’ ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? ’


Prepárate Israel a encararte con tu Dios

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’ ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? ’
Religión
Junio 29, 2020 18:41 hrs.
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La Palabra de Dios

Martes 30 de junio 2020


Primera lectura
Am 3, 1-8; 4, 11-12
Escuchen estas palabras
que el Señor les dirige a ustedes, hijos de Israel,
y a todo el pueblo que hizo salir de Egipto:

’Sólo a ustedes los elegí
entre todos los pueblos de la tierra,
por eso los castigaré con mayor rigor
por todos sus crímenes.

¿Acaso podrán caminar dos juntos, si no están de acuerdo?
¿Acaso no ruge el león en la selva, cuando tiene ya su presa?
¿Lanza su rugido el cachorro de león desde su cueva,
si no ha cazado nada?
¿Cae el pájaro al suelo, sin que se le haya tendido una trampa?
¿Se levanta del suelo la trampa, sin que haya atrapado algo?
¿Se toca la trompeta en la ciudad, sin que se alarme la gente?
¿Hay alguna desgracia en la ciudad, sin que el Señor la mande?
Ciertamente el Señor no hace nada
sin revelar antes su designio a sus profetas.
Pues bien, ya ha rugido el león, ¿quién no tendrá miedo?
El Señor Dios ha hablado, ¿quién no profetizará?

Los he destruido a ustedes como a Sodoma y a Gomorra;
han quedado como un tizón sacado del incendio
y no se han vuelto a mí, dice el Señor.

Por eso te voy a tratar así, Israel,
y porque así te voy a tratar,
prepárate, Israel, a comparecer ante tu Dios’.

Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 5, 5-6. 7-8
R. (9a) Enséñame, Señor, tu santidad.
Tú no eres, Señor, un Dios al que pudiera
la maldad agradarle,
ni el malvado es tu huésped
ni ante ti puede estar el arrogante. R.
R. Enséñame, Señor, tu santidad.
Al malhechor detestas,
y destruyes, Señor, al embustero;
aborreces al hombre sanguinario
y a quien es traicionero. R.
R. Enséñame, Señor, tu santidad.
Pero yo, por tu gran misericordia,
entraré en tu casa,
y me postraré en tu templo santo
con reverencia de alma. R.
R. Enséñame, Señor, tu santidad


Aclamación antes del Evangelio
Sal 129, 5
R. Aleluya, aleluya.
Confío en el Señor,
mi alma espera y confía en su palabra.
R. Aleluya.


Evangelio
Mt 8, 23-27
En aquel tiempo, Jesús subió a una barca junto con sus discípulos. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan fuerte, que las olas cubrían la barca; pero él estaba dormido. Los discípulos lo despertaron, diciéndole: ’Señor, ¡sálvanos, que perecemos!’

Él les respondió: ’¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?’ Entonces se levantó, dio una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Y aquellos hombres, maravillados, decían: ’¿Quién es éste, a quien hasta los vientos y el mar obedecen?’.

Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Prepárate Israel a encararte con tu Dios
La primera lectura es un modelo del estilo profético, que parte de las infidelidades de Israel a Dios, reiteradas a lo largo de su historia, que llevan a Dios a estar indignado con su pueblo; pero confía en que cambie de conducta, y para ello aplica la corrección, y el aviso serio de que ha de convertirse a él. Ofrece la versión dura de Yahvé. Todo padre, en algún momento por amor a su hijo ha de utilizar la reprensión y ’meterle cierto miedo en el cuerpo’, según expresión clásica. Encararse con Dios implica ser sincero consigo, aunque la sinceridad no dé la versión que quisiéramos de nosotros mismos. Y saber que a Dios no se le engaña. ’Tu no eres un Dios que ame la maldad’ dice el salmo que reiteramos en la celebración de este día. Pero nosotros si la amamos. Ahí está la diferencia con nuestro Dios, con nuestro Padre. Hay que pedirle con el salmo responsorial ’Señor guíame con tu justicia’. Es decir, impón tu orden. Imponlo en nuestro saber, en nuestros sentimientos, en nuestras obras. Para así, desde nuestra debilidad, que no se apartará de nosotros, podamos encararnos con Dios, vernos cara a cara con Él. Será además el mejor modo de encararnos con nosotros mismos, vernos tal como somos.

¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?


La pandemia que hemos sufrido, cuyas consecuencias siguen presentes ha de recordarnos, que en la vida, en el navegar por el tiempo, habrá momentos de tempestad. Momentos en que tememos hundirnos. Si algo, junto a las trágicas consecuencias de enfermedad y muerte generó -genera aún- la pandemia, fue miedo. Nos sentíamos inermes ante lo que sucedía y podía sucedernos. Y sin tener a dónde ni a quién acogernos. Miedo vivido en soledad. Miedo disimulado ante aquellos con los que convivíamos. Nos sentíamos poca cosa, estábamos como los apóstoles en el texto evangélico acobardados. La pandemia es un ejemplo actual; pero nos encontramos y encontraremos con más situaciones en la vida, en las que la situación dura se nos impone: será enfermedad propia o ajena, será muerte de alguien cercano. Será también experiencias de fracaso de diverso tipo en nuestra vida. O experiencia de una incertidumbre que alberga un porvenir oscuro. Son los vientos y las corrientes contrarios que encontramos en el navegar por la vida. Tiempos de estar acobardados.

Jesús en el texto evangélico se nos muestra exigente: no tienen derecho los apóstoles en plena tempestad a tener miedo, si él está con ellos. Les reprocha que no confíen en él. Esa es la fe: la confianza en quien decimos que creemos. La confianza que supera evidencias inmediatas de impotencia y miedo. Ahí reside el mensaje del texto evangélico. No podemos desconfiar del Dios en quien decimos creer. En medio de la tempestad hay que buscarle, y contar con él, es el momento de tener conciencia de que no vivimos solos, él está en nuestras vidas. Está para darnos valor y no dejarnos acobardar; para darnos esperanza, no dejarnos aplastar por el temor.

Lo escribo y sé que no es fácil llevarlo a la práctica. Es fácil que vivamos la situación de cobardía y miedo de los apóstoles en la barca en medio de la tempestad. Hemos de ir preparándonos para esos momentos. Malo es que cuando la navegación por la vida es plácida nos olvidemos de Dios. Luego no será fácil hacerlo presente cuando se produzca la tempestad. Hay que cuidar sentir a Dios en nuestro vivir. Contar con él. Para pedirle ayuda en la dificultad, pero también para darle gracias cuando parece que no le necesitamos.

Fray Juan José de León Lastra
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

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