’ Muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros ’


Observar la Ley es hacer muchas ofrendas

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’ Muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros ’
Religión
Mayo 24, 2021 20:43 hrs.
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La Palabra de Dios

Martes 25 mayo, 2021

Primera Lectura
Sir 35, 1-15
La ofrenda más grata al Señor
es la que ofrece aquel que cumple su ley.
El que guarda los mandamientos
ofrece un sacrificio de acción de gracias,
el que hace favores al prójimo ofrenda el mejor trigo,
el que da limosna ofrece un sacrificio de alabanza.

Apartarse del mal es darle gusto al Señor,
evitar la injusticia es sacrificio de expiación por el pecado;
no te presentes, pues, ante Dios con las manos vacías:
todo esto es mandato del Señor.

La ofrenda del justo enriquece el altar
y su aroma sube hasta el Altísimo.
La ofrenda del justo es agradable a Dios
y su memorial no será olvidado.

Honra al Señor con ánimo alegre
y no seas tacaño al pagarle tus primicias.
Haz tu ofrenda de buena gana
y santifica con gozo tus diezmos.

Dale al Altísimo según la medida en que él te ha dado a ti;
dale tan generosamente como puedas,
porque el Señor sabe recompensar
y te dará siete veces más.

No pienses en sobornar al Señor, porque él no recibirá tus dones,
ni confíes en la ofrenda de cosas mal habidas,
porque el Señor es un juez
que no se deja impresionar por apariencias.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 49, 5-6. 7-8. 14 y 23
R. (23b) Dios salva al que cumple su voluntad.
Congreguen ante mí a los que sellaron
sobre el altar mi alianza.
Es Dios quien va a juzgar
y el cielo mismo lo declara.
R. Dios salva al que cumple su voluntad.
Israel, pueblo mío, escucha atento;
en contra tuyo yo, tu Dios, declaro;
No voy a reclamarte sacrificios,
pues siempre están ante mí tus holocaustos.

R. Dios salva al que cumple su voluntad.
Mejor ofrece a Dios tu gratitud
y cumple tus promesas al Altísimo.
Quien las gracias me da, ése me honra,
y yo salvaré al que cumple mi voluntad.
R. Dios salva al que cumple su voluntad.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 10, 28-31
En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: ’Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte’’.

Jesús le respondió: ’Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres e hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Observar la Ley es hacer muchas ofrendas
El más importante sentido del culto a Dios es el Amor. El libro del Eclesiástico es una inspirada meditación de lo que significan las ofrendas en la religión mosaica más allá de lo establecido en la letra de la Ley. Para Dios lo que cuenta es la generosidad del corazón del creyente, su actitud pronta a responder al Amor de Dios con la entrega de la vida. Esto y no otra cosa es el culto y la Ley.

Y este amor requiere un compromiso firme por apartarse de la injusticia. No podemos presentar la ofrenda si nuestras manos y nuestro corazón están vacíos por la ausencia de compromiso frente al mal que nos rodea y menos todavía si éste nos ha alcanzado por comisión u omisión. Es esta ofrenda del compromiso sincero la que honra el altar y la más exquisita liturgia del culto.

Y ¡qué importante es también la alegría! No pocas veces tenemos esa imagen del culto, de la misa de cada domingo, donde todo parece rutina en los ritos: las preguntas, las respuestas... y todo reflejado en los rostros ausentes de los ’participantes’ Nos falta actitud, motivación... Nos falta creernos de verdad que Dios espera y está muy atento a cada ofrenda de amor y de vida que será asumida en el Cuerpo y la Sangre del Señor.

Muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros
En el contexto del discurso sobre las riquezas y precediendo al tercer anuncio de la Pasión, San Marcos nos presenta una enseñanza bien significativa de lo que significa la fe y el seguimiento de Jesús. Dos palabras a mi modo de ver definen la actitud que debe tener un cristiano: la entrega incondicional a Cristo y el Evangelio y la humildad de corazón.

La entrega incondicional, la disponibilidad sin reservas es condición ’sine qua non’. En otros muchos textos Jesús nos insiste en esta actitud. Cuando Él llama es porque antes te ha elegido desde siempre y espera, desde tu libertad, que le digas que sí. Pero, al mismo tiempo, es una vocación que te desarraiga de tus apegos y te llama a una fidelidad absoluta, pero también a una radical felicidad, a encontrar el sentido profundo de la vida.

Tan importante como esta disponibilidad, es la actitud humilde de quien ha sido llamado para el seguimiento de Jesús y, especialmente, la encomienda de un servicio a la comunidad de creyentes. La humildad es una gracia y, a la vez, un compromiso de amor. La primera Bienaventuranza que se refiere a los pobres de espíritu o pobres en el espíritu, nos indica con claridad que nada somos ni podemos sin el Señor y olvidar esto es, en el fondo, olvidarnos de quienes somos y de la responsabilidad que tenemos hacia los demás, nuestros hermanos, a los que debemos servir con caridad y diligencia.

’Cada uno, delante de sí mismo, sabe bien que, por más que se ponga a trabajar, queda siempre radicalmente incompleto y vulnerable. No existe un truco que cubra esta vulnerabilidad. Cada uno de nosotros es vulnerable, dentro. Debe ver en dónde. Pero, ¡Qué mal se vive si se rechazan los propios límites! Se vive mal. No se digiere el límite, está ahí. Las personas orgullosas no piden ayuda porque deben mostrarse autosuficientes. Y cuántos de ellos tienen necesidad de ayuda, pero el orgullo les impide recibir ayuda. Y cuán difícil es admitir un error y pedir perdón. Cuando yo doy un consejo a los nuevos esposos, que me dicen cómo llevar adelante y bien su matrimonio, yo les digo: ’Existen tres palabras mágicas: permiso, gracias, perdón’ [....] Porque el orgulloso no es capaz. No puede pedir perdón: siempre tiene razón. No es pobre de espíritu. En cambio, el Señor nunca se cansa de perdonar; somos nosotros, desafortunadamente, quienes nos cansamos de pedir perdón (cf. Ángelus 17 de marzo de 2013). El cansancio de pedir perdón: ¡esta es una fea enfermedad!’

D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad ’Amigos de Dios’ de Bormujos (Sevilla)

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