La Palabra de Dios
Lunes 23 noviembre, 2020
Primera lectura
Apoc 14,1-3. 4b-5
Yo, Juan, tuve otra visión: Vi al Cordero, en pie sobre el monte Sión y con él, ciento cuarenta y cuatro mil personas, que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.
Y oí un ruido que venía del cielo, parecido al estruendo del mar y al estampido de un trueno poderoso; el ruido que oía era como el de un gran coro acompañado de arpas. Cantaban un cántico nuevo ante el trono, ante los cuatro seres vivientes y los ancianos.
Y nadie podía cantar el cántico, fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, que habían sido rescatados de la tierra. Estos son los que acompañan al Cordero a dondequiera que va; estos son los que han sido rescatados de entre los hombres, las primicias para Dios y para el Cordero; en la boca de ellos no hubo mentira y son irreprochables ante Dios.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial
Ps 23,1bc-2. 3-4ab. 5-6
R. Dichosos los limpios de corazón.
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues él lo edificó sobre los mares
el fue quien lo asentó sobre los ríos. R.
R. Dichosos los limpios de corazón.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá estar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras
y que no jura en falso. R.
R. Dichosos los limpios de corazón.
Ese obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su salvador, le hará justicia.
Esta es la clase de hombres que te buscan
y vienen ante ti, Dios de Jacob. R.
R. Dichosos los limpios de corazón.
Aclamación antes del Evangelio
Mt 24,42a. 44
R. Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben
a qué hora va a venir el Hijo del hombre.
R. Aleluya..
Evangelio
Lc 2,:1-4
En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: ’Yo les aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión del Evangelio de hoy
Llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre
Iniciamos la última semana del año litúrgico con el libro del Apocalipsis. El relato nos introduce en una visión profética cuyo mensaje nos muestra la relación que existe entre el pueblo elegido y Dios.
El evangelista Juan para ilustrarnos se sirve de símbolos. Uno de ellos, es el número ciento cuarenta y cuatro mil que, pese a las apariencias, no refleja un número cerrado, sino abierto. Su perfección tendrá lugar cuando todos los llamados sean elegidos. El otro signo es el monte Sión, el lugar donde se unen todos los que llevan el Nombre del Cordero y el de su Padre. Esto significa que el pueblo elegido se caracteriza por su relación personal con el Señor. Por la fe, se entra a formar parte de ese pueblo que es la comunidad de los que invocan su Nombre y lo reconocen como la fuente de su salvación.
De la misma manera, nosotros formamos parte de esa comunidad en Cristo, no sólo unos con otros, sino también con el Señor porque Él es vínculo de unidad. Para eso, primero nos ha llamado desde nuestra singularidad y según el lugar que le demos en nuestra vida, somos elegidos. Nos ha dejado como legado la Eucaristía para que lo tengamos presente ahí y en todo lo que hacemos.
Seamos conscientes de lo privilegiados que somos por ser parte de ese pueblo y veamos con sinceridad si invocamos de verdad el Nombre de Dios con nuestro ejemplo.
Ha echado todo lo que tenía para vivir
En el evangelio de hoy encontramos dos grande contrastes: los ricos y la viuda; el que da de lo que le sobra y el que da lo necesario para vivir. Aquí el verdadero tesoro se centra en la viuda, una mujer que conforme al contexto de su época vive de la caridad.
Su actitud ante Dios es la de no reservarse nada, lo da todo para gloria de Dios. Eso es posible porque tiene su esperanza puesta en el Señor. Por este motivo, merece el elogio de Jesús; porque reconoce en ella no un simple ritual, sino un verdadero abandono a la Divina Providencia que sólo puede venir de aquél que está lleno de Dios y vacío de sí mismo.
Hoy en día, podemos contemplar esta misma actitud en aquellos creyentes que con fidelidad y sincero corazón tienen a Jesús como su único tesoro. El fiel deja todo a la espera de su Señor porque nada tiene que temer. Afronta su día a día con confianza filial. Su entrega no se queda sólo en lo material, da a la Iglesia, a Dios y a su prójimo, su tiempo, su servicio y su amor, porque ve en ellos templos vivos. Así es como termina entregando hasta el rincón más íntimo de su vida, a la vez que se despreocupa de ella, consciente de que hay Otro que cuida de él mejor que nadie.
Cuando somos fieles vivimos así pero cuando no lo somos, tratamos de arreglárnoslas con otras seguridades más propias del mundo que de Dios, por eso ahí damos sólo de lo que nos sobra. Examinemos nuestro interior para ver si nuestros ojos están fijos en el Único que puede darnos vida.
MM. Dominicas
Monasterio de Santa Ana (Murcia)