’ No es Dios de muertos sino de vivos ’


¿Qué es eso de la Resurrección?

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’ No es Dios de muertos sino de vivos ’
Religión
Noviembre 09, 2019 20:56 hrs.
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La Palabra de Dios

Domingo 10 De Noviembre 2019
Primera lectura
2 Mc 7, 1-2. 9-14
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos junto con su madre. El rey Antíoco Epífanes los hizo azotar para obligarlos a comer carne de puerco, prohibida por la ley. Uno de ellos, hablando en nombre de todos, dijo: "¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres".

El rey se enfureció y lo mandó matar. Cuando el segundo de ellos estaba para morir, le dijo al rey: "Asesino, tú nos arrancas la vida presente, pero el rey del universo nos resucitará a una vida eterna, puesto que morimos por fidelidad a sus leyes".

Después comenzaron a burlarse del tercero. Presentó la lengua como se lo exigieron, extendió las manos con firmeza y declaró confiadamente: "De Dios recibí estos miembros y por amor a su ley los desprecio, y de él espero recobrarlos". El rey y sus acompañantes quedaron impresionados por el valor con que aquel muchacho despreciaba los tormentos.

Una vez muerto éste, sometieron al cuarto a torturas semejantes. Estando ya para expirar, dijo: "Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida"

Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 16, 1. 5-6. 8b y 15
R. (15b) Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro.
Señor, hazme justicia
y a mi clamor atiende;
presta oído a mi súplica,
pues mis labios no mienten.
R. Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro.
Mis pies en tus caminos se mantuvieron firmes,
no tembló mi pisada.
A ti mi voz elevo, pues sé que me respondas.
Atiéndeme, Dios mío, y escucha mis palabras.
R. Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro.
Protégeme, Señor, como a las niñas de tus ojos,
bajo la sombra de tus alas escóndeme,
pues yo, por serte fiel, contemplaré tu rostro
y al despertarme, espero saciarme de tu vista.
R. Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro.

Segunda lectura
2 Tes 2, 16–3, 5
Hermanos: Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, conforten los corazones de ustedes y los dispongan a toda clase de obras buenas y de buenas palabras.

Por lo demás, hermanos, oren por nosotros para que la palabra del Señor se propague con rapidez y sea recibida con honor, como aconteció entre ustedes. Oren también para que Dios nos libre de los hombres perversos y malvados que nos acosan, porque no todos aceptan la fe.

Pero el Señor, que es fiel, les dará fuerza a ustedes y los librará del maligno. Tengo confianza en el Señor de que ya hacen ustedes y continuarán haciendo cuanto les he mandado. Que el Señor dirija su corazón para que amen a Dios y esperen pacientemente la venida de Cristo.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Aclamación antes del Evangelio
Apoc 1, 5. 6
R. Aleluya, aleluya.
Jesucristo es el primogénito de los muertos;
a él sea dada la gloria y el poder por siempre.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 20, 27-38
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?"

Jesús les dijo: "En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.

Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven".
O bien:
Lc 20, 27. 34-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a los saduceos, que niegan la resurrección de los muertos:

"En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.

Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Diosno es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven".
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Introducción
Tras la festividad de Todos los Santos las lecturas de la liturgia nos hacen plantearnos la vida después de la muerte, ¿cómo será esta? Hay muchos que la niegan, otros no ven en ella más que una continuidad de nuestra vida aquí, repitiendo los mismos esquemas sociales y relacionales de nuestra vida presente.

Pero, ¿qué nos dice la Escritura al respecto? En la primera lectura de 2ª Macabeos se nos remite a la experiencia de unos jóvenes que son torturados por no renegar de su fe. Se nos remite a la familia como germen de la fe que nos llama a llevar una vida en Dios, participando de su proyecto de vida para la humanidad.

En la 2ª lectura de 2 Tesalonicenses se nos dice que la vida de familia y de comunidad genera en sus miembros consuelo y esperanza, para ellos y para el resto de las personas, ya que vivir los valores del Reino genera una paz interior que nos lanza a obrar el bien y nos capacita para dar testimonio con obras y palabras congruentes que brotan de la experiencia. Trabajar por el Reino de Dios nos identifica con el Señor, con su misión y con su obra, y nos hace participar de su Vida, que no acaba, sino que se prolonga eternamente, pues somos Hijos de Dios y participamos de su gloria.

D. Juan Manuel López Montero, OP
Fraternidad Sacerdotal de Santo Domingo de España

Comentario al Evangelio

Fernando Torres cmf

¿Qué es eso de la Resurrección?

Se termina el año litúrgico y antes de comenzar el Adviento que nos encamina directamente al encuentro del misterio de la Navidad, la Iglesia nos propone meditar en las verdades eternas. ¿Cuáles son? Pues ésas que a veces no nos gusta pensar pero que son de las pocas cosas que sabemos con seguridad de nuestra vida. La primera es que todos nos vamos a morir y la segunda es que vamos a resucitar. Seguro que dentro de nosotros ya han aparecido algunas dudas. Eso de la resurrección no es fácil de entender. Pues claro que no. Nadie ha dicho que lo sea. Tampoco es fácil entender el amor de una madre por su hijo deficiente mental y ahí está. Tampoco es fácil de entender que dos personas se comprometan a vivir juntas y, lo que es más importante y difícil, a amarse y a entregarse del todo la una a la otra hasta que la muerte les separe.

La resurrección es algo muy parecido a ese amor eterno que se prometen los que se casan. Lo que sucede es que el amor que se prometen los que se casan a veces no es en realidad eterno más que en la intención. Se termina, se acaba. A veces las personas no son capaces de mantener sus promesas. No se trata de pensar en quién es el culpable. La verdad es que somos muy limitados y a veces no podemos dar más de sí. La resurrección, en cambio, es la promesa de Dios. Y él sí que puede hacer esas promesas. Y mantenerlas. Y cumplirlas. Él nos ha prometido a nosotros, sus hijos, la vida eterna. Nos ha dicho que vamos a vivir para siempre. Porque no nos creó para la muerte sino para que vivamos y tengamos vida en abundancia.

¿En qué va a consistir la resurrección? Pues no sabemos con certeza. Pero vamos a confiar en Dios, nuestro Padre, porque todo lo que venga de él será bueno para nosotros. Y de él no puede venir más que la vida. Eso es lo que dice Jesús a los saduceos que le preguntan por ese complicado caso en el Evangelio: ¿Por qué tenemos que suponer que la vida eterna va a ser como ésta, así de limitada, así de pobre? ¿No es Dios un Dios de vivos? El que creó este mundo, ¿no será capaz de crear mil mundos distintos donde la vida se pueda desarrollar en plenitud, en una plenitud que nosotros, con nuestra mente limitada por las fronteras de este universo, no podemos ni siquiera imaginar? Una confianza así es la que manifestó la familia de que se nos habla en la primera lectura. No saben ni el cómo ni el cuándo ni el dónde, pero están seguros de que Dios los levantará de entre los muertos. Y de que hará buenas todas sus promesas. También nosotros creemos en él y estamos convencidos de que Dios hará eterna nuestra vida y eterno nuestro amor.



Para la reflexión

La fe nos invita a creer más allá de lo que vemos, ¿creemos verdaderamente en la promesa de que Dios nos va a resucitar? ¿Dejamos que la idea de la muerte nos angustie o pensamos que no es más que un paso necesario para encontrarnos con el Padre Dios que tanto nos quiere?

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