’ Mi casa es casa de oración ’



Ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza

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Noviembre 21, 2019 22:17 hrs.
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La Palabra de Dios

Viernes 22 de noviembre 2019

Memoria de Santa Cecilia, virgen y mártir
Primera lectura
1 Mc 4, 36-37. 52-59
En aquellos días, Judas y sus hermanos se dijeron: "Nuestros enemigos están vencidos; vamos, pues, a purificar el templo para consagrarlo de nuevo". Entonces se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.

El día veinticinco de diciembre del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al romper el día y ofrecieron sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían construido, un sacrificio conforme a la ley. El altar fue inaugurado con cánticos, cítaras, arpas y platillos, precisamente en el aniversario del día en que los paganos lo habían profanado. El pueblo entero se postró en tierra y adoró y bendijo al Señor, que los había conducido al triunfo.

Durante ocho días celebraron la consagración del altar y ofrecieron con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza. Adornaron la fachada del templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron los pórticos y las salas, y les pusieron puertas. La alegría del pueblo fue grandísima y el ultraje inferido por los paganos quedó borrado.

Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó que cada año, a partir del veinticinco de diciembre, se celebrara durante ocho días, con solemnes festejos, el aniversario de la consagración del altar.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial
1 Crónicas 29, 10. 11abc. 11d-12a. 12bcd
R. (13b) Benditos seas, Señor, Dios nuestro.
Bendito seas, Señor,
Dios de nuestro padre Jacob,
Desde siempre y para siempre.
R. Benditos seas, Señor, Dios nuestro.
Tuyos es la grandeza y el poder,
El honor, la majestad y la gloria,
pues tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra.
R. Benditos seas, Señor, Dios nuestro.
Tuyo, Señor, es el reino,
tú estás por encima de todos los reyes.
De ti provienen las riquezas y la gloria.
R. Benditos seas, Señor, Dios nuestro.
Tú lo gobiernas todo,
en tu mano están la fuerza y el poder
y de tu mano proceden la gloria y tu fortaleza.
R. Benditos seas, Señor, Dios nuestro.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 19, 45-48
Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones".

Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.
Palabras del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy
Ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza
La lectura de este fragmento del primer libro de Macabeos, nos narra la restauración y purificación del templo, después de la victoria de Judas Macabeo sobre los jefes de Samaria y Siria. Durante años han sufrido las vicisitudes de la guerra, la devastación de sus tierras y la profanación del Templo. Pero la mano de Dios ha estado favoreciendo a su pueblo y les ha dado la victoria sobre todos sus enemigos. Con la victoria, lo primero que se plantean es homenajear al Dios que ha socorrido al pueblo y ha prestado su fidelidad y su fuerza frente a los enemigos. Con prioridad deciden recomponer el Templo, con piedras, ornamentos y objetos sagrados nuevos, dignos del Dios que ha manifestado su gloria y su poder. Y establecen que esta fecha será celebrada todos los años, para reconocer la gracia que Yahvé ha manifestado con su pueblo.

Por encima de lo festivo del relato y de lo anecdótico del mismo, esta lectura nos muestra la profunda fe e interiorización que el pueblo tiene sobre la presencia y manifestación del Dios de Israel, que merece los sacrificios y la alabanza de todo el pueblo. La mano de Dios sostiene la historia y las andanzas del pueblo. Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá destruirnos? La diestra del Señor es poderosa, dice el salmista, y anima a todo el pueblo para que unidos entonen alabanzas al Señor.

Mi casa es casa de oración
Este pasaje de Lucas se enmarca en la última subida de Jesús a Jerusalén. Jesús se enfrenta a los cambistas y mercaderes del Templo. El respeto por el Templo como lugar de revelación de Dios era un signo de identidad del Pueblo judío. Jesús participaba especialmente de ese sentimiento. Ya aparece en su infancia cuando perdido de sus padres, lo encuentran en el Templo entre los doctores. Ahora San Lucas nos narra el enfrentamiento que Jesús tiene con los mercaderes y cambistas que mancillan la casa de Dios. Lucas en este capítulo final, antes de los relatos de la Pasión, quiere rematar el testamento del Maestro. Jesús es Mesías, y aparece en Jerusalén montado en un pollino, recibido con ramos de olivo y mantos como alfombras. Pero es un Rey no de este mundo, como le responde a Pilatos, sino que su reino es un reino de salvación para pobres y oprimidos. Es un Mesías profeta, que llora la destrucción futura de Jerusalén, porque son gente de corazón duro que no han reconocido al enviado de Dios. Está anunciando también su propia persecución y muerte. Él es el nuevo Templo de Dios. Y finalmente es sacerdote, mediador y ofrenda del Padre, por eso se preocupa del Templo y de las cosas de su Padre. Es el enviado que iniciará una nueva forma de culto a Dios, en espíritu y en verdad, por encima de ofrendas y sacrificios.

Este mesianismo de Jesús será la conclusión que supondrá su muerte. Jesús ha venido a instaurar un nuevo tiempo, unas nuevas formas de relacionarse con Dios desde unos corazones abiertos, en seguimiento del mandato de Jesús: ’Amaos unos a otros, como Yo os he amado’. El templo tiene así un nuevo sentido, un lugar de alabanza y encuentro. Un referente sacramental del amor de Dios y del amor que nos debemos unos a otros. Con Cristo, templo vivo del Espíritu, nuestro semejante es también lugar de oración y alabanza al Padre.

Debemos recuperar esa mirada sacerdotal que nos pone en referencia con Dios cuando vemos a nuestros prójimos, también hijos de Dios. Y juntos poder levantar cantos de alabanza a nuestro Salvador Jesús.

¿Creemos que el otro es el lugar sagrado que Jesús nos reveló, como bendición de Dios y que amar al otro es acercarnos realmente a Dios?

D. Oscar Salazar, O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de San Martín de Porres (Madrid)

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