A la búsqueda de los cansados y agobiados


’ Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados ’

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A la búsqueda de los cansados y agobiados
Religión
Julio 04, 2020 18:41 hrs.
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’Y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera’’.
La Palabra de Dios


Domingo 5 de julio 2020
Primera lectura
Zac 9, 9-10
Esto dice el Señor:
’Alégrate sobremanera, hija de Sión;
da gritos de júbilo, hija de Jerusalén;
mira a tu rey que viene a ti,
justo y victorioso,
humilde y montado en un burrito.

Él hará desaparecer de la tierra de Efraín los carros de guerra,
y de Jerusalén, los caballos de combate.
Romperá el arco del guerrero
y anunciará la paz a las naciones.
Su poder se extenderá de mar a mar
y desde el gran río hasta los últimos rincones de la tierra’’.

La Palabra de Dios
Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial
Salmo 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14
R. (1) Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
Dios y rey mío, yo te alabaré,
bendeciré tu nombre siempre y para siempre.
Un día tras otro bendeciré tu nombre
y no cesará mi boca de alabarte.
R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento para enojarse y generoso para perdonar.
Bueno es el Señor para con todos
y su amor se extiende a todas sus creaturas.
R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
El Señor es siempre fiel a sus palabras,
y lleno de bondad en sus acciones.
Da su apoyo el Señor al que tropieza
y al agobiado alivia.
R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
Que te alaben, Señor, todas tus obras,
y que todos tus fieles te bendigan.
Que proclamen la gloria de tu reino
y den a conocer tus maravillas.
R. Acuérdate, Señor, de tu misericordia.


Segunda lectura
Rom 8, 9. 11-13
Hermanos: Ustedes no viven conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.

Por lo tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.
La Palabra de Dios
Te alabamos, Señor


Aclamación antes del Evangelio
Cfr Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del Reino
a la gente sencilla.
R. Aleluya.


Evangelio
Mt 11, 25-30
En aquel tiempo, Jesús exclamó: ’¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera’’.

’ Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados ’
Introducción
Las circunstancias que concurren en la liturgia de hoy, con las lecturas del profeta Zacarías (después del exilio) y el evangelio de san Mateo nos ofrecen el marco de nuestra reflexión dominical. El Profeta ante el golpe que sufrió el pueblo de Israel al quedarse sin la tierra prometida, con dificultades ante la grandeza de David, sorprende a la audiencia con la llegada de un rey, no fuerte y poderoso sino modesto, cabalgando en un pollino. No viene a destruir, sino a romper arcos y dictar la paz, anunciando la llegada de otro Mesías: pacífico, humilde y justo.

San Mateo, sorprende a su vez, hablando de los sentimientos de Jesús, que se conmueve ante gente descarriada, o ante los enfermos, paralíticos, paganos, o de mal vivir. Hoy alaba y da gracias a Dios porque el mensaje es comprendido por sus destinatarios, los que están preparados para dejarse sorprender por Dios y sus criterios de liberación universal.
Fray Manuel González de la Fuente

Comentario al Evangelio de mañana domingo, 5 de julio de 2020

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

A LA BÚSQUEDA DE LOS CANSADOS Y AGOBIADOS

Se puede decir: «Dime cómo es tu Dios -tu experiencia de Dios-, y te diré cómo es tu comportamiento con los hombres». Si el rostro de Dios que has encontrado es el de un ser exigente, controlador, al margen de tu vida cotidiana, un Dios lleno de normas y obligaciones, un Dios que me pone condiciones y espera mis esfuerzos y sacrificios para hacerme caso... O si es un Dios que siempre me perdona aunque caiga una y otra vez en lo mismo, que se alegra con mis alegrías y me quiere libre y es fuente de mis alegrías y de mi paz, que me ha elegido para transformar el dolor y el mal del mundo, etc... mi conducta humana estará amasada con todos estos rasgos, y mi trato con los demás también.

Pues bien: El rostro de Dios que ha experimentado, del que vive y habla Jesucristo es alguien cercano, a quien, en cualquier momento del día, y en cualquier lugar, en medio de las cosas cotidianas, le dirige espontánea y sencillamente lo que siente y lleva en el corazón. Y este modo de sentir y vivir a Dios, le lleva a descubrirse y actuar como una persona pendiente de «los cansados y agobiados».

Esa experiencia de libertad interior y de gozo le lleva a buscar, y convocar («venid») a quienes no la tienen para revelársela, para ayudarles a descubrirla. Su Padre se conmueve ante los perdidos y abandonados de la sociedad y de las estructuras religiosas, ante los que no tienen esperanza, ante quienes se ven sobrecargados de preceptos, normas, condiciones, ritos minuciosos, prohibiciones, condenas... incluso «en el nombre de Dios»... Por eso mismo Jesús se siente llamado a ofrecer «otra cosa». Hoy parece como si se le hubiera «escapado» delante de todos, una plegaria fresca, gozosa, agradecida. Y en ella se descubre el rostro de un Dios misericordia, consuelo, descanso, liberación...

