’ No es Dios de muertos, sino de vivos ’



*La esperanza del humilde no morirá jamás

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’ No es Dios de muertos, sino de vivos ’
Religión
Noviembre 19, 2021 17:48 hrs.
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La Palabra de Dios

Sábado 20 noviembre 2021

Primera Lectura
1 Mc 6, 1-13
Cuando recorría las regiones altas de Persia, el rey Antíoco se enteró de que había una ciudad llamada Elimaida, famosa por sus riquezas de oro y plata. En su riquísimo templo se guardaban los yelmos de oro, las corazas y las armas dejadas ahí por Alejandro, hijo de Filipo y rey de Macedonia, que fue el primero que reinó sobre los griegos.

Antíoco se dirigió a Elimaida, con intención de apoderarse de la ciudad y de saquearla. Pero no lo consiguió, porque al conocer sus propósitos, los habitantes le opusieron resistencia y tuvo que salir huyendo y marcharse de ahí con gran tristeza, para volverse a Babilonia.

Todavía se hallaba en Persia, cuando llegó un mensajero que le anunció la derrota de las tropas enviadas a la tierra de Judá. Lisias, que había ido al frente de un poderoso ejército, había sido derrotado por los judíos. Estos se habían fortalecido con las armas, las tropas y el botín capturado al enemigo. Además, habían destruido el altar pagano levantado por él sobre el altar de Jerusalén. Habían vuelto a construir una muralla alta en torno al santuario y a la ciudad de Bet-Sur.

Ante tales noticias, el rey se impresionó y se quedó consternado, a tal grado, que cayó en cama, enfermo de tristeza, por no haberle salido las cosas como él había querido. Permaneció ahí muchos días, cada vez más triste y pensando que se iba a morir. Entonces mandó llamar a todos sus amigos y les dijo: ’El sueño ha huido de mis ojos y me siento abrumado de preocupación. Y me pregunto: ‘¿Por qué estoy tan afligido ahora y tan agobiado por la tristeza, si me sentía tan feliz y amado, cuando era poderoso? Pero ahora me doy cuenta del daño que hice en Jerusalén, cuando me llevé los objetos de oro y plata que en ella había, y mandé exterminar sin motivo a los habitantes de Judea. Reconozco que por esta causa me han sobrevenido estas desgracias y que muero en tierra extraña, lleno de tristeza’ ’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 9, 2-3. 4 y 6. 16b y 19
R. (cf 16a) Cantemos al Señor, nuestro salvador.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
y proclamaré todas tus maravillas;
me alegro y me regocijo contigo
y toco en tu honor, Altísimo.
R. Cantemos al Señor, nuestro salvador.
Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante ti.
Reprendiste a los pueblos, destruiste al malvado
y borraste para siempre su recuerdo.
R. Cantemos al Señor, nuestro salvador.
Los pueblos se han hundido en la tumba que hicieron,
su pie quedó atrapado en la red que escondieron.
Tú, Señor, jamás olvidas al pobre
y la esperanza del humilde jamás perecerá.
R. Cantemos al Señor, nuestro salvador.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr 2 Tim 1, 10
R. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte
y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 20, 27-40
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: ’Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?’

Jesús les dijo: ’En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.

Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven’’.

Entonces, unos escribas le dijeron: ’Maestro, has hablado bien’. Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a preguntarle nada.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

La esperanza del humilde no morirá jamás
En la primera lectura de hoy encontramos una frase que nos toca de lleno a nosotros, hombres y mujeres de este tiempo tan convulso y tantas veces angustiados, deprimidos, estresados: ’Tuvo una gran depresión, porque no le habían salido las cosas como quería’.

El rey Antíoco, un rey orgulloso, soberbio y altanero, que profanó el templo de Jerusalén e impuso la helenización del pueblo hebreo, puede ser aquí imagen de cada uno de nosotros. Antíoco se creía dios, estaba convencido de que apartando al pueblo del seguimiento de los mandamientos de Dios, estaba haciendo una obra buena.

Nosotros hoy, muchas veces nos creemos pequeños dioses, y enfocamos nuestra vida sin contar con Dios, y nos puede pasar como a este rey cada vez que nos deprimimos porque los planes que hemos proyectado no salen conforme a nuestras expectativas. El siglo XX y también el XXI, son los siglos de la enfermedad de la depresión. ¿Y no será esto causado porque tantas veces nos hemos apartado de los caminos de Dios y queremos vivir nuestra vida al margen de Dios?

