’ La caña cascada no la quebrará ’


"Noche en que veló el Señor para sacarlos de Egipto’

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’ La caña cascada no la quebrará ’
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Julio 16, 2021 21:36 hrs.
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La Palabra de Dios


Sábado 17 julio 20 2021

Lectura I
Ex 12, 37-42
En aquellos días, los hijos de Israel partieron de Ramsés hacia Sukot; eran unos seiscientos mil hombres, sin contar a los niños. Salió también con ellos una enorme y abigarrada muchedumbre con grandes rebaños de ovejas, vacas y otros animales. De la masa que habían sacado de Egipto cocieron piezas de pan ázimo, no fermentado; pues los egipcios, al arrojarlos del país, no les dieron tiempo de dejar fermentar la masa, ni de tomar provisiones para el camino.

Los hijos de Israel estuvieron en Egipto cuatrocientos treinta años. El mismo día que se cumplían los cuatrocientos treinta años, salieron de la tierra de Egipto todos los ejércitos del Señor. Esa noche veló el Señor, para sacarlos de Egipto. Por eso, esta noche será noche de vela en honor del Señor para todos los hijos de Israel, de generación en generación.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor


Salmo Responsorial
Del Salmo 135
R. Demos gracias al Señor, porque él es bueno.
Demos gracias al Señor, porque él es bueno;
él se acordó de nosotros en nuestra humillación
y nos libró de nuestros enemigos. R.
R. Demos gracias al Señor, porque él es bueno.
Demos gracias al que hirió a los primogénitos egipcios
y sacó a Israel de aquel país:
con mano poderosa, con brazo extendido. R.
R. Demos gracias al Señor, porque él es bueno.
Demos gracias al que en dos partió el mar Rojo,
condujo a Israel entre las aguas
y arrojó en el mar Rojo al faraón y a su ejército. R.
R. Demos gracias al Señor, porque él es bueno.


Aclamación antes del Evangelio
2 Co 5, 19
R. Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo,
y nos ha encomendado a nosotros
el mensaje de la reconciliación.
R. Aleluya.


Evangelio
Mt 12, 14-21
En aquel tiempo, los fariseos se confabularon contra Jesús para acabar con él. Al saberlo, Jesús se retiró de ahí. Muchos lo siguieron y él curó a todos los enfermos y les mandó enérgicamente que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta Isaías:

Miren a mi siervo, a quien sostengo;
a mi elegido, en quien tengo mis complacencias.
En él he puesto mi Espíritu,
para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
No gritará ni clamará,
no hará oír su voz en las plazas,
no romperá la caña resquebrajada,
ni apagará la mecha que aún humea,
hasta que haga triunfar la justicia sobre la tierra;
y en él pondrán todas las naciones su esperanza.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

"Noche en que veló el Señor para sacarlos de Egipto’
La salida de los israelitas de Egipto constituye el inicio de un éxodo que va más allá de lo físico y geográfico. A la angustia e incertidumbre de un horizonte incierto, desnudo de seguridades suficientes para la existencia, sin mapas ni más recursos que lo inmediato, se suma el dolor por el rechazo y el maltrato recibido, la humillación y el desarraigo de todo lo que tenía algún rescoldo de humanidad: el hogar, el grupo, los alimentos, una mínima organización y la vida que fecundaba con abundancia el futuro, expresada en el crecimiento imparable del pueblo.

Era necesario salir de Egipto, tras muchos años de esclavitud. La cifra bíblica no es cronológicamente exacta, sólo intenta describir el largo período de tiempo que permaneció vigente el sistema egipcio, al tiempo que transmite su finitud.

Era necesario dejar atrás un sistema que llevaba dentro de sí las semillas de la autodestrucción, al estar constituido sobre la sangre y la vida de los derechos de los demás. Todo imperio, todo poder que se edifica sometiendo, esclavizando a las personas, tiene podrida su raíz, su sello es la caducidad.

Egipto es la antítesis del proyecto de Dios que entraña vida, liberación y justicia. Egipto es el símbolo del mal, la opresión y la muerte. Dios se sitúa en el relato de parte de la vida, de la salida hacia la dignidad y la esperanza. Si el pueblo sale de Egipto, Dios lo conduce de noche y de día. Si los israelitas velan para hacer el camino hacia la libertad, Dios vela con ellos, hace parte con ellos, es la fortaleza que alienta las dificultades del camino, que alivia los contratiempos y se mantiene cerca.

Convendría preguntarnos hoy en qué parte del relato estamos cada uno: si en el lado del sistema que produce esclavitudes y dolor o en el camino de Dios que conduce a la vida cumplida y lograda, humana.

La caña cascada no la quebrará
Este pasaje del evangelio de Mateo se sitúa justo en el centro de su narración. En el modo de escritura judío, el centro del relato lo ocupa el núcleo más importante de su mensaje. En los versículos anteriores el autor presenta la curación de un enfermo en sábado. Para Jesús, la persona está por encima de los legalismos, incluso del precepto de descanso sabático que se había convertido en una estructura opresora. Su intención original que preservaba para los trabajadores un descanso suficiente se había pervertido y adquirido una carga moral sin contenido. Jesús se siente libre de contravenir el precepto en orden a la libertad de las personas y a procurarles el bien. Pero esta libertad de Jesús rompe la casuística farisea que intenta eliminar lo que altera su orden establecido.

El versículo 14 de este capítulo 12 de Mateo, marca el inicio de las deliberaciones del desenlace final de Jesús. Jesús muere acusado, perseguido por el orden religioso establecido de su tiempo, por superar la comprensión de un culto ritual, vacío, sin misericordia, más pendiente de conservar una estructura religiosa que de reconocer la imagen de Dios en el rostro del otro.

El evangelista responde a las intenciones asesinas de los fariseos colocando a Jesús en línea con los grandes profetas israelitas y dando vida con sus acciones a los anuncios mesiánicos que inician un nuevo modo relacional de la persona en todas las vertientes de su ser, nada queda fuera de esa catarsis profunda que empapa la vida y la conduce a un dinamismo que desafía la existencia.

Jesús es el elegido que personifica el Espíritu de Dios y anuncia justicia. Una justicia sin violencia, una justicia capaz de sustentar al débil, restañar lo quebrado, avivar la luz, dar cobijo a la esperanza con la fuerza de la mansedumbre. Nuestra fe precisa crecerse en la realidad y medirse con ella desde los valores que la nutren y las acciones que la expresan, también cuidando sus modos, ese ’cómo’ que distingue el proceder de Jesús y debiera ser reconocible en el discípulo por su sensibilidad humana, su mirada aguda para desenmascarar la injusticia, apreciar los signos del reinado de Dios y brindar su voz para visibilizar lo orillado.

Sor Miria de Jesús Gómez O.P.
Monasterio Santísima Trinidad Orihuela

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