Opinión
Juan Sánchez Andraka
Cuando yo era niño –en los años cuarenta- las corrientes de agua eran limpias, cristalinas. El río Ajolotero de Chilapa tenía bellísimas pozas en las que pasé días felices. La poza El Nopalito era pequeña pero profunda. Tenía una enorme piedra y sobre ella estaba un nopal. En la poza de El Tubo también una enorme piedra detenía la corriente y provocaba que el agua detenida pareciera azul. La poza de Chiman o Chimana –muchos así la llamaban- era la más concurrida por la cercanía. Estaba atrás del templo de Santa Gertrudis. Había en su orilla un gran amate con una raíz salida y levantada como veinte centímetros. Desde ella nos tirábamos clavados. En todo el río había muchos peces que muchos pescaban para comérselos asados. Yo los agarraba y en un frasco de vidrio los llevaba al tanque del primer patio de mi casa. Las casas de mi tiempo tenían patios.
Ya adolescente visitaba mucho a Tixtla. Allí tuve un amigo con quien, casi todos los días, íbamos a la poza de El Tigre en el río Jáltipan. El Jáltipan baja desde muy arriba por lo que la poza de El Tigre era un bellísimo remanso. A veces caminábamos dos o tres kilómetros para llegar a la poza de La Media Luna. Era limpia, frondosa.
La alberca era un tanque de piedra en el que brotaba abundantísima agua. Estaba bajo frondosos ahuehuetes. En las mañanas brotaba tibia. Muchas veces fuimos a nadar muy temprano. Los domingos la laguna de Tixtla se llenaba de bañistas, pescadores y remeros. Hubo importantes eventos deportivos de remo, natación y buceo.
En 1956 llegué al Colegio del Estado en Chilpancingo. El río Huacapa corría abundante todo el año. En su margen había muchos manantiales y, en su tiempo, muchos lirios blancos. La poza La Quebradora -se llamaba así por la máquina que allí se instaló para quebrar piedras cuando asfaltaban la carretera.- Esa máquina hizo la poza. Había otras muy concurridas. La de El Golfito, la de los Ahuehuetes y la de los Pericos. Arriba, por las tejerías, estaba la poza Cuatro Vientos. Esta fue la última que desapareció.
Esos fueron mis paraísos en mi niñez y adolescencia. Llegué a pensar, a sentir, que todos teníamos en el cerebro y en el corazón un río que empapó de felicidad nuestros primeros años.
Ahora mis ríos y mi laguna de Tixtla son sucios y apestosos. Enferman.