’ Jesús al ver la ciudad, lloró por ella ’



¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?

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’ Jesús al ver la ciudad, lloró por ella ’
Religión
Noviembre 18, 2020 20:13 hrs.
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La Palabra de Dios

Jueves 19 de noviembre, 2020
Primera lectura
Apoc 5, 1-10
Yo, Juan, vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi un ángel poderoso, que gritaba con fuerte voz: ’¿Quién es digno de abrir el libro y de romper sus sellos?’ Pero nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni ver su contenido.

Lloré mucho porque no había nadie digno de abrir el libro y de ver su contenido. Entonces, uno de los ancianos me dijo: ’Ya no llores, porque ha vencido el león de la tribu de Judá, el descendiente de David, y él va a abrir el libro y sus siete sellos’.

Vi entonces junto al trono, en medio de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, un Cordero. Estaba de pie, y mostraba las señales de haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios, enviados por toda la tierra. Se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y al tomarlo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, con sus cítaras y sus copas de oro llenas de incienso, que significan las oraciones de los santos. Y se pusieron a cantar un cántico nuevo, diciendo:

’Tú eres digno de tomar el libro
y de abrir sus sellos,
porque fuiste sacrificado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de todas las razas y lenguas,
de todos los pueblos y naciones,
y con ellos has constituido un reino de sacerdotes,
que servirán a nuestro Dios y reinarán sobre la tierra’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b
R. Bendito sea el Señor.
Entonen al Señor un canto nuevo,
en la reunión litúrgica proclámenlo.
En su creador y rey, en el Señor,
alégrese Israel, su pueblo santo. R.
R. Bendito sea el Señor.
En honor de su nombre, que haya danzas,
alábenlo con arpa y tamboriles.
El Señor es amigo de su pueblo
y otorga la victoria a los humildes. R.
R. Bendito sea el Señor.
Que se alegren los fieles en el triunfo,
que inunde el regocijo sus hogares,
que alaben al Señor con sus palabras,
porque en esto su pueblo se complace. R.
R. Bendito sea el Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Sal 94, 8
R. Aleluya, aleluya.
No endurezcan su corazón,
como el día de la rebelión en el desierto, dice el Señor.
R. Aleluya.

Evangelio
Lc 19, 41-44
En aquel tiempo, cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y contempló la ciudad, lloró por ella y exclamó:

’¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz! Pero eso está oculto a tus ojos. Ya vendrán días en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te atacarán por todas partes y te arrasarán. Matarán a todos tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no aprovechaste la oportunidad que Dios te daba’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19,41-44
EN aquel tiempo, aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?
El Apocalipsis es el último libro de la Biblia y el último escrito atribuido a san Juan. Por su género literario cargado de simbolismos es quizás la obra más difícil de interpretar. A través de visiones, revelaciones y oráculos, el autor tratar de proporcionar ánimo y consuelo al pueblo de Dios que pasa por momentos de sufrimiento, tribulación y persecución.

La lectura de hoy nos presenta el tema del cordero, uno de los títulos que el Apocalipsis atribuye a Cristo, rodeado de otros símbolos que giran en torno a él, y que nos invitan a profundizar en su mensaje de fe y esperanza.

La visión del libro, Juan contempla en la mano de Dios, que está sentado en el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos que nadie puede abrir. Lo que contiene el libro sobre los acontecimientos presentes y futuros, sobre el ser humano solo Dios lo conoce. Los oyentes desearían leer para comprender que pasará más tarde y cómo entender lo que nos sucede. La tensión comienza a notarse porque el libro está totalmente cerrado y se busca a alguien que pueda abrirlo. Esto nos invita a pensar, que tal vez tenemos que superar la cerrazón que en ocasiones se produce en nuestra mente y en nuestro corazón para mirar nuestro día a día y nuestro futuro con luz y esperanza. La búsqueda de ese personaje se realiza en el cielo, en la tierra, y bajo la tierra, pero no se encuentra a nadie. El llanto del autor expresa el desánimo, la desesperanza que se cuela en el ser humano cuando le cuesta comprender lo que acontece en la historia. De manera simbólica se deja ver quien será ese personaje que es presentado por el anciano y que invita al vidente y a nosotros a no llorar, a saber, esperar, a tener paciencia. Ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos.

La presentación del cordero que va a ocupar un lugar junto a Dios. Este es el título por excelencia que Juan da a Jesús y enlaza directamente con algunas tradiciones del Antiguo Testamento. La tradición del Cordero conecta con la del cordero pascual, cuya sangre es señal de liberación (Éx 12). También la procedencia de este título hay que buscarla en el libro de Isaías, donde el siervo de Yahvé es presentado como oveja llevada al matadero (Is 53,7), como aquel que da su vida por la salvación de todos. El cordero recibe la plenitud de la fuerza (siete pares de cuernos) y del Espíritu (siete ojos), y es adorado por los cuatro vivientes y los ancianos. Cristo tiene ya en su mano el poder de abrir el libro, Él es la interpretación de nuestra vida y nuestra historia. Vivir la vida desde Jesús que entregó la suya para nuestra liberación y salvación, lleva a entonar, como a los vivientes y ancianos, un cántico nuevo.

Jesús al ver la ciudad, lloró por ella
En el evangelio de hoy Lucas nos presenta a Jesús subiendo a Jerusalén, dónde el Mesías lamentará que sus ciudadanos no reconozcan quién es Él. Resulta sorprendente como el evangelista muestra y expone los sentimientos que provoca en Jesús la contemplación de la ciudad y del templo. Solo en otra ocasión aparece Jesús llorando en el NT y es ante la muerte de su amigo Lázaro (Jn 11,35). La diferencia está en que ahora el llanto es público y no por la pérdida de una relación personal.

La razón de la pena del Maestro no es su propio destino, sino el de la ciudad y sus habitantes que se han negado a reconocer lo que conduce a la paz. El mensaje que Jesús ha predicado acerca de la venida del Reino, con sus palabras, sus signos y su propia persona, no ha convertido a los vecinos de Jerusalén que permanecen anclados en las tradiciones pasadas, esperando un Mesías que son incapaces de reconocer cuando está en medio de ellos, ¿sabemos nosotros descubrir a Jesús presente en nuestras vidas? Reconocer lo que nos lleva a la paz no es la lucidez intelectual o espiritual, lo que realmente nos conduce a la paz que trae Jesús es encontrarnos con Él.

A continuación, Jesús va a predecir la destrucción de esa ciudad que le da la espalda, la ciudad santa, en tres momentos: comienza por Jerusalén en la que sus enemigos construirán barricadas; para seguir con la muerte de sus habitantes, hombres, mujeres y niños; y finalmente, la visión de una ciudad sin vida, donde todo está destruido, arrasado, donde no queda piedra sobre piedra.

El oráculo da el motivo de la destrucción y del sufrimiento: porque no reconocisteis el tiempo de su visita. Este tiempo no es el tiempo cronológico de Jesús sino el de la presencia de Cristo Resucitado en medio de su comunidad, en medio de nuestro tiempo y nuestra historia. ¿Somos capaces de reconocer su visita?
Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo

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