’ Ha echado todo lo que tenía para vivir ’


Porque los demás han echado de lo que les sobraba

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’ Ha echado todo lo que tenía para vivir ’
Religión
Junio 04, 2021 21:53 hrs.
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La Palabra de Dios


Memoria de San Bonifacio, obispo y mártir
Junio 05, 2021

Primera Lectura
Tb 12, 1. 5-15. 20
Cuando terminaron los festejos de la boda de Tobías y Sara, Tobit llamó a su hijo Tobías y le dijo: ’Tenemos que pagarle lo debido al hombre que te ha acompañado y darle una buena recompensa’. Tobías llamó a Rafael y le dijo: ’Recibe como recompensa la mitad de todo lo que hemos traído y vete en paz’.

Entonces Rafael se llevó a los dos aparte y les dijo: ’Bendigan a Dios y glorifíquenlo delante de todos los vivientes por los beneficios que les ha hecho y canten himnos de alabanza a su nombre. Proclamen dignamente las obras del Señor y no sean negligentes en reconocerlas. Es bueno guardar el secreto del rey, pero es todavía mejor proclamar y celebrar las obras del Señor. Hagan el bien, y el mal no los alcanzará. Es buena la oración con el ayuno, y la limosna con la justicia. Es mejor tener poco viviendo con rectitud, que tener mucho haciendo el mal. Es mejor dar limosnas que acumular tesoros. La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Quienes dan limosna tendrán larga vida; los pecadores y los malvados son enemigos de sí mismos.

Voy a decirles toda la verdad, sin ocultarles nada. Les acabo de decir que es bueno guardar el secreto del rey y que es mejor todavía proclamar y celebrar las obras del Señor. Sepan, pues, que cuando ustedes dos, Tobías y Sara, oraban, yo ofrecía sus oraciones al Señor de la gloria, como un memorial; y lo mismo hacía, cuando tú, Tobit, enterrabas a los muertos. Y cuando te levantaste sin dudar y dejaste tu comida y fuiste a sepultar a aquel muerto, precisamente entonces yo fui enviado para ponerte a prueba. Dios me envió de nuevo a curarte a ti y a Sara, tu nuera. Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que estamos presentes ante el Señor de la gloria.

Así pues, den gracias al Señor en la tierra y alaben a Dios. Por mi parte, yo vuelvo junto a aquel que me ha enviado. Ustedes escriban todas las cosas que les han sucedido’’. Y desapareció.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Tobías 12, 1. 5-15. 20
R. (2a) Bendito sea Dios, que vive por los siglos.
Bendito sea Dios, que vive por los siglos;
él castiga y tiene compasión,
hunde hasta el abismo y saca de él
y no hay quien escape de su mano.
R. Bendito sea Dios, que vive por los siglos.
Si se conviertan a él
con todo el corazón y toda el alma
y proceden rectamente en su presencia,
volverán a gozar de su mirada
y nunca más les volverá la espalda.
R. Bendito sea Dios, que vive por los siglos.
Miren lo que ha hecho por nosotros,
dénle gracias de todo corazón
y bendigan al rey eterno con sus obras.
R. Bendito sea Dios, que vive por los siglos.
Yo le doy gracias en mi país de destierro,
pues anunció su grandeza a un pueblo pecador.
Conviértanse, pecadores,
obren rectamente en su presencia:
y esperen que tenga compasión de ustedes.
R. Bendito sea Dios, que vive por los siglos.

Aclamación antes del Evangelio
Mt 5, 3
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: ’¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso’.

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: ’Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir’.

Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Cuando Sara y tú estabais rezando, yo presentaba al Señor de la gloria el memorial de tu oración
El relato de Tobías finaliza hoy con una importante exhortación: «Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los beneficios que os ha hecho».

Nuestras vidas, con sus acontecimientos más dolorosos y también los más gozosos, están llamadas a ser bendición. En ellas –y no en la teoría, ni en lo abstracto, sino en lo concreto de cada biografía–, se manifiesta la presencia amorosa de Dios. Nuestras historias hablan, gritan, proclaman al mundo que Dios no abandona, que es el que está, el que siempre permanece. Y en el libro de Tobías, en concreto, se revela que la fidelidad, la entrega y el servicio tienen una razón de ser más valiosa que la gratificación y el reconocimiento inmediatos.

