindario, termina siendo un reproche: ¿De dónde ha sacado todo esto? Pero si conocemos a toda su familia y a él desde pequeño, pero bueno… ¡que se habrá creído! Y no quisieron hacerle caso. ¡Qué raro! ¡Ni los de su casa! Estos los que menos.

Jesús reacciona bien. Sabe que ningún profeta es bien recibido en su tierra. No es ninguna novedad para él. No les recriminó ni se esforzó en convencerlos. Y lo que es más importante: no hizo allí muchos milagros, porque aquella gente no creía en él. Les dejó con su incredulidad. Esa línea fina entre la fe y la incredulidad, muchos la traspasan. Sus vecinos decían tener fe y lo que tenían era ritos, costumbres, repeticiones gestuales y rituales insatisfactorias; pero creían que…

Y si no creían en él, para qué perder el tiempo. Les dejó con sus creencias viejas y no les predicó sobre la novedad del Reino de Dios que requería abrir la mente, el corazón, estar dispuestos a cambiar de actitudes, pasar a una visión positiva propia de los que han escuchado las bienaventuranzas y creen en ellas.

Estemos nosotros alerta sobre ambas actitudes; sobre todo cuando el desánimo nos abate; no dejemos que nos bata (golpee) y pueda durante mucho tiempo.

No pocas veces nos pasa a los sacerdotes cuando predicamos a familiares, vecinos o conocidos…tenemos esa sensación de ’sermón en el desierto, sermón perdido’. Nos conocen tanto o dicen saber tanto de nosotros, de la familia, que… Mejor nos vamos a otro lugar, no sin pena. Hasta otra ocasión, que por lo general, suele ser cuando algún familiar se nos muere… Entonces te escuchan para ver qué dices, cómo interpretas, qué fe tienes…

Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.
Casa San Alberto Magno (Madrid)

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