’ Mi Cuerpo…mi Sangre: ¡tomad! ’


Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo

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’ Mi Cuerpo…mi Sangre: ¡tomad! ’
Religión
Junio 05, 2021 22:12 hrs.
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6 de junio de 2021


La Palabra de Dios

Primera Lectura
Ex 24, 3-8
En aquellos días, Moisés bajó del monte Sinaí y refirió al pueblo todo lo que el Señor le había dicho y los mandamientos que le había dado. Y el pueblo contestó a una voz: ’Haremos todo lo que dice el Señor’.

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano, construyó un altar al pie del monte y puso al lado del altar doce piedras conmemorativas, en representación de las doce tribus de Israel.

Después mandó a algunos jóvenes israelitas a ofrecer holocaustos e inmolar novillos, como sacrificios pacíficos en honor del Señor. Tomó la mitad de la sangre, la puso en vasijas y derramó sobre el altar la otra mitad.

Entonces tomó el libro de la alianza y lo leyó al pueblo, y el pueblo respondió: ’Obedeceremos. Haremos todo lo que manda el Señor’.

Luego Moisés roció al pueblo con la sangre, diciendo: ’Ésta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes, conforme a las palabras que han oído’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18
R. (13) Levantaré el cáliz de la salvación.
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Levantaré el cáliz de la salvación,
e invocaré el nombre del Señor. R.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.
A los ojos del Señor es muy penoso
que mueran sus amigos.
De la muerte, Señor, me has librado,
A mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.
Te ofreceré con gratitud un sacrificio
e invocaré tu nombre.
Cumpliré mis promesas al Señor
ante todo su pueblo. R.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.

Segunda Lectura
Heb 9, 11-15
Hermanos: Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para siempre en el ’lugar santísimo’, a través de una tienda, que no estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación. No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna.

Porque si la sangre de los machos cabríos y de los becerros y las cenizas de una ternera, cuando se esparcían sobre los impuros, eran capaces de conferir a los israelitas una pureza legal, meramente exterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo purificará nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al Dios vivo, ya que a impulsos del Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo!

Por eso, Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que él les había prometido.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Sequencia
Lauda Sion
Al Salvador alabemos,
que es nuestro pastor y guía.
Alabémoslo con himnos
y canciones de alegría.

Alabémoslo sin límites
y con nuestras fuerzas todas;
pues tan grande es el Señor,
que nuestra alabanza es poca.

Gustosos hoy aclamamos
a Cristo, que es nuestro pan,
pues él es el pan de vida,
que nos da vida inmortal.

Doce eran los que cenaban
y les dio pan a los doce.
Doce entonces lo comieron,
y, después, todos los hombres.

Sea plena la alabanza
y llena de alegres cantos;
que nuestra alma se desborde
en todo un concierto santo.

Hoy celebramos con gozo
la gloriosa institución
de este banquete divino,
el banquete del Señor.

Ésta es la nueva Pascua,
Pascua del único Rey,
que termina con la alianza
tan pesada de la ley.

Esto nuevo, siempre nuevo,
es la luz de la verdad,
que sustituye a lo viejo
con reciente claridad.

En aquella última cena
Cristo hizo la maravilla
de dejar a sus amigos
el memorial de su vida.

Enseñados por la Iglesia,
consagramos pan y vino,
que a los hombres nos redimen,
y dan fuerza en el camino.

Es un dogma del cristiano
que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino
queda convertido en sangre.

Hay cosas que no entendemos,
pues no alcanza la razón;
mas si las vemos con fe,
entrarán al corazón.

Bajo símbolos diversos
y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades
maravillosas, profundas.

Su sangre es nuestra bebida;
su carne, nuestro alimento;
pero en el pan o en el vino
Cristo está todo completo.

Quien lo come no lo rompe,
no lo parte ni divide;
él es el todo y la parte;
vivo está en quien lo recibe.

Puede ser tan sólo uno
el que se acerca al altar,
o pueden ser multitudes:
Cristo no se acabará.

Lo comen buenos y malos,
con provecho diferente;
no es lo mismo tener vida
que ser condenado a muerte.

A los malos les da muerte
y a los buenos des da vida.
¡Qué efecto tan diferente
tiene la misma comida!

Si lo parten, no te apures;
sólo parten lo exterior;
en el mínimo fragmento
entero late el Señor.

Cuando parten lo exterior
sólo parten lo que has visto;
no es una disminución
de la persona de Cristo.

*El pan que del cielo baja
es comida de viajeros.
Es un pan para los hijos.
¡No hay que tirarlo a los perros!

Isaac, el inocente,
es figura de este pan,
con el cordero de Pascua
y el misterioso maná.

Ten compasión de nosotros,
buen pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos y cuídanos
y condúcenos al cielo.

Todo lo puedes y sabes,
pastor de ovejas, divino.
Concédenos en el cielo
gozar la herencia contigo.
Amén.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 6, 51
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor;
el que coma de este pan vivirá para siempre.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 14, 12-16. 22-26
El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: ’¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?’ Él les dijo a dos de ellos: ’Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’ Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena’. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: ’Tomen: esto es mi cuerpo’. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: ’Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios’.