Esto nos lleva a hacernos unas preguntas sobre cómo hacemos nuestros proyectos, sobre qué seguridad o roca firme los cimentamos. Cuando vamos a emprender una nueva obra, un proyecto, iniciar una nueva vida, ¿nos fiamos sólo de nosotros mismos? ¿Ponemos nuestra confianza en la suerte, en la magia, o en nuestras propias cualidades naturales adquiridas a base de nuestro esfuerzo?

En este tiempo que vivimos nos hemos olvidado de poner a Dios siempre al principio, al medio y al final de nuestras obras y de nuestra vida. Y preferimos tantas veces fiarnos de cualquiera menos de Dios, que es el único Padre amoroso que busca nuestro bien siempre. Vivimos como si Dios no existiera, y así es lo más común caer en el sin sentido de la vida y en la depresión, esa enfermedad del ánimo, del alma, porque nos hemos dedicado a asfixiarla y ahogarla con el consumismo, y privarla del alimento que da la vida eterna.

Cierto que no todas las depresiones tienen el mismo origen, no se puede simplificar sin más, pero sí es cierto que tenemos que despertar y darnos cuenta de dónde estamos poniendo nuestro corazón.

Que aprendamos de esta lectura a poner nuestra confianza en el Señor en todo momento, cuando somos felices y todo nos sale bien, cuando nos sentimos poderosos y valorados por los demás, y también cuando nos acordemos del mal que hemos hecho, o nos demos cuenta de que nos hemos equivocado o no nos salgan las cosas como queremos, pensando siempre, esto que estoy haciendo o quiero hacer, ¿es un proyecto también de Dios para mí, lo quiere Dios en mi vida, será su voluntad que lo lleve a cabo?

Es Dios de vivos
El Evangelio de hoy nos presenta una cuestión teológica muy discutida en tiempos de Jesús, la cuestión sobre la fe en la resurrección. Los saduceos, la negaban, mientras que los fariseos la afirmaban. Hay que tener presente que estos dos grupos eran los más relevantes en la sociedad judía del tiempo de Jesús. Unos, los saduceos, eran los más poderosos; los otros, los fariseos, eran los más religiosos y ’perfectos" en el cumplimiento de la Ley. Pero el pueblo sencillo quedaba al margen de estas disputas teológicas que a ellos les decían muy poco.

Sin embargo hay que resaltar un concepto que aparece en esta lectura y que sí tiene una gran relevancia espiritual.

’Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano». Aparece aquí la figura del Goel, el redentor. Era esa persona encargada de proteger y cuidar de una viuda y sus derechos. Era el encargado de dar descendencia a su hermano o pariente y proteger su prole si ya la tenía. Era también el vengador de sangre, encargado de vengar una injusticia si alguien había asesinado a alguien o cometido algún fraude, o engañado a un indefenso.

Hermanos, este goel, este redentor, nosotros lo identificamos con Jesucristo, que ha saldado la deuda contraída por nuestros pecados, él ha salido fiador por nosotros. Ha roto el documento que nos condenaba clavándolo en la cruz. Y mediante su acción redentora nos devuelve la capacidad de ser hijos de Dios, de estar vivos siempre frente a Él, sin temor, con plena confianza. Nos ha devuelto la confianza en la resurrección, nuestra vida tiene sentido, porque sabemos bien adónde va, por eso el cristiano es el que no tiene miedo a la muerte ya que ésta es sólo el paso definitivo al encuentro pleno y total con quien sabemos nos ama. Es ésta una gran alegría, una buena noticia, que nos anima en este final del año litúrgico y renueva nuestra esperanza de cara al futuro.

Oración: Señor, dame la humildad de corazón para no perderme en razonamientos inútiles que me apartan de Ti, enfrían mi alma y me alejan del servicio a los hermanos. Que la esperanza en tu Resurrección avive en mí el deseo de encontrarme contigo para siempre. Amén.

Sor Inmaculada de la Cruz, OP
Monasterio Santa Mª de Gracia, Córdoba

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