’ Tened fe en Dios ’


El Señor ama a su pueblo

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’ Tened fe en Dios ’
Religión
Mayo 27, 2021 20:44 hrs.
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La Palabra de Dios

Viernes 28 mayo, 2021

Primera Lectura
Sir 44, 1. 9-13
Hagamos el elogio de aquellos hombres ilustres
que fueron nuestros padres.
Hay hombres de los que no se conserva memoria:
murieron, y es como si no hubieran existido;
vivieron, y es como si no hubieran vivido
ni dejado descendencia.

¡Qué diferentes fueron aquellos hombres de bien!
Sus méritos jamás se han olvidado;
han dejado una posteridad que los prolonga
y su herencia pasa de hijos a nietos.

Su linaje permanece fiel a la alianza del Señor.
Para siempre existirá su descendencia
y su gloria jamás se extinguirá.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b
R. (4a) El Señor es amigo de su pueblo.
Entonen al Señor un canto nuevo,
en la reunión litúrgica proclámenlo.
En su creador y rey, en el Señor,
alégrese Israel, su santo pueblo. R.
R. El Señor es amigo de su pueblo.
En honor de su nombre, que haya danzas,
alábenlo con arpa y tamboriles.
El Señor es amigo de su pueblo
y otorga la victoria a los humildes. R.
R. El Señor es amigo de su pueblo.
Que se alegren los fieles en el triunfo,
que inunde el regocijo sus hogares,
Que alaben al Señor con sus palabras,
porque en esto su pueblo se complace. R.
R. El Señor es amigo de su pueblo.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Jn 15, 16
R. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor,
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 11, 11-26
Después de haber sido aclamado por la multitud, Jesús entró en Jerusalén, fue al templo y miró todo lo que en él sucedía; pero como ya era tarde, se marchó a Betania con los Doce.

Al día siguiente, cuando salieron de Betania, sintió hambre. Viendo a lo lejos una higuera con hojas, Jesús se acercó a ver si encontraba higos; pero al llegar, sólo encontró hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces le dijo a la higuera: ’Que nunca jamás coma nadie frutos de ti’. Y sus discípulos lo estaban oyendo.

Cuando llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a arrojar de ahí a los que vendían y compraban; volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas; y no dejaba que nadie cruzara por el templo cargando cosas. Luego se puso a enseñar a la gente, diciéndoles: ’¿Acaso no está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones’.

Los sumos sacerdotes y los escribas se enteraron de esto y buscaban la forma de matarlo; pero le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de sus enseñanzas. Cuando atardeció, Jesús y los suyos salieron de la ciudad.

A la mañana siguiente, cuando pasaban junto a la higuera, vieron que estaba seca hasta la raíz. Pedro cayó en la cuenta y le dijo a Jesús: ’Maestro, mira: la higuera que maldijiste se secó’.

Jesús les dijo entonces: ’Tengan fe en Dios; les aseguro que si uno le dice a este monte: ‘Quítate de ahí y arrójate al mar’, sin dudar en su corazón y creyendo que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán. Y cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, para que también el Padre, que está en el cielo, les perdone a ustedes sus ofensas; porque si ustedes no perdonan, tampoco el Padre, que está en el cielo, les perdonará a ustedes sus ofensas’.

Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Hagamos el elogio de los hombres de bien
El Eclesiástico es un libro pedagógico, lleno de sabiduría muy sensata, con mucho sentido común.

¡Qué bien hubiera estado que este capítulo 44 se leyera del versículo 1 al 15! Sería más completo, quedaría muy claro el contraste de los hombres famosos con los anónimos, humildes y sencillos. Todos, unos y otros, hombres buenos. ’Voy hacer el elogio de los hombres buenos, nuestros antepasados de épocas diversas’. Los primeros son reyes, jefes, gobernantes, sabios, poetas, compositores, ricos, profetas, escritores. Magnífico que un pueblo no olvide a los que han construido parte de su historia. Pero ’hay otros que ya nadie recuerda, que terminaron cuando terminó su vida y después pasó lo mismo con sus hijos’. Fantástico por ellos.