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

’ Mi Cuerpo…mi Sangre: ¡tomad! ’
Introducción
Hoy es la Solemnidad del Corpus Christi, uno de los días más gozosos y festivos del calendario litúrgico. Celebrando con amor la Eucaristía y adorando con fervor el Cuerpo del Señor, la Iglesia manifiesta este domingo su fe en la presencia real y verdadera de Jesús en este ’sacramento admirable’. La Eucaristía es el sacramento del inmenso amor del Señor en el que se conmemora su Pascua salvadora; es el Sacramento que vivifica, alimenta y fortalece nuestra existencia cristiana. Vivir de la Eucaristía y vivir la Eucaristía, con todo lo que ello implica, es el compromiso que renovamos en este hermoso día ’que reluce más que el sol’, como rezara el refrán popular.

En este Año Jubilar del VIII Centenario de la muerte de Santo Domingo, destacamos la impronta dominicana de esta fiesta. Santo Tomás de Aquino compuso, a instancias del Papa, los himnos litúrgicos de este día. En su elaboración, el ’Doctor Eucarístico’ no solo despliega su genio teológico y literario, sino, sobre todo, su profunda vivencia del misterio eucarístico. De Santo Domingo, los cronistas nos dicen que se preparaba largamente para la Eucaristía y que en la celebración de la misma abundaba en lágrimas. La Orden tiene concedido poder celebrar Corpus propio. En la espiritualidad dominicana la Eucaristía es un elemento clave, pues en ella el predicador vive el Amor que anuncia después como Buena Nueva. Honremos a Cristo, ’Pan de la Vida’, y digámosle como aquellos del evangelio: ’Señor, danos siempre de ese Pan’.

Fray Juan Carlos González del Cerro O.P.
Real Convento de Santo Domingo (Jerez de la Frontera)

Comentario al Evangelio

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Una alianza/pacto de sangre
En el momento central de nuestras celebraciones eucarísticas, proclamamos: «este es el Sacramento de nuestra fe». Con un artículo determinado «el». Como si sólo hubiera un sacramento. No decimos «este es uno de los 7 sacramentos», ni siquiera «este es el sacramento más importante». Y es que realmente, sólo tenemos un sacramento: Jesucristo-Eucaristía. Los otros... no son sino «derivaciones», variaciones, aplicaciones a distintos momentos de la vida de fe. Y sin embargo hay no pocos bautizados que dicen no necesitar este sacramento central de la fe. Y quienes se acercan a él principalmente si es «día de precepto», y no siempre. Muchos no sabrían explicar por qué es «importante» o «necesario»: tal vez ofrecan su testimonio de que se sienten bien al comulgar, que les ayuda a ser mejores, que les falta "algo" si no van a misa... Está bien... pero esto no ayuda gran cosa a los que preguntan «por qué debiera yo ir a la Eucaristía», «por qué es importante o necesario». Eso se queda corto. Tenemos que reconocer que hay una buena falta de formación bíblica, teológica y litúrgica (las tres) que ayude a valorar, disfrutar y aprovechar esto que Jesús nos dejó como Testamento de su vida. Como también evitar convertirlo en algo diferente a lo que Jesús pretendió.

Teniendo en cuenta las lecturas de hoy, me centro sólo en algunos aspectos:

Comienzo por subrayar/recordar que en la Eucaristía hacemos "un pacto de sangre» con Dios. Las palabras «Pacto», «Alianza» (nueva) y «Testamento» son sinónimas. Precisamente dan nombre a cada una de las dos partes de la Biblia. Para comprender su importancia y alcance, necesitamos mirar al que fue el «Primer Testamento» (ahora se prefiere este nombre), o Antigua Alianza o Pacto.





En el principio, Dios quiso elegir y constituir un pueblo y sellar con él un compromiso. En las culturas antiguas había dos formas de hacerlo: con un banquete y con sangre de animales. La iniciativa de Dios le llevó a fijarse en un grupo de gente que se encontraba en Egipto en estado «penoso» (esclavos, dispersos, sin identidad...) y empezó pidiéndoles que cenaran juntos, anters de emprender aquel largo Éxodo. Porque compartir la misma mesa supone empezar a crear «lazos» de amistad y comunión. Para los pueblos mediterráneos esto era y es muy significativo: a la gente que nos importa, la invitamos a comer; las personas de mayor confianza y cercanía comparten a menudo la misma mesa. Cuando queremos celebrar algo importante... comemos juntos. Y es que Dios pretendía, desde el principio, la convivencia, la unión, la cercanía, la amistad, la intimidad entre los que iban a formar su pueblo.

