’ ¿Y no acabáis de entender? ’



Entra en el arca con tu familia, pues eres el único justo que he encontrado

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’ ¿Y no acabáis de entender? ’
Religión
Febrero 15, 2021 22:27 hrs.
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La Palabra de Dios

Martes 16 febrero, 2021

Primera Lectura
Gn 6, 5-8; 7, 1-5. 10
En aquel tiempo, viendo el Señor que en la tierra la maldad del hombre era muy grande y que sus actitudes eran siempre perversas, se arrepintió de haber creado al hombre, y lleno de profundo pesar, dijo: ’Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado, y con el hombre, también a los cuadrúpedos, reptiles y aves, pues estoy arrepentido de haberlos creado’.

Pero Noé encontró gracia ante el Señor. Así pues, el Señor le dijo a Noé: ’Entra en el arca con toda tu familia, pues tú eres el único hombre justo que he encontrado en esta generación. De todos los animales puros toma siete parejas, macho y hembra; de los no puros, una pareja, macho y hembra; y lo mismo de las aves, siete parejas, macho y hembra, para que se conserve su especie en la tierra. Pasados siete días, haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y borraré de la superficie de la tierra a todos los vivientes que he creado’.

Noé hizo todo lo que le mandó el Señor, y siete días después, cayó el diluvio sobre la tierra.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9b-10
R. (11b) Dios bendice a su pueblo con la paz.
Hijos de Dios, glorifiquen al Señor,
denle la gloria que merece.
Postrados en su templo santo,
alabemos al Señor.
R. Dios bendice a su pueblo con la paz.
La voz del Señor se deja oír
sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es poderosa,
la voz del Señor es imponente.
R. Dios bendice a su pueblo con la paz.
El Dios de majestad hizo sonar.
el trueno de su voz.
El Señor se manifestó sobre las aguas
desde su trono eterno.
R. Dios bendice a su pueblo con la paz.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 23
R. Aleluya, aleluya.
El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará
y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
R. Aleluya.


Evangelio
Mc 8, 14-21
En aquel tiempo, cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo esta advertencia: ’Fíjense bien y cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes’. Entonces ellos comentaban entre sí: ’Es que no tenemos panes’.

Dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: ’¿Por qué están comentando que no trajeron panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres?’ Ellos le contestaron: ’Doce’. Y añadió: ’¿Y cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre cuatro mil?’ Le respondieron: ’Siete’. Entonces él dijo: ’¿Y todavía no acaban de comprender?’
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Entra en el arca con tu familia, pues eres el único justo que he encontrado
Dios parece cansarse de la maldad del hombre y prepara su destrucción. Somos una criatura tozuda y desagradecida. Dios nos ha creado, Dios nos ha dado vida y libertad. Dios nos ha dado una mente capaz de pensar y nosotros hemos decidido que Dios está sobrando en el mundo, que nuestras capacidades ya le han hecho innecesario. ¿Para qué necesitamos a Dios si la ciencia es muy suficiente?

Los relatos bíblicos han dejado de asustarnos y empezamos a verlos como simples relatos míticos, cuentos orientales sin ninguna trascendencia. Y Así vamos dejando a Dios cada vez más de lado, cada vez más pequeño e insignificante. Le hemos dicho tantas veces que se vaya, que no le necesitamos, que ha sonreído viendo nuestra estupidez y ha dejado de molestar. De vez en cuando surge un profeta que anuncia que Dios sigue vivo, que sigue a nuestro lado aunque no lo queramos ver; que él sigue amándonos y solo quiere que miremos dentro de nosotros, subamos al arca de la salvación y confiemos en él, para hacerse presente en nuestras vidas y pasemos a ser los justos que encuentre cuando, cansado de nuestra estupidez nos deje sueltos, y no hará falta que mande otro diluvio, somos lo suficientemente necios para que nuestra ambición desate pandemias aniquiladoras. Eso sí: nos preguntaremos por qué Dios permite esto. Nunca por qué hemos desatado nosotros el cataclismo.

¿Y no acabáis de entender?...
¿Será este el problema? Tenemos a Dios siempre presente. Todos los días amanece, el sol recorre incansable su camino ordinario y los hombres no nos damos cuenta. Es tan habitual que nos pasa desapercibido.

El Señor nos anima a resguardarnos de la levadura del mundo, nos invita a estar atentos y no dejarnos convencer y dominar por lo malo que nos rodea, y nos recuerda que él siempre está presente, que él está con nosotros en la barca, pero es una realidad tan cotidiana, una presencia tan constante, que dejamos de sentirla. La mano del Señor apoyada en nuestro hombro, dando ánimos en nuestras flaquezas, hemos dejado de sentirla y sentimos más la presencia de las ideas negativas, tendenciosas, y no pocas veces perniciosas, que no paran de bombardearnos desde tantos puntos, tantos medios atosigantes, que nos dejamos invadir por esas levaduras fariseas desde las ideas, o interesadas desde el poder de los herodes de turno que nunca faltarán a nuestro alrededor tan pronto como pulsemos el botón de encendido de cualquier medio.

Y cuando Jesús, el Maestro, nos dice que nos guardemos de esas levaduras que no fermentan la harina, sino que la pervierten y estropean, dejamos que nuestros sentidos dejen de escuchar lo que el Maestro dice, para entender que no hemos traído pan. Nos importa más nuestro estómago que nuestras mentes. Entendemos al momento si oímos hablar de dinero, de objetos a poseer, de comida que no necesitamos, pero nos pasa desapercibido si nos hablan de la levadura que puede fermentar la masa, hacerla crecer, transformarla de cereal molido en alimento. Puede que porque de oír esto y entenderlo nos obligaría a ser felices compartiendo lo que Dios nos da, en lugar de amargados conservando, atesorando lo que pueda caer en nuestras manos.

Puede que necesitemos parar, que nos detengamos un momento, cerremos los ojos y decidamos qué levadura queremos que esté presente en nuestras vidas; si queremos la levadura vivificante que Jesús nos da, o, por el contrario, nos dejamos dominar por las nefastas levaduras que nos apartan de Dios y, en consecuencia, dejemos de vivir haciendo el bien. ¡Pensemos!

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)

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