Jesús es un profeta sobre todo «acogedor», y que ha formado un grupo de discípulos acogedores, para que salgan a buscar, como él, a quienes se sienten señalados, juzgados, rechazados, marginados, olvidados... Y los acojan con gestos, palabras, actitudes y hechos... A su lado, tienen que sentirse incondicionalmente queridos y aceptados. Por eso hoy la Iglesia -cada bautizado-, tiene que ser capaz de proclamar con mucha fuerza y claridad a los hombres de hoy y de todos los tiempos: «Venid a mí... ven a mí tú que...»

§ Ven a mí, tú que estás agobiado con tantas normas y prohibiciones e imposiciones religiosas, con tantas cosas que hay que cumplir para estar en regla. Tú necesitas que te alivien, que te quiten tantos fardos de encima. Sólo una «norma», una carga: la del amor.

§ Ven a mí, tú que estás cansado de que quienes tienen el poder saquen tajada, y redacten las leyes que les beneficien, dejando tantas veces desprotegidos a los más débiles, a los más pequeños. Ven, que te voy a enseñar la felicidad que brota de servir y cuidar a los otros, ven que te voy a mostrar quiénes son los favoritos de mi Padre del cielo, y lo que está dispuesto a hacer por ellos, por ti, por vosotros.

§ Ven a mí tú que tanto intentas ser mejor, que te esfuerzas en corregir tus fallos y errores sin conseguirlo o con pocos resultados, y te acabas desanimando y cansando de luchar... Ven, que te quiero enseñar a apoyarte en mi Padre, a mirarle más a Él que a ti mismo. Él es la Fuerza de nuestra fuerza.

§ Ven a mí tú que te siente agobiado por tu futuro, por tus problemas, porque no te llega el dinero, porque te falta un trabajo digno, por tu salud... Ven, verás que te enseño a vivir todo eso con más paz, porque mi Padre quiere que te preocupes por otras cosas, y dejes éstas en sus manos. Él quiere que mires al cielo, que le mires a Él y descubras que ninguna de esas cosas te puede ni te debe hundir. ¡Yo las he vencido para ti!

§ Ven, tú que estás cansado de hacer todos los días lo mismo, que te ves envuelto en la rutina y el aburrimiento, que te faltan ilusiones para vivir, que piensas que ya «no hay nada nuevo bajo el sol», que no encuentras un sentido a tu vivir: Ven, toma mi yugo ligero, sujétate a mí con fuerza, y vamos a recorrer nuevas sendas; ya verás que aún hay mucho que hacer, que siempre hay algo más, algo nuevo que puedes hacer, alguien a quien amar... hasta el día en que descanses definitivamente en los brazos de mi Padre.

§ Ven tú que estás «cargado» de convencionalismos sociales, esclavo de las modas, esclavo de tu aspecto físico, esclavo de tu historia personal, esclavo de tus limitaciones y defectos, esclavo del «qué dirán»... Acércate a mí, que te voy a ayudar a liberarte de todo eso, para que seas tú mismo, para que seas como mi Padre ha soñado que seas. Sólo tiene que asumir la carga que yo te dé, una carga ligera, porque la llevaremos juntos; una carga agradable, porque se trata de que te ocupes de tus hermanos, que hagas tuyos sus pesos y sufrimientos, que los alivies, que compartas lo que ellos quieran darte... en la medida de tus fuerzas.

§ Ven tú que estás triste porque entre los que se llaman discípulos míos hay «carrerismos», luchas de poder, amiguismos, oscuras alianzas con los poderosos, lejanía de mis ovejas, zancadillas, chismes... Ven tú, porque en mi Iglesia también se encuentran muchos que viven confiando, amando, sirviendo calladamente, humildemente, con sencillez. Ellos serán tu apoyo, como lo soy yo para que la cizaña no ahogue tu trigo.

No ha prometido el Señor que se van a «esfumar» las dificultades o que vamos a tener éxito. No. Ha dicho: «Yo os aliviaré... y encontraréis descanso para vuestras almas...».

Por eso su Iglesia (cada discípulo, también tú yo) sigue llamando incansablemente: Ven... Ven... Ven... tu sitio está aquí, junto con todos nosotros... Acudamos nosotros a él continuamente para que nos alivie y descanse... y abramos también puertas, corazones, espacios, instituciones... para que tantos más «vengan».


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