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La iniciativa de la llamada parte de Jesús, que lo hace en libertad y gratuidad.

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Religión
Septiembre 20, 2020 20:52 hrs.
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La Palabra de Dios

Fiesta de san Mateo, Apóstol y evangelista

Primera lectura
Ef 4, 1-7. 11-13
Hermanos: Yo, Pablo, prisionero por la causa del Señor, los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz.

Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es también sólo una la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.

Cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha dado. Él fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros. Y esto, para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor

Salmo Responsorial
Salmo 18, 2-3. 4-5
R. (5a) El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Los cielos proclaman la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día comunica su mensaje al otro día
y una noche se lo transmite a la otra noche.
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.
Sin que pronuncien una palabra,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra llega su sonido,
y su mensaje hasta el fin del mundo.
R. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.

Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 9, 9-13
En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: ’Sígueme’. Él se levantó y lo siguió.

Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos pu¬bli¬canos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: ’¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?’ Jesús los oyó y les dijo: ’No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús
Reflexión del Evangelio de hoy

Esforzaos en mantener la unidad del Espíritu
En esta lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios, el tema principal es la unidad. De hecho, exhorta a que andemos como pide la vocación a la que hemos sido convocados: ’a ser uno como el Padre y yo somos uno…’, como nos dice el Señor en Jn. 17, 21-23. Y para que esto se haga vida en nosotros nos ofrece un regalo, un maestro de Unidad: El Espíritu Santo que, a su vez, nos va indicando una serie de actitudes para que esta UNIDAD sea auténtica y se haga una realidad, ayudándonos para esto con sus dones y frutos. La diversidad de carismas necesarios para el desarrollo de la Iglesia, no ha de ser motivo de desunión, al contrario, ya que los carismas tienen como fuente única a Jesucristo, y como fin, lograr el hombre perfecto: toda la humanidad renovada en Cristo.

Nos damos cuenta que esta unidad no parte de nosotros, no es una obra nuestra, de nuestro esfuerzo, sino que pasa por nosotros, si le decimos sí en libertad al Señor. Desde esta unidad vamos conociendo a Jesucristo, porque está en cada hombre dándole su gracia y esa gracia es un don también para mí, si estoy unido a los demás por la fuerza del Espíritu Santo. Si me considero mejor o peor, o parte de otro cuerpo que a mí me parece mejor, ya no estaré alimentándome de la savia que corre en el Cuerpo de Cristo. ¿Qué clase de unión tengo con los demás? ¿Simplemente familiar, de amistad, de trabajo…? Todas esas uniones se pueden romper si no hay la verdadera unidad que nace, crece y se culmina en el Espíritu Santo que es el Amor verdadero.

En esta lectura se presentan tres vínculos de unidad:

1º. Con el Padre, con el Hijo, con el Espíritu Santo, es decir, con Dios Trinidad.

2º. Con cada miembro que formamos el Cuerpo Místico de Cristo: la Iglesia.

3º. Con uno mismo, conociéndonos desde Jesucristo y siendo nuestro modelo, llegando a la medida de Cristo en su plenitud, pero la que Él tenga pensado para cada uno de nosotros.

Sígueme
La iniciativa de la llamada parte de Jesús, que lo hace en libertad y gratuidad.

En la Iglesia se ve la catolicidad de la llamada, que no hay distinción de raza, color, condición social, lengua o religión y esta llamada el Señor te la hace hoy y constantemente, renovándose todos los días. Te pide que dejes todo, las posibles redes que puedas tener y enamorarte de Él cada día.

Es impresionante y una maravilla que el Señor no tenga la misma mirada que nosotros, personas racionales, calculadoras, que nos fijamos mucho y en algunas ocasiones, solamente en las apariencias; el Señor mira el corazón. ¡Cómo sería la mirada de Jesús para que un hombre como Mateo, que tenía de todo: dinero, una casa, amigos, etc., y que realmente en el fondo no buscaba ni pretendía seguir al Señor, deja al instante lo que estaba haciendo y le sigue!

Cuando el corazón del que se siente elegido por el Señor es un corazón sencillo y pobre, que sabe que todo lo recibimos de Él, es muy fácil dar una respuesta; porque en la llamada que personalmente Jesús nos hace a cada uno hay mucho amor, que traspasa miras humanas y acoge con un amor único y profundo a todos los hombres y mujeres, sin distinción alguna, incluso a los que como Mateo, eran personas muy mal vistas para su tiempo, porque el Señor elige lo que no cuenta para anular a lo que cuenta. Para Él todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre y para seguirlo no se necesitan dotes especiales, sino estar atentos y prontos a su llamada.

¿Quién no está necesitado de la misericordia de los demás? ¿A quién no le duele el corazón? Pero, ¿somos nosotros tan misericordiosos como queremos que los demás lo sean con nosotros? ¿Por qué nosotros no agradecemos al Señor su llamada? ¿Yo estoy dispuesto a dejarlo todo? Vivamos con alegría el banquete Eucarístico, sabiendo que todos los invitados somos pecadores, como sucedió en aquella comida en la casa de San Mateo.

Monasterio de Santo Domingo - Dominicas
San Sebastián


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