’ La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado ’



’No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba’

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’ La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado ’
Religión
Mayo 03, 2020 19:42 hrs.
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La Palabra de Dios

Lunes 4 de mayo 2020

Primera lectura
Hch 11, 1-18
En aquellos días, los apóstoles y los hermanos que vivían en Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro regresó a Jerusalén, los circuncidados le hicieron reproches, diciendo: ’Has entrado en la casa de unos incircuncisos y has comido con ellos’.

Entonces Pedro les contó desde el principio lo que le había pasado: ’Estaba yo en la ciudad de Jafa, en oración, cuando tuve una visión y vi algo semejante a un gran mantel, que sostenido por las cuatro puntas, bajaba del cielo hasta donde yo me encontraba. Miré con atención aquella cosa y descubrí que había en ella toda clase de cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves. Oí luego una voz que me decía: ‘Levántate, Pedro. Mata el animal que quieras y come’. Pero yo le respondí: ‘Ni pensarlo, Señor. Jamás he comido nada profano o impuro’. La voz del cielo me habló de nuevo: ‘No tengas tú por impuro lo que Dios ha hecho puro’. Esto se repitió tres veces y luego todo fue recogido hacia el cielo.

En aquel instante, se presentaron en la casa donde yo estaba tres hombres, que venían de Cesarea, con un recado para mí. El Espíritu me dijo entonces que me fuera con ellos sin dudar. También fueron conmigo estos seis hermanos y todos entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó cómo había visto de pie, ante él, a un ángel que le dijo: ‘Manda a buscar en Jafa a Simón, llamado Pedro. Lo que él te diga, te traerá la salvación a ti y a toda tu familia’. En cuanto empecé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como había descendido al principio sobre nosotros. Entonces me acordé de lo que había dicho el Señor: ‘Juan bautizó con agua; pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo’. Por lo tanto, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesús, ¿quién soy yo para oponerme a Dios?’

Con esto se apaciguaron y alabaron a Dios, diciendo: ’Por lo visto, también a los paganos les ha concedido Dios la conversión que lleva a la vida’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor


Salmo Responsorial
Salmos 41, 2-3; 42, 3.4
R. (cf 41, 3a) Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.
Como el venado busca
el agua de los ríos,
así, cansada, mi alma
te busca a ti, Dios mío.
R. Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.
Del Dios que da la vida
está mi ser sediento.
¿Cuándo será posible
ver de nuevo su templo?
R. Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad;
que ellas se conviertan en mi guía
y hasta tu monte santo me conduzcan,
allí donde tú habitas.
R. Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.
Al altar del Señor me acercaré,
al Dios que es mi alegría,
y a mi Dios, el Señor, le daré gracias
al compás de la citara.
R. Estoy sediento del Dios que de la vida. Aleluya.


Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 14
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen pastor, dice el Señor;
yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
R. Aleluya.


Evangelio
Jn 10, 11-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: ’Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.

El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre’’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

’No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba’
Durante la cuaresma hemos podido escuchar en más de una ocasión que la luz deja al descubierto las obras de las tinieblas y es una de las cosas que podemos ver con claridad en este texto de los Hechos de los Apóstoles. Nos encontramos con las estratagemas de aquellos que se ponen a discutir con Esteban y ’no sólo no pueden hacer frente a la sabiduría y al espíritu con el que hablaba’, sino que urden un plan lleno de mentiras acusándolo ante el pueblo y el sanedrín. Hacen con Esteban lo mismo que hicieron con Jesús para que su acusación tuviera efecto y así el alboroto y la furia del pueblo fuera creciendo contra los hijos de la luz y seguidores de Aquel que pasó por el mundo haciendo el bien.

Esteban conoció a nuestro Señor durante su vida terrena pero no fue eso lo que hizo de él un gran discípulo de Jesús. Los Apóstoles habían recibido la fuerza del Espíritu Santo, ese Espíritu que aleteaba sobre la tierra como nos cuenta el libro del Génesis, el Espíritu que sostenía a los profetas en el Antiguo Testamento, el Espíritu del que habla Jesús en el Evangelio, que asistirá a sus seguidores ante los ataques y las fuerzas del mal, el Espíritu de Dios, tercera persona de la Santísima Trinidad. Por eso los judíos que atacaban a Esteban no podían hacer frente a sus palabras y a la fuerza de su testimonio. Es tiempo para pedirle a Dios una fuerte unión con él y que nuestras vidas sean fuertes espiritualmente como el ejemplo que se nos pone delante en este día con Esteban. El dejó su vida hablando de la bondad de Dios, sin miedos a las mentiras que podían decir sobre él y sobre todo sin miedo a la muerte, ya que Dios era su único y máximo valedor.

’La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado’
Cuando el hombre tiene todas sus necesidades básicas cubiertas le es más difícil elevar los ojos al cielo y buscar al Dios de la vida que Jesús vino a manifestarnos y que era él mismo. La denuncia de Jesús en este extracto evangélico es muy clara, no podemos buscar a Dios tan sólo para cubrir nuestras necesidades humanas, que también son necesarias, pero no única y exclusivamente. Lo podemos comprobar con claridad en la última frase del texto que se proclama hoy.

La obra que Dios quiere es que creamos en el Enviado, en su Hijo Jesucristo. Creer en Jesús no es cosa de ideas ni de discursos, ni siquiera de un momento esporádico de nuestra vida. Creer en Cristo es una forma de vida y hacerlo vida en nosotros. El cristiano, sea cual sea su estado de vida, debe hacer visible a Cristo presente en cada ser humano. Hoy deberíamos no sólo volver a recapacitar en nosotros cuál es nuestra conducta ante Dios y los hermanos, si son reflejo de bondad o por el contrario son reflejo del individualismo al que la sociedad nos invita.

A nivel mundial estamos viviendo circunstancias dolorosas e inquietantes y ahí es donde Jesús como a sus contemporáneos nos pone en jaque. Debemos de buscar a Dios para que fortalezca nuestro cuerpo y nuestro espíritu para poder estar al lado de aquellos que más sufren, de aquellos que la desesperanza no los deja levantar la cabeza. Las obras de misericordia que nos propone la Iglesia como modo de santificación no son cosas pasadas de moda, sino que es la hoja de ruta del seguidor de Cristo, ellas nos ayudan a desalojar de nuestro corazón el egoísmo y dejar de mirarnos nuestro propio ombligo para mirar los ojos de los otros, donde encontraremos al Dios que quizás no nos pueda pagar la factura de la luz, pero sí nos dará la fuerza necesaria para poder seguir adelante con la certeza y la alegría de pasar por la vida haciendo el bien, a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo.

Pongámonos enfrente de este texto y digámosle al Señor con sinceridad por qué lo buscamos, cuáles son nuestras motivaciones más profundas y sin duda alguna Dios nos hará ver con claridad cuáles son las conductas que se ajustan al quehacer de Jesucristo, Luz y Señor del mundo y de la vida, y cuáles son las que, con espíritu de enmienda, debemos cambiar para hacer con Él la tierra y los cielos nuevos, donde el amor crezca por toda la eternidad.

Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas
Bormujos (Sevilla)


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