’ Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá... ¿Crees esto? ’


De la vida-muerte a la Vida-Vida

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’ Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá... ¿Crees esto? ’
Religión
Marzo 28, 2020 18:56 hrs.
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29 de marzo 2020 V Domingo de Cuaresma


La Palabra de Dios

Primera lectura
Ez 37, 12-14
Esto dice el Señor Dios: ’Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.

Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor.

Entonces les infundiré mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor


Salmo Responsorial
Salmo 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8
R. (7) Perdónanos, Señor, y viviremos.
Desde el abismo de mis pecados clamo a ti;
Señor, escucha mi clamor;
que estén atentos tus oídos
a mi voz suplicante.
R. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Si conservaras el recuerdo de las culpas,
¿quién habría, Señor, que se salvara?
Pero de ti procede el perdón,
por eso con amor te veneramos.
R. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Confío en el Señor,
mi alma espera y confía en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
mucho más que la aurora el centinela.
R. Perdónanos, Señor, y viviremos.
Como aguarda a la aurora el centinela,
aguarde Israel al Señor,
porque del Señor viene la misericordia
y la abundancia de la redención,
y él redimirá a su pueblo
de todos sus iniquidades.
R. Perdónanos, Señor, y viviremos.


Segunda lectura
Rm 8, 8-11
Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.

Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios.

Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Aclamación antes del Evangelio
Jn 11, 25. 26
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor;
el que cree en mí no morirá para siempre.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.


Evangelio
Jn 11, 1-45
En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús: ’Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo’.

Al oír esto, Jesús dijo: ’Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella’.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos: ’Vayamos otra vez a Judea’. Los discípulos le dijeron: ’Maestro, hace poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?’ Jesús les contestó: ’¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque le falta la luz’.

Dijo esto y luego añadió: ’Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a despertarlo’. Entonces le dijeron sus discípulos: ’Señor, si duerme, es que va a sanar’. Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: ’Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Ahora, vamos allá’. Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo, dijo a los demás discípulos: ’Vayamos también nosotros, para morir con él’.

Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: ’Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas’. Jesús le dijo: ’Tu hermano resucitará’. Marta respondió: ’Ya sé que resucitará en la resurrección del último día’. Jesús le dijo: ’Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?’ Ella le contestó: ’Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo’.

Después de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en voz baja: ’Ya vino el Maestro y te llama’. Al oír esto, María se levantó en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola, viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al sepulcro para llorar allí y la siguieron.

Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: ’Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano’. Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: ’¿Dónde lo han puesto?’ Le contestaron: ’Ven, Señor, y lo verás’. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: ’De veras ¡cuánto lo amaba!’ Algunos decían: ’¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no muriera?’

Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo Jesús: ’Quiten la losa’. Pero Marta, la hermana del que había muerto, le replicó: ’Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días’. Le dijo Jesús: ’¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?’ Entonces quitaron la piedra.

Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ’Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me rodea, para que crean que tú me has enviado’. Luego gritó con voz potente: ’¡Lázaro, sal de allí!’ Y salió el muerto, atados con vendas las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: ’Desátenlo, para que pueda andar’.

Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

’ Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá... ¿Crees esto? ’
Introducción
El tiempo de Cuaresma, que ya va tocando a su fin, exige de nosotros una reflexión seria y profunda sobre la cuestión de la vida y de la muerte. ’Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás’ nos dijeron cuando lo iniciamos. Cuanto más profundamente entramos en este período, cuanto más nos acercamos a la Semana Santa, tanto más intensamente debemos concentrarnos sobre este punto: el problema de la vida y de la muerte, en todos sus aspectos y en todas sus consecuencias.

Este domingo la liturgia nos pone de cara al problema para el que los humanos no tenemos solución: la muerte. Pero, por suerte, nos adelanta la respuesta: El que cree en mi, aunque haya muerto, vivirá. (Jn 11,25)

En domingos anteriores Jesús se nos ha presentado como la mejor propuesta para el hombre herido por la sed, la insatisfacción y la ceguera. Él, en persona, es el agua que sacia nuestros deseos más profundos y la luz que ilumina nuestras noches. Ante la herida de la muerte y de la vida, hoy nos dirá: ’Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto?’. (Jn 11, 26). Y su palabra no es afirmación dicha al aire, sino Palabra hecha vida.

