’ El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto el ciento por uno ’


La semilla es la Palabra de Dios

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’ El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto el ciento por uno ’
Religión
Septiembre 18, 2020 19:54 hrs.
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La Palabra de Dios


Sábado 19 septiembre 2020

Primera lectura
1 Cor 15, 35-37. 42-49
Hermanos: Hay algunos que preguntan: ’¿Cómo resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo van a tener?’ Es que no se han puesto a pensar que el grano que se siembra tiene que morir, para que nazca la planta. Lo que se siembra no es la planta que va a brotar, sino solamente la semilla, por ejemplo, de trigo o de cualquier otra cosa.

Lo mismo sucede en la resurrección de los muertos: se siembra un cuerpo corruptible y resucita incorruptible; se siembra un cuerpo miserable y resucita glorioso; se siembra débil y resucita fuerte; se siembra un cuerpo puramente humano y resucita un cuerpo vivificado por el espíritu divino.

Pues si existe un cuerpo puramente humano, también existe un cuerpo vivificado por el espíritu. En efecto, la Escritura dice que el primer hombre, Adán, fue un ser que tuvo vida; el último Adán es espíritu que da la vida. Sin embargo, no existe primero lo vivificado por el Espíritu, sino lo puramente humano; lo vivificado por el Espíritu viene después.

El primer hombre, hecho de tierra, es terreno; el segundo viene del cielo. Como fue el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como es el hombre celestial, así serán los celestiales. Y del mismo modo que fuimos semejantes al hombre terreno, seremos también semejantes al hombre celestial.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial
Salmo 55, 10. 11-12. 13-14
R. (cf. 14c) Caminaré en presencia del Señor.
Yo se bien que el Señor está conmigo;
por eso en Dios, cuya promesa alabo.
Sin temor me confio.
¿Qué hombre ha de poder causarme daño? R.
R. Caminaré en presencia del Señor.
Te debo, Señor, las promesas que te hice,
te las cumpliré con acción de gracias,
porque libraste mi vida de la muerte,
mis pies de la caída,
para que camine en la presencia de Dios,
mientras tengo la luz de la vida. R.
R. Caminaré en presencia del Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Lc 8, 15
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor
con un corazón bueno y sincero
y perseveran hasta dar fruto.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 8, 4-15
En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos, otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola:

’Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos, y al crecer éstos, los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena, crecieron y produjeron el ciento por uno’. Dicho esto, exclamó: ’¡El que tenga oídos para oír, que oiga!’

Entonces le preguntaron los discípulos: ’¿Qué significa esta parábola?’ Y él les respondió: ’A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás, sólo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan.

La parábola significa esto: la semilla es la palabra de Dios. Lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que, al escuchar la palabra, la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba, fallan. Lo que cayó entre espinos representa a los que escuchan la palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia’’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible
En este capítulo de la primera carta a los corintios, San Pablo les catequiza sobre la resurrección de los muertos.

Muchos, aun creyendo en Jesús, no creían en la resurrección del último día, por eso cuestionaban ¿cómo resucitarán? o ¿qué cuerpo tendrán?; Pablo les pone el símil del sembrador, que siembra su semilla, pero no crece lo mismo que se sembró, pues tiene una apariencia totalmente diferente, la semilla debe morir para que surja una nueva planta; pues así ocurre con la resurrección de los muertos, cuando uno muere finaliza su ser corporal, pero de ahí resucita un ser espiritual.

Todos descendemos del primer Adán, a quien Dios le dio un ser animado, pero con el último Adán (Cristo), se nos infunde un espíritu que da vida.

Si no creyéramos en la resurrección, si Jesús no hubiera resucitado, nuestra fe carecería de sentido, ya que su resurrección fue el motivo de que todo aquello que había enseñado a sus discípulos, ellos lo anunciaran a todas las gentes, sin miedo a lo que les pudiera suceder.

Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, por Jesús seremos imagen del hombre celestial.

Como nos dice el salmista: ’Libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída, para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida.

La semilla es la Palabra de Dios
Jesús iba caminando y al pasar por los pueblos se le juntaba mucha gente que le seguía y, en ese contexto, según nos refiere San Lucas, es cuando les dice la parábola del sembrador, en la que según donde se esparce la semilla, el fruto que da es distinto. Al finalizar la misma lo hace con la muletilla ’el que tenga oídos para oír, que oiga’ como animándolos a que cada uno se examine y valore a qué tipo de terreno corresponde.

Los discípulos, al finalizar la enseñanza, se atreven a preguntarle qué significado tenía la parábola, Jesús les detalla a que corresponde cada uno de los terrenos en que cae la semilla. Los que escuchan la Palabra de Dios, pero no la interiorizan, sólo oyen; los que la escuchan con interés, pero no dejan que se enraíce en ellos,por lo que enseguida la olvidan; los que la escuchan, la sumen, pero se dejan arrastrar por los placeres de la vida, son inconstantes y acaban por preferir lo cómodo y agradable, por lo menos aparentemente; por último aquellos que tienen un alma dispuesta con un corazón generoso, y consiguen que la Palabra fructifique y, perseverando, dan hasta un ciento por uno.

Estas palabras de Jesús de hace 2000 años, son de una tremenda actualidad, parece que el terreno bueno es cada vez más escaso, predominan aquellas situaciones que carecen de constancia e interés, hasta los poderes del estado luchan para que el hombre se convierta en un ser intrascendente, que exista solo predominio de lo material y, que todo lo demás, carezca de valor.

Esforcémonos, pues, en convertirnos en terreno bueno y preparado, para que la Palabra fructifique en nosotros y seamos capaces de transmitir a los que nos rodean la alegría de la fe.

Cuando en el credo decimos que creemos en la resurrección de los muertos ¿realmente lo creemos?

¿Somos meros oyentes de la Palabra o realmente estamos dispuestos a asumirla?

¿Irradiamos la alegría de la fe?

D. José Vicente Vila Castellar, OP
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)

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