’ Ya tienen a Moisés y los profetas, ¡qué los escuchen¡


Bendito aquel que pone su confianza en el Señor

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’ Ya tienen a Moisés y los profetas, ¡qué los escuchen¡
Religión
Marzo 11, 2020 20:31 hrs.
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Jueves 12 de marzo 2020


La Palabra de Dios

Primera lectura
Jer 17, 5-10
Esto dice el Señor:
’Maldito el hombre que confía en el hombre,
que en él pone su fuerza
y aparta del Señor su corazón.
Será como un cardo en la estepa,
que nunca disfrutará de la lluvia.
Vivirá en la aridez del desierto,
en una tierra salobre e inhabitable.
Bendito el hombre que confía en el Señor
y en él pone su esperanza.
Será como un árbol plantado junto al agua,
que hunde en la corriente sus raíces;
cuando llegue el calor, no lo sentirá
y sus hojas se conservarán siempre verdes;
en año de sequía no se marchitará
ni dejará de dar frutos.
El corazón del hombre
es la cosa más traicionera y difícil de curar.
¿Quién lo podrá entender?
Yo, el Señor, sondeo la mente
y penetro el corazón,
para dar a cada uno según sus acciones,
según el fruto de sus obras’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6
R. (Sal 39, 5a) Dichoso el hombre que confía en el Señor.
Dichoso aquel que no se guía
Por mundanos criterios,
que no anda en malos pasos
ni se burla del bueno,
que ama la ley de Dios
y se goza en cumplir sus mandamientos.
R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.
Es como un árbol plantado junto al río,
que da fruto a su tiempo
y nunca se marchita.
En todo tendrá éxito.
R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.
En cambio los malvados
serán como la paja barrida por el viento.
Porque el Señor protege el camino del justo,
y al malo sus caminos acaban por perderlo.
R. Dichoso el hombre que confía en el Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Lc 8, 15
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor
con un corazón bueno y sincero,
y perseveran hasta dar fruto.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio
Lc 16, 19-31
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: ’Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.
Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.
El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’ ’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Bendito aquel que pone su confianza en el Señor
He titulado este comentario con el segundo oráculo del texto que Jeremías nos ofrece hoy, ya que nos presenta el mensaje en positivo. Me cuesta mucho comenzar escuchando la negatividad del mensaje, ese ¡Maldito el hombre…! Y afirmar que así habla Dios. Cuánto dolor le debe producir ver su obra creadora, y recordar lo que fue en el principio. ’Vio entonces Dios todo lo que había hecho, y todo era muy bueno’ (Gn 1,31)

¿Qué le ha ocurrido a ese ser humano y a nosotros hoy día que nos hace buscar apoyo, fuerza en algo o alguien que es finito y que nunca podrá llenar nuestro corazón de felicidad definitiva? ¿No es capaz nuestro corazón de confiar al mismo tiempo en Dios y en los hombres? La clave de ese primer oráculo está en la enseñanza que nos da el profeta ’el apoyo en lo humano se da mientras su corazón se aparta de Dios’.El drama es dejar de lado a Dios, Él, que nos conoce y a quien no podemos engañar. Él, que es el único que puede obrar una transformación en el corazón del ser humano.

Si hemos fallado podemos mendigar su gracia, con la certeza de que no nos negará el perdón y que su Espíritu permanentemente ilumina nuestros pasos para que encontremos el camino de vuelta ’a casa, a Su casa .y nuestra casa’

Ya tienen a Moisés y los profetas, ¡qué los escuchen¡
Hoy, la Buena Noticia nos llega por medio de una parábola. La narración desarrolla un intenso contraste, rayando lo trágico, Se dan los dos extremos de una sociedad.

En dos tiempos: antes y después, en vida y muerte.

En dos situaciones: un hombre rico, sin nombre que banquetea diariamente y un hombre pobre Lázaro que deseaba saciar su hambre con lo que se tiraba de la mesa del rico y ni eso le era posible.

En doslugares separados por una puerta cerrada, dentro de la casa el rico tiene abundancia, y fuera en el portal de su morada se encuentra el pobre cubierto de llagas con la sola compañía de perros.

Fácilmente podemos imaginarnos y contemplar la escena. A poco que paseemos por nuestras ciudades con los ojos abiertos también encontramos escenas muy parecidas. La condición humana no ha variado tanto a pesar de los siglos.

Hay un momento en la narración dónde un mismo hecho iguala a estos dos hombres, es la muerte. Los dos mueren, y tras ese instante se invierten las formas. El pobre Lázaro es llevado por los ángeles a un lugar de consuelo y el rico cae al abismo donde le espera una vida de tormentos. Dios cumple siempre su Palabra.

Aquí termina la parábola y comienza la revelación del sentido, a través de un diálogo, -no entre estos dos hombres-, sino a través de un tercero al que los dos reconocen como Padre Abrahán. El rico habla, el pobre calla.

Orar con este texto me ha llevado a encontrar un nombre para el hombre rico. Al inicio le s llamo, el que ’no ve’.El texto no dice que sea un malvado sino que vivió distraído, en su mundo. ¡Es un toque de atención para nuestra vida!

Siguiendo con el diálogo, encontramos una luz en las mismas palabras del hombre rico, dice así:: ’el rico levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro ’, ahora ve hasta de lejos, podemos llamarle: ’el que ve’.Y es más, no se para ahí, sino que ruega, suplica a Abrahán que sea el mismo Lázaro, a quién él nunca auxilió ni tocó, el que baje hasta él trayendo agua en sus dedos y refresque su lengua. ¡Qué paradoja!

Ahora el hombre rico, llega hasta olvidarse de él, reconoce su equivocación e intercede por sus hermanos, pero es demasiado tarde. Pide un milagro, una intervención divina, y Dios vino y sigue presente en nuestro mismo caminar, solo necesitamos fe para ver, para escuchar, para amar… Dejemos resonar en nuestro corazón la respuesta de Abrahán, breve y clara:’ Ya tienen a Moisés y a los profetas, ¡qué los escuchen!Un buen compromiso para este tiempo de cuaresma.



Hna. Virgilia León Garrido O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo

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