También ése fue un objetivo muy significativo para Jesús que, con tantísima frecuencia, compartía la mesa con toda clase de personas, sin discriminaciones ni condiciones. Y se lo llegaron a reprochar: «éste come con pecadores». Les escandalizaba por lo que eso significaba: una oferta de amistad, cercanía, acogida, intimidad... a personas frecuentemente alejadas de Dios. Y lo hacía en el nombre de su Padre: era «parte» esencial de su mensaje universal y del verdadero rostro de Dios. Comía también a menudo con sus amigos más íntimos. Tanto, que el criterio de discernimiento para buscar el sustituto de Judas (y nos serviría como la primera definición de discípulo) es: «el que ha comido con Jesús». Precisamente su despedida y Testamento consistió en una Cena, en la que pidió a sus discípulos: sed uno, amaos, sabrán que sois de los míos por el amor que haya entre vosotros. Compartir la mesa, por tanto, DEBE estrechar los lazos entre nosotros... porque si no la vaciamos de sentido, no es lo que Jesús quiso. No podemos «privatizar» el Cuerpo de Cristo, pretendiendo comulgar con él... y excluyendo o ignorando a los que comparten con nosotros la misma mesa.

Después de la liberación de Egipto, llegaron al Sinaí, donde culminaría y se ratificaría un pacto/alianza o contrato. Lo resume esa frase repetida en las Escrituras: «Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios». Moisés presenta al pueblo las Palabras/Mandamientos que ha escuchado a Dios, y que había puesto por escrito. El pueblo repite que «haremos lo que manda el Señor». Y luego viene un rito hecho a base de sangre de animales, por el que se sella un «pacto de sangre», para el cual toman sangre de animales que se derrama a la vez sobre un altar (Dios) y sobre el pueblo, expresando con este rito que ambos quedaban comprometidos de por vida (=sangre), y así se convertían en una nueva familia (consanguíneos) que se definía por hacer lo que les decía el Señor. Y el Señor, por su parte, se comprometía a estar siempre con ellos. (Primera lectura de hoy)

Jesús reformulará esa Alianza. Primero: habrá solo un mandamiento (nuevo): amarnos como él nos amó. Considerará discípulos suyos a los que hagan lo que él manda: amar como él. Y se compromete a estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo, se compromete a darles su propia vida, a hacerlos hermanos e hijos. Y esto lo hace por medio de un gesto: compartir el pan y beber la copa. Son discípulos suyos los que comen su cuerpo y beben su copa. Y este pacto/Alianza lo sella Jesús con su propia sangre. Como signo de su fidelidad y de su amor incondicional él ofrece toda una vida (eso es la «sangre») entregada/derramada desde el amor. Y pide a sus discípulos:

- A partir de ahora vosotros -todos juntos, en comunión- vais a ser mi Cuerpo, haciéndome presente en el mundo cuando yo ya no esté.

- Vais a hacer de vuestra vida una entrega hasta el final, como mi propia entrega

- Recibir su Cuerpo y Sangre es irnos convirtiendo en el mismo Jesús para hacer lo mismo que él hizo, en memoria suya. Hasta poder decir, como san Pablo, «ya no soy yo... es Cristo quien vive en mí».

Por último: la sangre (nos lo recordaba la Carta a los Hebreos) tenía también un sentido de purificación/renovación cuando el pueblo quebrantaba su compromiso, su Alianza. Se repetía todos los años en la fiesta del «Yom Kippur». Jesús sustituye todos esos antiguos ritos y ofrece su vida, derrama su sangre «para el perdón de los pecados». Jesús muere en la cruz pidiendo el perdón al Padre para nosotros. De modo que ya no necesitamos más sangres de animales: la participación en el Sacramento de nuestra fe nos devuelve a la comunión con Dios tantas veces como la perdamos. Es realmente el Sacramento del perdón para los pecadores.

¿CONCLUSIONES?

- Recibir el Cuerpo de Cristo es aceptar su invitación y comprometernos a construir comunidad, a fortalecer lazos, a amar a los que Jesús elige sentar conmigo a su mesa

- Recibir el Cuerpo de Cristo es integrarse en el grupo de discípulos, aceptar ser Cuerpo vivo de Cristo y vida entregada en el amor cada día, sellando la Alianza que Jesús me ofrece con su sangre

- Recibir el Cuerpo de Cristo es estar dispuesto a «hacer» todo lo que el Señor nos ha dicho en la Liturgia de la Palabra, lo que encontramos en las Escrituras

- Recibir el Cuerpo de Cristo supone a menudo reconocer que hemos «fallado» en nuestra entrega a Dios a través de los hermanos, y necesitamos renovar nuestra Alianza y acoger la vida, el Espíritu, el Amor el perdón que Cristo nos ofreció durante toda su vida culminada en la muerte de Cruz

- Recibir el Cuerpo de Cristo es aceptar que Dios se pone en mis manos (de ahí la costumbre y el sentido de recibir la comunión en la mano, que durante los primeros 10 siglos fue ¡el único modo de comulgar!), y depende de mí, para que lo lleve conmigo, y le reparta y me reparta con él a cualquier hermano que tenga hambre.

- Recibir el Cuerpo de Cristo no es un «premio» a los que son «buenos», a los que creen merecerlo... sino la ayuda que Cristo ofrece a sus discípulos débiles, pecadores, miedosos, traidores...porque bien sabe que «sin mí no podéis hacer nada».

Y muchas más... Por hoy ya valen.

Que de verdad SEAMOS juntos el Cuerpo de Cristo, porque Cristo sigue teniendo tanto que hacer... con ayuda de los que somos miembros de su Cuerpo...

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

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