’ La mies es mucha, pero los obreros pocos ’



Se han hecho ídolos para su propia ruina

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’ La mies es mucha, pero los obreros pocos ’
Religión
Julio 06, 2020 21:08 hrs.
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La Palabra de Dios

Martes 7 de julio 2020

Primera lectura
Os 8, 4-7. 11-13
Esto dice el Señor:
’Han nombrado reyes sin contar conmigo,
han escogido príncipes sin saberlo yo.
Con su oro y su plata se han hecho ídolos,
para su perdición.
Tu becerro, Samaria, es repulsivo
y mi ira arde contra él.
¿Hasta cuándo serán incapaces de purificarse
los hijos de Israel?
Un artesano ha hecho ese becerro, que no es Dios,
por eso quedará hecho trizas.

Siembran vientos y cosecharán tempestades;
su trigo no dará espigas, no producirá harina su grano,
y si la produce, los extranjeros se la comerán.

Efraín ha construido multitud de altares,
y sólo le han servido para pecar.
Aunque yo les escribiera todas mis leyes,
las ignorarían como si fueran de un extraño.
Aunque inmolen víctimas en mi honor
y coman su carne, no me dan gusto,
pues tengo presentes sus culpas
y castigaré sus pecados.
Por eso volverán a la esclavitud’’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 113B, 3-4. 5-6. 7ab-8. 9-10
R. (9a) Nosotros confiamos en el Señor.
Nuestro Dios está en el cielo,
y él ha hecho todo lo que quiso.
En cambio, los ídolos de los paganos son oro y plata,
son dioses hechos por artesanos. R.
R. Nosotros confiamos en el Señor.
Tienen boca, pero no hablan;
tienen ojos, pero no ven;
tienen orejas, pero no oyen;
tienen nariz, pero no huelen. R.
R. Nosotros confiamos en el Señor.
Tienen manos, pero no tocan;
tienen pies, pero no andan.
Que sean como ellos quienes los hacen
y cuantos confían en ellos. R.
R. Nosotros confiamos en el Señor.
Los hijos de Israel confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo;
los hijos de Aarón confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
R. Nosotros confiamos en el Señor.


Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 14
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen pastor dice el Señor;
yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
R. Aleluya.


Evangelio
Mt 9, 32-38
En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud, maravillada, decía: ’Nunca se había visto nada semejante en Israel’. Pero los fariseos decían: ’Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios’.

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: ’La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Se han hecho ídolos para su propia ruina
El bueno y paciente Oseas observa el caminar del pueblo bajo el mandato de Jeroboán y contempla con desaliento -¿o con rabia?- que el camino que trazan al pueblo no es lo que Dios espera de sus fieles. Abunda la idolatría. Este fenómeno lo limitamos a adorar falsos dioses; no nos damos cuenta de que lo grave de todo ello está en las consecuencias que se proyectan en la conducta de esos seguidores. Hace relación a comportamientos que se alejan de la rectitud y traen consigo injusticias, asesinatos, corrupción; todo eso que prohíbe la ley de Dios. Por eso su predicación es una llamada a la conversión.

La conversión que él predica es una propuesta para abandonar la hipocresía. El profeta señala que en ellos la vida va por un lado y el culto por otro. Por eso Dios rechaza sus ofrendas. ¿Qué sentido tienen esos altares si los que allí se acercan no tienen a Dios en su corazón?

Ofrecer sacrificios a Dios olvidando lo que Él quiere, es lo que Oseas condena. Todo ese comportamiento, toda esa incoherencia tendrá consecuencias en el pueblo. El exilio en Babilonia será el resultado de un estilo de vida que Dios no acepta.

La llamada de Oseas llega hasta nosotros. Hemos valorado mucho el culto, el cumplimiento de leyes, pero olvidando muchas veces lo más importante: nuestro compromiso para aportar, con nuestros actos, algo al cambio de esta sociedad. El mundo camina alejado de la justicia, la solidaridad, el amor. Valoramos poco el gesto oportuno, el detalle discreto, el trato humano y la preocupación y solidaridad por los que menos tienen. Todos estos aspectos cultuales, que no hay que infravalorar, no pueden dejarnos tranquilos. Son insuficientes. Hay algo más importante: comprometernos, de verdad, para hacer el bien. Solo así nuestro culto ser verdadero y mantendremos lejos la hipocresía.

Jamás se vio algo igual
El evangelista nos transmite dos milagros realizados por Jesús.Dar la vista a dos ciegos –evangelio de ayer- y devolver el habla a un mudo, el de hoy. Todo ello provoca la admiración en sus oyentes. La frase es significativa, no es lo que están acostumbrados a ver y surge el asombro y la admiración. El pueblo sencillo ve las cosas sin malicia y su interpretación de los hechos se atiene a la realidad de lo que contemplan. La admiración conduce a los interrogantes y, desde ahí, el esfuerzo por encontrar su respuesta. Curiosamente, cerca están los fariseos que, habiendo visto lo mismo, rechazan la realidad y lo interpretan torticeramente para negar lo que hay detrás de la acción de Jesús: la mano de Dios.

Al ver a la gente sintió compasión
Si algo define claramente el paso de Jesús por este mundo fue que ’pasó haciendo el bien’ y, hacer el bien, significó dejarse afectar por la pobreza y necesidad de la gente. Ve aquellas multitudes como ’ovejas sin pastor’, desorientadas, necesitadas de luz para saber por dónde caminar. Y surge en Él la compasión. Y actúa: les lleva un mensaje donde queda patente la bondad de un Dios que ama a todos y solamente quiere el bien de sus hijos.

En el corazón de Cristo solo hay amor. La compasión no es otra cosa que la proyección de ese amor que bulle en su corazón. Es la compasión que va más allá del simple sentimiento de tristeza ante el mal de los demás. Conlleva hacer algo por que ese mal desaparezca.

La mies es mucha, pero los obreros pocos
La labor de Jesús en la predicación del Reino es inabarcable. Se extiende por todas partes donde hay dolor, tristeza, necesidad material y espiritual. También nosotros en nuestro deseo de hacer el bien podemos sentirnos desbordados. Muchas veces nuestra actuación es muy limitada. Ante esa realidad no cabe la lamentación vacía mientras contemplamos el mal. La realidad debe instarnos a obrar y cuando observemos la tarea que nos queda por realizar, y a la que no llegamos, no hemos de dejar lugar al desaliento. Hemos de levantar nuestro corazón a Dios para presentarle esa mies y pedirle que envíe obreros. Que nuestra acción imperfecta termine siempre en sus manos a través de una oración sencilla y confiada.

Vivimos en un mundo donde Dios está siendo aparcado de forma displicente. Algunos lo ven innecesario. Los que creemos y esperamos en Él, podemos sentir nuestra impotencia ante la fuerza de los que lo niegan, lo atacan y rechazan. Un mundo huérfano de ese buen Padre tiene el riesgo de caminar por sendas oscuras, deshumanizadoras. Y ahí percibimos la abundancia de esa mies: tantas personas anhelantes de Dios, sin saberlo, y resistiéndose a dar salida a ese anhelo. Nuestra impotencia encuentra en la bondad de Dios un puerto de salvación y esperanza. Tras nuestro esfuerzo, solo nos queda rogar al Padre de la mies que siga actuando y envíe esos obreros que el mundo está necesitando.

Feliz día, bajo la protección de S. Fermín.

Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)



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