’ Éste es el Cordero de Dios, que quita los sufrimientos del mundo ’



Somos un pueblo santo

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’ Éste es el Cordero de Dios, que quita los sufrimientos del mundo ’
Religión
Enero 18, 2020 23:57 hrs.
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La Palabra de Dios

Domingo 19 de Enero 2020

Primera lectura
Is 49, 3. 5-6
El Señor me dijo:
’Tú eres mi siervo, Israel;
en ti manifestaré mi gloria’.

Ahora habla el Señor,
el que me formó desde el seno materno,
para que fuera su servidor,
para hacer que Jacob volviera a él
y congregar a Israel en torno suyo
–tanto así me honró el Señor
y mi Dios fue mi fuerza–.
Ahora, pues, dice el Señor:
’Es poco que seas mi siervo
sólo para restablecer a las tribus de Jacob
y reunir a los sobrevivientes de Israel;
te voy a convertir en luz de las naciones,
para que mi salvación llegue
hasta los últimos rincones de la tierra’.

Palabra de Dios
Te alabamos, Señor


Salmo Responsorial
Salmo 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10
R. (8a y 9a) Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé en el Señor con gran confianza,
él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias.
El me puso en la boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Sacrificios y ofrendas no quisiste,
abriste, en cambio, mis oídos a tu voz.
No exigiste holocaustos por la culpa,
así que dije: ’Aquí estoy’.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
En tus libros se me ordena
hacer tu voluntad;
esto es, Señor, lo que deseo:
tu ley en medio de mi corazón.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
He anunciado tu justicia
en la gran asamblea;
no he cerrado mis labios:
tú lo sabes, Señor.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Segunda lectura
1 Co 1, 1-3
Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes, mi colaborador, saludamos a la comunidad cristiana que está en Corinto. A todos ustedes, a quienes Dios santificó en Cristo Jesús y que son su pueblo santo, así como a todos aquellos que en cualquier lugar invocan el nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y Señor de ellos, les deseo la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Aclamación antes del Evangelio
Jn 1, 14. 12b
R. Aleluya, aleluya.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros.
A todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios.
R. Aleluya.

Evangelio
Jn 1, 29-34
En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: ’Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel’.

Entonces Juan dio este testimonio: ’Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

’ Éste es el Cordero de Dios, que quita los sufrimientos del mundo ’
Introducción
En los tres primeros evangelios (Marcos, Mateo y Lucas), el bautismo de Juan está claramente definido como un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Pero el cuarto evangelio –que es el que nos corresponde hoy–, la principal función que asigna a Juan el Bautista no es la de bautizar (de hecho, ni siquiera se dice que bautice a Jesús) ni la de predicar el cambio de orientación a la vida (¡convertíos!) ni la de ser el héroe que denuncia a los príncipes y muere mártir, sino la de dar testimonio de Jesús.

El Bautista es la primera persona a la que el cuarto Evangelio presenta como testigo de lo que experimentó con Jesús en el bautismo de este y que expresa en afirmaciones cruciales: ’Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’; ’He visto al Espíritu bajar, como una paloma que viene del cielo, y permanecer sobre él (Jesús)’; ’Y yo lo he visto y atestiguo que él es el Elegido (o el Hijo) de Dios’. Pues bien, todos estos títulos del Jesús como Mesías de los que da testimonio Juan son títulos salvadores. En definitiva, Jesús es el verdadero Mesías y, como tal, es nuestro salvador porque nuestro Dios Padre, que se manifiesta humanamente en él, es salvador definitivo del mundo.

Después de escuchar el testimonio de Juan el Bautista, el cuarto evangelio narra en el siguiente capítulo que algunos israelitas entraron en relación con Jesús, reconocieron en él al Mesías y le siguieron. Son los discípulos. El discipulado no tiene otra función que seguir la obra de Jesús de quitar el ’pecado del mundo’. ’¿Cuándo te vimos hambriento, desnudo, prisionero…?’. Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de que Jesús es el Mesías salvador no con palabras, sino llevando la ayuda allá donde la gente esté padeciendo cualquier tipo de esclavitud, de carencia o de sufrimiento.

La gloria de Dios es el servicio a los pobres, según el relato de Mateo del juicio final: ’lo que hicisteis a uno de estos que son el desecho de la sociedad, a mí me lo hicisteis’. A Dios se le ofende, ofendiendo a los más humildes de la tierra. Por eso, el ’pecado’ no es otra cosa que las ’inhumanidades’ que causamos en los demás.

Baldomero López Carrera
Laico Dominico

Comentario al Evangelio del domingo
Fernando Torres cmf


Somos un pueblo santo

La segunda lectura tomada de la primera de Corintios nos da hoy la clave para comprender la Palabra de Dios. Nos dice Pablo que escribe su carta ’a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo’. Eso es exactamente lo que ha hecho de nosotros el bautismo: un pueblo santo, un pueblo de consagrados.

¿Por qué? Porque en el bautismo nos hemos hecho uno con Jesús, su vida se ha hecho nuestra. Y él es el consagrado del Padre. Para entender quién es Jesús, y nosotros al habernos bautizado con él, nos sirven la primera lectura del profeta Isaías: ’Tú eres mi siervo’, ’Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra’ y el Evangelio en el que Juan el Bautista da testimonio de Jesús: ’Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Juan vio como el Espíritu descendía sobre Jesús y se dio cuenta de que Jesús era ’el que ha de bautizar en el Espíritu Santo’ y da testimonio de que ’es el Hijo de Dios’.

Jesús es el elegido de Dios para traer la salvación a todos los pueblos. El amor y el perdón de Dios no se destinan de forma exclusiva a una raza, a un pueblo o a una cultura. Es para todos sin excepción. Para esa misión, Jesús está ungido por el Espíritu Santo, por el Espíritu de Dios. Ese Espíritu es el que le convierte en Hijo de Dios. Esa misión se centra en el perdón de los pecados, en la reconciliación, que abre las puertas a una vida más plena. Jesús nos invita a la conversión porque en él tenemos una oportunidad real de comenzar una nueva vida.

Al ser bautizados en Jesús, somos incorporados a él. Por eso, podemos decir con seguridad que somos un pueblo santo, que estamos llenos del Espíritu Santo y que tenemos la misión de ofrecer el amor y la salvación de Dios a todos los que nos rodean. Porque ese amor de Dios no es para nosotros en exclusiva. Es para todos. Sería bueno que nos mirásemos unos a otros. En los bancos de nuestra iglesia vemos gente normal. ¿Seguro? Sí, gente normal, pero también ’pueblo santo’, ’pueblo consagrado’, ’testigos del amor de Dios en medio del mundo’. Cuando salimos cada domingo de la misa, debemos saber que se nos ha dado la misión de ser testigos del amor de Dios. La gracia y la paz de Dios están con nosotros. Su Espíritu nos llena. Hoy es tiempo de levantar la cabeza y sentirnos orgullosos de lo que somos. Somos el pueblo de Dios y tenemos una misión que cumplir: mostrar al mundo con nuestra vida, con nuestra forma de ser, actuar y hablar, que Dios está con nosotros y que nos ama, que no hay pecado que no merezca el perdón, que Dios siempre nos espera para devolvernos la vida y que este mensaje es para toda la humanidad.



Para la reflexión

¿Cómo actuó Jesús para dar testimonio del amor de Dios a los hombres y mujeres con que se encontró? ¿Nos sentimos orgullosos de ser cristianos, de participar en la misión de Jesús? ¿Cómo damos nosotros testimonio de ese amor de Dios en nuestra vida diaria?

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