Los tres momentos del itinerario de la fe -conversión, iluminación, comunión- quedan claramente destacados a través de estos tres domingos. La samaritana es, sobre todo, conversión; el ciego de nacimiento es iluminación; la resurrección de Lázaro destaca la vida nueva que nos viene de la comunión con el Señor muerto y resucitado.

El período de Cuaresma constituye un reto. A la luz del misterio pascual, al que nos acercamos, penetrando cada vez más profundamente en la meditación de la pasión y de la muerte de Cristo, es necesario que se despierte nuestra conciencia y asumamos la gran causa del valor de la vida y de la responsabilidad por la vida, que es, al mismo tiempo, la responsabilidad por el hombre hasta las raíces mismas de su existencia y de su vocación.
Fray José Hernando O.P.
Convento de Santo Domingo (Rep. Dominicana)

Comentario al Evangelio
Fernando Torres cmf
De la vida-muerte a la Vida-Vida

La cuestión que hoy nos podemos plantear es la siguiente: ¿De qué se murió Lázaro? Si el domingo pasado, la lectura del Evangelio nos hablaba del ciego de nacimiento y nos hacía pensar que el ciego no lo era sólo en el sentido físico sino que tampoco podía ver la verdad que es Jesús, hoy podemos pensar que la muerte que afecta a Lázaro es también algo diferente de la muerte física.

Lázaro, se dice al principio de la lectura, está enfermo. Pero, para Jesús, esa enfermedad no terminará en muerte sino que servirá para dar gloria a Dios. Ahí está la clave del mensaje de Jesús para nosotros: no estamos enfermos de muerte. O mejor dicho, la muerte no es mortal de necesidad. Sobre todo cuando Jesús está por medio. Entonces se impone una fuerza mayor, una fuerza más fuerte que la muerte, una fuerza capaz de decir ’Quitad la losa’ a pesar del hedor del que lleva cuatro días enterrado, una fuerza capaz de gritar ’Lázaro, ven afuera’. Es la fuerza de Jesús, el que dice de sí mismo que ’es la resurrección y la vida’.

Necesitamos leer con atención este relato y dejar que sus palabras, las de Jesús, nos lleguen al corazón. Porque sabemos que estamos enfermos de muerte. Somos muy conscientes de que el orgullo, la envidia, el deseo de independencia, el desprecio, y tantos otros virus afectan a nuestro ser y nos van matando poco a poco. Después de tantos años de ciencia e investigación, todavía no tenemos unas medicinas que curen de verdad esas enfermedades, que nos matan en vida. Terminamos viviendo una muerte-vida que no lleva a ningún lugar. Nos enroscamos en nosotros mismos y nos alejamos del que es la fuente de la vida.

Jesús nos invita a salir de la cueva, de la fosa, en que nos hemos metido nosotros mismos. Nos invita a reconocer que no tenemos fuerzas para salir nosotros solos. Nos tiende la mano y nos saca a la luz –también dijo ’Yo soy la luz del mundo’ (Jn 12,1)–. Y aunque al principio no podemos caminar bien porque las vendas nos lo impiden, enseguida descubrimos, si nos atrevemos a salir, que él, Jesús, es el sol que más calienta, que da gusto estar a su lado, que es el pan que da la vida, que él es la vid y nosotros los sarmientos. Dicho de otra manera, que Jesús es la Vida-Vida, la Vida-Viva.

Jesús realiza así la antigua promesa de sacar al pueblo de sus sepulcros y de darnos una tierra donde vivir para siempre (primera lectura). En Jesús vivimos ya según el Espíritu. La fuerza del pecado que nos mata ya no puede nada contra nosotros. Jesús es el vencedor del pecado y de la muerte (segunda lectura).



Para la reflexión

¿Cuáles son las enfermedades del espíritu que me matan? ¿En mi familia? ¿Con los amigos? ¿En el trabajo? ¿Creo de verdad que Jesús me llama del sepulcro y me da la vida? ¿Quiero salir del sepulcro o sólo es algo que digo con los labios pero no con el corazón?

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