Fueron hombres de bien y su esperanza aún pervive. Se mantuvieron fieles al pacto con Yahvé. ¿Qué más se puede pedir? Su recuerdo permanecerá para siempre y sus buenas acciones no se olvidarán. ¿Hay algo mejor? ¿Usted por quién se cambiaría? ¿Quién ha mantenido y dado sentido a la historia y a la vida de su pueblo? Unos y otros, sí; pero… no hay pero que valga.

Si alguno de los famosos, aunque bueno, se consideró imprescindible, como suele pasar, malo; los cementerios están llenos de imprescindibles. Si los sencillos y anónimos se consideraron unos fracasados sin relumbrón, peor aún. Porque son estos los que están muy presente en la memoria callada de Dios. Usted elige. ’Venid benditos de mi Padre los que habéis…’. Jesús sabía bien lo que decía…

El Señor ama a su pueblo
El salmo es todo él de alabanza. Reconoce a un Dios agradecido y contento con su pueblo; no por nada especial, sino por su fidelidad y entrega. El pueblo necesita reconocimiento y el salmista comprende que no puede estar siempre quejumbroso. Los sabemos bien nosotros: necesitamos de actitudes de reconocimiento positivas para poder mantenernos a flote. La psicología positiva está de moda, pero eso no quiere decir que estemos ciegos ante las limitaciones, negatividades y gestos poco agradables que a veces producimos. Aún así, nuestro Dios se complace en los humildes.

Tened fe en Dios
Sino era tiempo de higos, ¿por qué se enfada tanto Jesús? Una cosa es tener hambre momentánea, lógica por la hora y otra enfadarse. Quizá fuesen palabras simbólicas, pero decir esto no arregla el malhumor que le produjo. No está nada mal verlo airado alguna vez. No todo van a ser dulzuras y palabras buenas y sentenciosas.

Su reacción en el templo tampoco fue muy templada que digamos. Algo no le había salido bien previamente y reaccionó con brusquedad. Arreglarlo con las palabras siguientes: Mi casa es y será casa de oración y vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones… no justifica el enfado. Razón tenía, sí; pero no dulcifiquemos lo que de por sí es amargo. ¡Qué más querían oír los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, tan sibilinos ellos! Estaban siempre al acecho, para ver cómo podían acusarlo.

La escena y las palabras de Jesús no han perdido vigencia con el comercio en que muchas veces hemos convertido las explanadas de templos y santuarios muy visitados. El trapicheo religioso es heredero de aquel que Jesús criticó; eso sí que fue gesto de profeta, de anticipador del futuro, porque lo tenía delante y sabía que el ser humano no iba a cambiar mucho. Repetiríamos actitudes y gestos mercantiles aprovechando la buena fe de las gentes que se acercasen entonces y ahora, a orar. Que haya fuera una pequeña ’tienda de recuerdos para llevar’, es comprensible; pero hacer del templo un mercadillo de ofertas y demandas abusivas… es otra cosa.

Pasó la noche. Vino la calma del descanso y al día siguiente todo toma otro tono más normal. Jesús vuelve a ser dueño de la situación. Pedro le recuerda sus palabras malhumoradas con la higuera. Él sale un poco por la tangente. Y el evangelista Marcos da un giro a las palabras y gestos de Jesús: tened fe, pedid con convicción, orad creyendo conseguir lo que pedía, mi Padre no os fallará y, sobre todo, perdonad.

Ahí queríamos llegar. Ese es el Jesús que reconocemos; ese es el Jesús al que estamos acostumbrados. Si no hay perdón, el resto es pacotilla, menudencia, palabrería hueca y, en el fondo, hipocresía.

Curémonos de caer en tal. Lo nuestro es la veracidad y reconocimiento del otro como igual, como hermano y no como comerciante interesado al uso o alguien del que se pueda sacar provecho.
Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.
Casa San Alberto Magno (Madrid)

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