’ Yo soy el pan de vida ’


Morir confiando en Jesús y perdonando a quien nos hiere

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Abril 27, 2020 20:27 hrs.
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Martes 28 de abril 2020


La Palabra de Dios

Primera lectura
Hch 7, 51–8, 1
En aquellos días, habló Esteban ante el sanedrín, diciendo: ’Hombres de cabeza dura, cerrados de corazón y de oídos. Ustedes resisten siempre al Espíritu Santo; ustedes son iguales a sus padres. ¿A qué profeta no persiguieron sus padres? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, al que ahora ustedes han traicionado y dado muerte. Recibieron la ley por medio de los ángeles y no la han observado’.

Al oír estas cosas, los miembros del sanedrín se enfurecieron y rechinaban los dientes de rabia contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios, y dijo: ’Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios’.

Entonces los miembros del sanedrín gritaron con fuerza, se taparon los oídos y todos a una se precipitaron sobre él. Lo sacaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearlo. Los falsos testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban repetía esta oración: ’Señor Jesús, recibe mi espíritu’. Después se puso de rodillas y dijo con fuerte voz: ’Señor, no les tomes en cuenta este pecado’. Diciendo esto, se durmió en el Señor. Y Saulo estuvo de acuerdo en que mataran a Esteban.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 30, 3cd-4. 6ab y 7b y 8a. 17 y 21ab
R. (6a) En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Sé tú, Señor, mi fortaleza y mi refugio,
la muralla que me salve.
Tú, que eres mi fortaleza y mi defensa,
por tu nombre, dirígeme y guíame.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
En tus manos encomiendo mi espíritu
y tú, mi Dios leal, me librarás.
En ti, Señor, deposito mi confianza
y tu misericordia llenará de alegría.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo
y sálvame, por tu misericordia;
cuídame, Señor, y escóndeme junto a ti,
lejos de las intrigas de los hombres.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.


Aclamación antes del Evangelio
Jn 6, 35
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan de la vida, dice el Señor;
el que viene a mí no tendrá hambre.
R. Aleluya.


Evangelio
Jn 6, 30-35
En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: ’¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo’.

Jesús les respondió: ’Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo’.

Entonces le dijeron: ’Señor, danos siempre de ese pan’. Jesús les contestó: ’Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed’.
La Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Morir confiando en Jesús y perdonando a quien nos hiere
El primer mártir del cristianismo, el diácono Esteban, fue lapidado por denunciar con vigor el comportamiento de quienes lo apresaron, a los que reprochó que hubieran condenado y asesinado a Jesús, el Cristo. En su relato, el autor del libro de los Hechos establece un significativo paralelismo entre la muerte de Esteban y la de Jesús. Subraya dos palabras que reproducen prácticamente las que pronunció Jesús en la cruz.

La primera de ellas: ’Señor, Jesús, recibe mi espíritu’, es como un eco de la última de Jesús: ’Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu’ (Lc 23, 46). Hay ya conciencia de que Jesús es Dios y el discípulo descansa en él como Jesús en las manos del Padre. El verdadero testigo –mártir- de Jesús muere con la total confianza de que será acogido por su Maestro y Señor en la gloria de su reino (es lo que había intuido ya el buen ladrón al morir al lado de Jesús: Lc 23, 42).

La otra palabra: ’Señor, no les tengas en cuenta este pecado’, reproduce básicamente la primera de Jesús en la cruz: ’Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’ (Lc 23, 34). También aquí el mártir se dirige a Jesús como a su Dios (‘Señor’) y le pide que, en su misericordia, perdone a sus verdugos. El verdadero discípulo –mártir- de Jesús muere perdonando y pidiendo por sus enemigos, incluido el joven Saulo, que se convertirá poco después en Pablo, el incansable Apóstol de Cristo.

Vivir alimentándonos de Jesús, el pan que da la vida
El largo discurso de Jesús en el capítulo 6 del evangelio de Juan tiene dos ejes fundamentales íntimamente unidos: el pan de vida y el pan eucarístico. El fragmento de hoy se refiere al pan de vida. Jesús dice de sí mismo que es ’el pan bajado del cielo para dar la vida al mundo’. Es decir, procede del cielo, de Dios, viene de parte de él; y es pan, es alimento. Dicho más en concreto: Dios envía a alguien para que nos dé de comer, nos da pan para que con él nos alimentemos y podamos vivir. Y ese pan es su propio Hijo.

En otro tiempo Dios había dado un pan bajado del cielo –el maná- a los israelitas hambrientos en el desierto. Y precisamente los que escuchan a Jesús hablarles del pan de vida le piden que demuestre que también él es un maná como aquel de antaño; sólo así le creerán. Jesús les dice que así como el Padre del cielo alimentó entonces al pueblo en el desierto, así también ahora lo sigue alimentando; pero con la diferencia de que quien coma ahora de este pan –que es él mismo-, es decir, quien lo acepte y crea en él nunca más pasará hambre.

En otras palabras, quien tenga fe en Jesús como enviado de Dios quedará saciado para siempre. ¿No es esta una oferta tentadora? ¿Quién será tan insensato que se atreva a desdeñarla? ¿Osaremos nosotros, como tantos judíos de su tiempo, rechazar ese incomparable don porque ’no nos cabe en la cabeza’? La fe es un don de Dios, sí, pero requiere tener las manos y el corazón abiertos para recibirlo.

Así, pues, ¿aceptamos a Jesús y su palabra como alimento que sacia nuestra vida?, y ¿estamos dispuestos a confiar en él hasta la muerte, perdonando en su nombre a quien nos hiere?

Fray Emilio García Álvarez O.P.
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)




https://www.youtube.com/watch?v=UUd0SV5isAk

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