El ángel les añade un detalle muy importante: «cuando Sara y tú estabais rezando, yo presentaba al Señor de la gloria el memorial de tu oración». Les descubre que, en esos momentos de fidelidad en la soledad, de entrega absurda, a veces humillante, y aparentemente sin sentido, Dios, por medio de su ángel, estaba presente, estaba viéndoles, estaba con ellos. Les asegura que eso que han hecho creyendo que no eran vistos, aquello que entregaron sin esperar recompensa, y la fe que conservaron en la oración más desgarradora, el Señor lo ha escuchado, lo ha acogido, le ha dado vida, ha hecho fructificar sus obras buenas y ha respondido a sus súplicas. En definitiva, que nada se ha perdido.

De esa conciencia de la presencia providente de Dios es de donde brota la bendición con nuestras vidas. Porque también a nosotros hoy nos dice, por medio de la Palabra: cuando seguías entregándote entre las lágrimas y, a pesar del cansancio que nadie veía, te mantenías fiel en medio de la ingratitud; cuando orabas al Señor, sin lograr verle, pero convencido de su poder; tu oración, tu vida, tus obras, subían hasta mí. Nada se ha perdido. Yo las veía. Yo te veía. Y Yo lo haré fructificar.

Ser testigo del Dios Providente o, lo que es lo mismo, bendecir a Dios por sus obras, no es tanto una cuestión de futuro: un lanzarse al vacío al grito de ¡Dios proveerá!; sino, más bien, una certeza del presente que se sostiene en la fe ’memoriosa’, que dice el Papa Francisco. Dios está, hoy, aunque no lo vea, porque ha estado siempre a lo largo del camino, cuando tampoco lo veía. Y por eso Tobías puede entontar su cántico: « ¡Bendito sea Dios, que vive eternamente!»; María, su Magníficat: «El Poderoso ha hecho obras grandes en mí», y cada uno de nosotros el propio.

Ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir
Jesús hoy mira el corazón de esta pobre viuda y ve que ha echado más que nadie, porque «La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Yahveh mira el corazón» (1 Sa 16, 7). No es el qué ni el cuánto lo que a Dios le interesa. Más que la cantidad lo que importa aquí es el gesto mismo y lo que pone de manifiesto sobre esta mujer:

Su generosidad revela, en primer lugar, que no se siente dueña ni siquiera de lo más básico, de aquello que tiene para subsistir; y por eso puede soltarlo. « ¿Qué tienes que no hayas recibido? » pregunta san Pablo a los Corintios, y es que la ofrenda solo es posible si somos conscientes de que todo es don y nada nos pertenece.

Además, deja entrever dónde tiene puesta su confianza. Es capaz de entregar todo lo que tiene para vivir en la certeza de que «poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que, teniendo, siempre y en todo, lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena (…). Y siempre seréis ricos para toda largueza» (2 Co 9, 8.11).

Por eso Jesús elogia a esta pobre viuda: porque con su entrega deja que su existencia quede desprotegida, a la intemperie, vacía, dispuesta toda ella al Señor. Él observa, con ojos que saben ver el corazón, y ve que la ofrenda de esta pobre mujer no busca el aparentar, sino que es un abandono confiado en Dios, de quien cree que ha recibido todo. Ve que, en esos dos reales, en realidad, ofrece su vida, sus seguridades humanas, sus precauciones, para apoyarse solamente en el Señor.

Un insignificante detalle puede revelar mucho de la persona humana y es la disposición interior la que revaloriza cada gesto: ¿Qué es lo que nos empuja en nuestra limosna, sacrificios, ofrendas, conducta y buenas obras? ¿Que nos vean, nos honren y nos reconozcan, como pretendían los escribas? ¿Dejar nuestra conciencia tranquila mientras seguimos acomodados en nuestros territorios existenciales? ¿Por qué nos resistimos a dar hasta lo que creemos más necesario? Eso que rehusamos poner en manos de Dios, nuestras riquezas, afectos, proyectos, ¿de verdad son tan vitales? ¿O es que nos hemos adueñado de ellos? ¿Creemos o no creemos que Dios tiene poder para darnos en cada momento aquello que necesitemos?

Sor Teresa de Jesús Cadarso O.P.
Monasterio Santo Domingo (Caleruega)



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