’ Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos ’


Una mirada compasiva y un corazón confiado

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’ Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos ’
Religión
Julio 08, 2020 18:31 hrs.
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La Palabra de Dios


Jueves 9 de julio 2020

Primera lectura
Os 11, 1-4. 8-9
’Cuando Israel era niño, yo lo amé,
y de Egipto llamé a mi hijo, dice el Señor.
Pero, mientras más lo llamaba,
más se alejaba de mí;
ofrecía sacrificios a los dioses falsos
y quemaba ofrendas a los ídolos.

Yo fui quien enseñó a andar a Efraín,
yo quien lo llevaba en brazos;
pero no comprendieron que yo cuidaba de ellos.

Yo los atraía hacia mí con los lazos del cariño,
con las cadenas del amor.
Yo fui para ellos como un padre,
que estrecha a su creatura
y se inclina hacia ella para darle de comer.

Mi corazón se conmueve dentro de mí
y se inflama toda mi compasión.
No cederé al ardor de mi cólera,
no volveré a destruir a Efraín,
pues yo soy Dios y no hombre,
yo soy el Santo que vive en ti
y no enemigo a la puerta’’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 79, 2ac y3b. 15-16
R. (4b) Ven, Señor, a salvarnos.
Escúchanos, pastor de Israel,
tú que estás rodeado de querubines,
manifiéstate,
despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
R. Ven, Señor, a salvarnos.
Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos,
mira tu viña y visítala;
protege la cepa plantada por tu mano,
el renuevo que tú mismo cultivaste. R.
R. Ven, Señor, a salvarnos.


Aclamación antes del Evangelio
Mc 1, 15
R. Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios está cerca, dice el Señor;
arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
R. Aleluya.


Evangelio
Mt 10, 7-15
En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: ‘Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente.

No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No lleven morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón, porque el trabajador tiene derecho a su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: ‘Que haya paz en esta casa’. Y si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad’.
Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Se conmueven mis entrañas
El punto cumbre de la revelación de la misericordia divina en el Antiguo Testamento lo encontramos en el profeta Oseas. Inicia su actividad profética en el reino del Norte en el siglo VIII a.C. en una época de prosperidad económica, durante el reinado de Jeroboán II. El mensaje de Oseas va a estar encaminado a condenar la perversión de las relaciones del ser humano en su doble dimensión: la idolatría, y la injusticia-corrupción,perversiones de la relación con Dios y con los hermanos, respectivamente.

El profeta relata lo que Israel ha vivido hasta ahora. El Señor se había comprometido con su pueblo, lo había sacado de Egipto, había establecido una alianza con él y lo había conducido por el desierto hasta la tierra prometida. Las imágenes con las que presenta la relación de Dios con su pueblo llenas de ternura en clave paterno-materno filial son muy gráficas: como un padre o una madre que enseña a caminar a sus hijos, lo atrae con lazos de amor, lo alza cariñosamente hasta sus mejillas y le da de comer inclinándose y poniéndose a su altura. Sin embargo, el pueblo no ha respondido como se esperaba a tanto derroche amoroso: Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí.

Frente a esto, y como respuesta lógica, Dios se plantea castigar al pueblo y dejar que caigan en manos de los pueblos vecinos para que lo destruyan (Os 11,5-6)). Pero ¿cómo podría abandonar a su pueblo? (Os 11, 8a). En el corazón de Dios brota inesperadamente un sentimiento impropio de todo un Dios, un sentimiento que rompe toda lógica. Su corazón da la vuelta y se estremecen sus entrañas. La misericordia, identidad de Dios, hace que su corazón dé un vuelco y reoriente su acción.

Ante esto, no podemos dejar de preguntarnos: ¿Cómo es nuestra reacción ante las respuestas de debilidad de nuestros hermanos y hermanas? ¿Emanan de la lógica o provocan que nuestro corazón dé un vuelco en un derroche de ternura compasiva?

Una mirada compasiva y un corazón confiado
El evangelio de hoy proclama una parte del discurso misionero de Mateo (10,1-42). Jesús nos invita a id, y proclamad que ha llegado Reino de los cielos. Esa realidad del Reino de justicia y paz, tan ansiada por el pueblo de Israel ya está aquí, pero hemos de salir de nuestros círculos concéntricos que siempre nos devuelven a nuestro propio ego, e ir a comunicarlo y transmitirlo a nuestros hermanos y hermanas. Como buen Maestro, Jesús detalla cómo ha de ’ejecutarse’ esta proclamación. Y para eso nada mejor que realizar gestos de alivio y sanación, gestos que devuelvan la salud y la vida a tanta gente que vive la vulnerabilidad existencial: Curad enfermos, resucitad muertos, arrojad demonios.

Para llevar a cabo esta tarea necesitamos equipar nuestra mochila con dos actitudes: una mirada compasiva y un corazón confiado. Para salir a los caminos de nuestro mundo, que vive una realidad tan imprevisible y tan desconcertante, hemos de ’activar’ nuestra mirada y ponerla en modo ’compasiva’, a fin de que nuestras entrañas puedan estremecerse ante el dolor y la fragilidad de nuestros hermanos y hermanas. Pero también necesitamos un corazón confiado en el Señor que nos envía. No necesitamos ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón. Él sabe bien lo que necesitamos para esa misión, qué energías hemos de poner en juego, que dinámicas hemos de desarrollar. En este tiempo en que el ser humano ha vivido y vive la vulnerabilidad, y en ocasiones hasta la precariedad, como seguidores de Jesús, no podemos quedarnos de brazos cruzados siendo meros espectadores. El Señor nos pide que nos impliquemos, y si es necesario, que nos compliquemos. Basta reconocer con gratitud que ’lo que hemos recibido gratis, hemos de darlo gratis’.

¿Qué gestos de alivio y sanación, ante esta vulnerabilidad estoy realizando para proclamar que el Reino ya está aquí? ¿Llevo en mi equipaje existencial una mirada compasiva y un corazón confiado?

Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo

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