’ Señor, si quieres puedes limpiarme ’


El que tiene al Hijo, tiene la vida

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’ Señor, si quieres puedes limpiarme ’
Religión
Enero 10, 2020 22:03 hrs.
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La Palabra de Dios

Sábado 11 De Enero 2020
Primera lectura
1 Jn 5, 14-21
Queridos hijos: La confianza que tenemos en Dios consiste en que, si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos escucha. Si estamos seguros de que escucha nuestras peticiones, también lo estamos de poseer ya lo que le pedimos.
Si alguno ve que su hermano comete un pecado de los que no llevan a la muerte, que pida por él y le obtendrá la vida. Esto vale para los que cometen pecados que no llevan a la muerte, porque hay un pecado que sí lleva a la muerte (por ése no digo que se pida). Toda mala acción es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte.
Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Hijo de Dios lo protege, y no lo toca el demonio. Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo entero yace en poder del demonio. También sabemos que el Hijo de Dios ha venido ya y que nos ha dado inteligencia para conocer al Dios verdadero. Nosotros permanecemos fieles al único verdadero, porque permanecemos en su Hijo Jesucristo. Él es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijos míos, no adoren a los ídolos.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 149, 1-2. 3-4. 5 y 6a y 9b
R. (4a) El Señor es amigo de su pueblo.
Entonen al Señor un canto nuevo,
en la reunión litúrgica proclámenlo.
En su creador y rey, en el Señor,
alégrese Israel, su pueblo santo.
R. El Señor es amigo de su pueblo.
En honor de su nombre, que haya danzas,
alábenlo con arpa y tamboriles.
El Señor es amigo de su pueblo
y otorga la victoria a los humildes.
R. El Señor es amigo de su pueblo.
Que se alegren los fieles en el triunfo,
que inunde el regocijo sus hogares,
que alaben al Señor con sus palabras,
porque en esto su pueblo se complace. R.
R. El Señor es amigo de su pueblo

Aclamación antes del Evangelio
Mt 4, 16
R. Aleluya, aleluya.
El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz.
Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.
R. Aleluya.

Evangelio
Jn 3, 22-30
En aquel tiempo, fue Jesús con sus discípulos a Judea y permaneció allí con ellos, bautizando. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salim, porque ahí había agua abundante. La gente acudía y se bautizaba, pues Juan no había sido encarcelado todavía.
Surgió entonces una disputa entre algunos de los discípulos de Juan y unos judíos, acerca de la purificación. Los discípulos fueron a decirle a Juan: ’Mira, maestro, aquel que estaba contigo en la otra orilla del Jordán y del que tú diste testimonio, está ahora bautizando y todos acuden a él’.
Contestó Juan: ’Nadie puede apropiarse nada, si no le ha sido dado del cielo. Ustedes mismos son testigos de que yo dije: ‘Yo no soy el Mesías, sino el que ha sido enviado delante de él’. En una boda, el que tiene a la novia es el novio; en cambio, el amigo del novio, que lo acompaña y lo oye hablar, se alegra mucho de oír su voz. Así también yo me lleno ahora de alegría. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

El que tiene al Hijo, tiene la vida
Es nuestra señal de victoria. La fe en la filiación divina de Cristo, el convencimiento de que Cristo es la verdad de Dios que se muestra al hombre, mejor aún: a toda la creación, y nos abre las puertas a la vida.

Con mucha frecuencia nos asaltan las dudas que nos empujan a olvidar que Cristo es el origen y el mantenedor de la vida del hombre, sobre todo del cristiano. A través de Cristo, el Hijo, hemos recibido y estamos recibiendo cada momento la vida que se prolongará por toda la eternidad. No solo aquí mientras dure nuestra vida física, sino también cuando lo físico desaparezca de nuestro horizonte personal y empecemos a caminar por el Reino de Dios, perfecto, sin cambios, que nos está esperando.

Si nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad son vivas y fuertes, podremos cantar con el salmista: Glorifica al Señor, Jerusalén; Alaba a tu Dios, Sión.

Señor, si quieres puedes limpiarme
San Lucas nos narra la curación de un leproso. Estamos en presencia de uno de los males más terribles que podía padecer un ser humano en tiempos de Jesús y, entre nosotros, hasta hace muy pocos años.

Conviene que nos fijemos en el enfermo y en Jesús. El primero es un pobre desgraciado en el que la fe y la confianza en Jesús le hacen salir a su encuentro. No le pide que le cure, solamente le hace notar que ’si quiere puede limpiarle’. Sabe, su confianza le empuja a saber, que en el Jesús que pasa hay el suficiente poder para darle la salud. No la exige, se pone delante de Jesús porque está seguro de que no hace falta expresar su deseo para que Dios le mire. ¡Sabe que le está mirando! Solamente le falta añadir, como luego Jesús nos enseñará: ’hágase tu voluntad’.

Puede que sea nuestra actitud ante el misterio de Jesús: nos sentimos apabullados delante de su poder y dudamos que nos pueda sanar. Nos falta confianza en nosotros mismos para poder caer rostro a tierra y pedir al Señor que está a nuestro lado, que en tantas ocasiones se ha hecho el encontradizo con nosotros, ’Señor, te necesito. Si quieres, puedes curarme’ y dejamos pasar e Jesús sin pedir que nos limpie la lepra que nos invade, que nos ayude a vencer el ansia de consumismo, que nos ayude a vencer la inercia y la avaricia que nos hace conservar todos los talentos que hemos recibido, materiales y espirituales, bien guardados.

Esa es, posiblemente, nuestra lepra en los días que corren: las riquezas grandes, pequeñas, incluso mínimas que poseemos y que tenemos solamente en depósito, están tan adheridas a nuestra vida que la dominan y necesitamos que el Señor pase a nuestro lado y podamos reunir el valor suficiente para pedirle: ’sálvame’, tal vez porque nos asuste el compromiso que vamos a adquirir si la mano del Señor nos toca, nos hace salir de nosotros mismos, de nuestras miserias, de nuestra avaricia, y entregar todo cuanto somos y creemos tener a su servicio
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)



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