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El que no ama permanece en la muerte

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Religión
Enero 04, 2021 20:42 hrs.
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La Palabra de Dios

Memoria de San Juan Nepomuceno Neumann, obispo

Primera Lectura
1 Jn 4, 7-10
Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.

El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
71, 2. 3-4ab. 7-8
R. (cf 11) Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio,

y tu justicia al que es hijo de reyes,

así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regirá a tu pueblo justamente. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.

Justicia y paz ofrecerán al pueblo
las colinas y los montes.
El rey hará justicia al oprimido
y salvará a los hijos de los pobres. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Florecerá en sus días la justicia
y reinará la paz, era tras era.
De mar a mar se extenderá su reino
y de un extremo al otro de la tierra. R.
R. Que te adoren, Señor, todos los pueblos.

Aclamación antes del Evangelio
Lc 4, 18
R. Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado
para llevar a los pobres la buena nueva
y anunciar la liberación a los cautivos.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 6, 34-44
En aquel tiempo, al desembarcar Jesús, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando, y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Cuando ya atardecía, se acercaron sus discípulos y le dijeron: ’Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despide a la gente para que vayan por los caseríos y poblados del contorno y compren algo de comer’. Él les replicó: ’Denles ustedes de comer’. Ellos le dijeron: ’¿Acaso vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?’ Él les preguntó: ’¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver’. Cuando lo averiguaron, le dijeron: ’Cinco panes y dos pescados’.

Entonces ordenó Jesús que la gente se sentara en grupos sobre la hierba verde y se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomando los cinco panes y los dos pescados, Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo a Dios, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran; lo mismo hizo con los dos pescados.

Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado que recogieron llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco mil hombres.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

El que no ama permanece en la muerte
Estamos, estos días, viviendo unas fiestas navideñas atípicas. El Señor, o seguramente nuestra soberbia y estupidez, nos han ’regalado un virus cainita’ que amenaza nuestras vidas y nuestra seguridad.

Es un buen tiempo para parar y meditar, buscar, cual es nuestro comportamiento en estos momentos. Dios nos quiere solidarios, unidos a los demás hombres por el amor. Un amor que nos regala, que transforma en dones para que sepamos reconocerlo.

Mira la naturaleza que te rodea, descubre su belleza y busca en ella las señales inequívocas del amor de Dios. Un amor que está también en los hermanos que no tienen ni medios ni posibilidades de adquirirlos para combatir la enfermedad. Nuestro hermano padece hambre y frío y nosotros cerramos los ojos para no ver, los oídos para no escuchar sus lamentos. Somos insensibles al dolor de los hermanos sufrientes.

Creo que San Juan se dirige a nosotros cuando nos dice que el amor no está en nosotros, si teniendo posibles para vivir, dejamos que el hermano pase hambre. Creo que esto es algo en lo que tenemos que pensar seriamente y plantearnos las preferencias que Dios ha puesto delante de nosotros.

Corremos a dar nuestra aportación para comprar una nueva custodia, un cáliz, un objeto de culto, tal vez una imagen procesional pero nos duele el bolsillo para socorrer al hermano. Estoy seguro de que Cristo no quiere que cambiemos el auxilio al que lo necesita por un objeto que estará repetido en nuestras sacristías, que no es necesario, pero que dirige nuestras prioridades a lo superfluo mientras dejamos abandonado lo realmente necesario, lo que Cristo nos pide.

¿De qué me conoces?
Jesús se nos presenta en la lectura de hoy como el pastor que va recogiendo ramadanes que ayuden en la tarea de dirigir el rebaño que se va a ir formando a su alrededor. En aquellos momentos de inicio de la predicación elige hermanos ayudantes que van a estar dispuestos a seguirle, con adhesiones y abandonos, porque son seres humanos sometidos a la debilidad de todo el género humano, pero que cuando sean bautizados con el Espíritu Santo, se entregarán a la misión sin dudarlo ni un solo momento. Ellos entregaron sus vidas al servicio de la Palabra.

Hoy somos nosotros los llamados al auxilio del Pastor. Somos nosotros, tu y yo, los que recibimos la llamada de Jesús. Una llamada sonora, que escuchamos fuerte y clara en nuestros oídos, pero a la que, es posible, cerremos el camino a nuestros corazones y se pierda en el desierto de nuestras vidas.

Tal vez si recibiéramos la llamada desde un Mesías como el que inicialmente esperaban los apóstoles, un mesías rey poderoso, le seguiríamos con entusiasmo. Pero ese no es el que nos llama. Ese no es el que nos invita a seguirle, sino el otro, el verdadero Hijo de Dios, que nos pide solidaridad con los hermanos, socorro del que lo necesita, amor para el que carece de él. Y, claro, esto no es atractivo. Corremos detrás de honores y prebendas, pero huimos de todo aquello que nos exija ’rascarnos el bolsillo’. Nuestros beneficios están bien; el sacrificar tan solo algún capricho por el hermano ya no nos gusta tanto.

Esta noche podremos ver los ojos ilusionados de los niños que nos rodean esperando la noche santa en la que tres reyes venidos de oriente nos va dejar alguna cosa en los zapatos. Mañana seguiremos viendo la ilusión de ver mordisqueados los agasajos que dejamos para ellos en la mesa. Pero no veremos las caras de desilusión de tantos miles de niños cuyos zapatos seguirán vacios, puede que sin tener zapatos, porque los Reyes Magos, NOSOTROS, sus ayudantes, nos hemos dormido y hemos olvidado visitar sus casas.

Ojalá la Epifanía de Dios se haga presente en nuestros corazones y sepamos corresponder con justicia y generosidad a sus mandatos: ’Dadles vosotros de comer’.

Que los días navideños que pronto se acaban nos muevan a ser altruistas y nos dirijan a los demás. Deja, dejemos, de mirar el ombligo y miremos a los prójimos que nos necesitan.
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)

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